El pasado miércoles 23 de junio el compositor Félix Ibarrondo recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes 2018, en una ceremonia que tuvo que ser aplazada debido a la pandemia que todavía atravesamos. Desde entonces, también ha sido galardonado con el Premio Nacional de Música 2019. Ahora presenta su último disco, ‘Symphonic Portrait’, con el sello discográfico Orpheus Classical, en el que participan la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE (bajo la dirección de Arturo Tamayo) y SIGMA Project.
Por Susana Castro
¿Cómo ha sido la espera desde que se hizo público su reconocimiento como Mella de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2018?
Para mí fue una agradable sorpresa recibir este reconocimiento en la modalidad de Composición Musical. La demora en la entrega no ha tenido mayor importancia, sobre todo cuando había situaciones tan extremas debidas a la COVID-19, era entendible que no fuera algo prioritario. El acto en sí fue entrañable, me gustó mucho conocer a Felipe VI y verlo cercano en el trato.
A muchos músicos este tiempo de confinamiento les ha servido para reconectar con su actividad y han vivido una explosión creativa intensa, ¿ha sido este su caso?
No es mi caso, yo no había desconectado con la creación musical por la vorágine actual, por tanto no he tenido que reconectar conmigo mismo. Tengo unos horarios muy estrictos y diarios. Mi rutina no ha variado con respecto a la composición. Durante la pandemia, mi jornada siguió siendo la misma; por suerte, mi vida siempre ha sido compatible con mi actividad creativa.
¿Cómo está viviendo este aislamiento social?
Me daría lo mismo estar en una cárcel, yo seguiría —¡con el permiso de los carceleros!— con mi método de trabajo, no me influye el ambiente social, este no me llega adentro. Si mi ánimo decae por circunstancias emocionales sí podría afectar a la creación.
La Medalla de Oro de las Bellas Artes no es la única distinción que ha recibido en los últimos tiempos, ya que en 2019 fue galardonado con el Premio Nacional de Música ‘por su aportación en el campo de la música orquestal, vocal y electroacústica’, ¿qué sintió al recibir el máximo reconocimiento nacional en su campo de trabajo? ¿Fue algo inesperado para usted?
¡Sentí que ya era hora! (dicho con ironía, pero con bastante sinceridad…). Con la edad que tengo y un catálogo de más de 140 obras en todos los géneros musicales y estrenadas la mayoría y algunas de ellas por todo el mundo… Fue alegría por supuesto, pero firmo lo anterior.
En el año 2019 me concedieron el Premio Internacional de Composición en Ithaca (New York) y el Premio a la Trayectoria Musical en la Sala Filarmonía de Berlín y, aunque se mandó nota a la prensa, prácticamente no tuvo ningún eco; sí alguna línea en algún periódico y esto duele un poco.
La difusión que se da a estos premios nacionales suele ser mayor y mayor el reconocimiento. Cuando compones o trabajas tantos años, aunque sea por tu gusto y por tu amor a la música, lo que haces va destinado a un público, por ello, el que en algún momento se valore y recibas el aplauso, se agradece. Muchas veces hemos oído homenajes y reconocimientos a la labor de algunas personas una vez fallecidas, ¿no sería mejor hacérselos en vida y que ellos mismos lo disfruten?
Acaba de presentarse su disco ‘Symphonic Portrait‘, el segundo que publica con el sello Orpheus Classical, del que nuestro colaborador Sergio Blardony ha dicho: ‘la música de Ibarrondo, sobre todo su música sinfónica, es abrupta en su forma pero posee una poética del matiz muy acusada que logra a través de la constante modulación plástica del sonido’, ¿está de acuerdo con esta afirmación?
Creo que sí, pero yo no sería el más indicado para describirla, eso siempre corresponde al escuchante, tendría que confirmar, asimismo, que opiniones similares a las de Blardony han vertido con frecuencia otros musicólogos hablando de las características de mi música.
Para este álbum ha contado con la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, con Arturo Tamayo en el podio, para interpretar ‘Zuk Zer Dezu?’, una obra vocal en dos partes encargada para conmemorar el V Centenario del Santuario de Arantzazu, ¿cómo fue el trabajo con la orquesta? ¿Cuál es el hilo conductor de las diferentes partes que componen la obra?
Ideal. Los profesores de la Orquesta y el Coro son profesionales de primera línea y eso se nota a la hora de abordar un trabajo musical bastante complejo, por ello no nos llevó demasiado trabajo la grabación. Hay que destacar además el papel del gran director Arturo Tamayo, que entiende como pocos mi música y sabe sacarle toda la sustancia.
Tuvimos la suerte de contar con la empatía del actual gerente de la Orquesta y Coro de RTVE, Manuel Ventero, que entendió que esa magnífica grabación no podía quedar en un cajón y cedió los permisos pertinentes para que Silboberri editara el disco. Además, también José Miguel Martínez, que asumió el trabajo de grabación y coordinación del proyecto, nos cedió generosa y desinteresadamente su trabajo por la alta estima que tenía de mi música y así me lo hizo saber.
El disco también incluye ‘Izarbil’, de diecisiete minutos de duración, a cuya interpretación se suma el cuarteto SIGMA Project, formación dedicataria de esta pieza compuesta entre 2009-10 como encargo de la Fundación Autor y la ORCAM. ¿Qué cree que aporta SIGMA Project a la obra?
Mi relación con SIGMA Project ha sido, y es, realmente de amistad. Son magníficos músicos que aportan una frescura a todo lo que interpretan. Han abierto un mundo nuevo al saxofón dando pie a que se componga más y mejor para este instrumento. Dan ejemplo a las nuevas incorporaciones a este instrumento, del saber hacer.
Si tuviese que describir con palabras su filosofía compositiva a alguien que se acerca por primera vez a su catálogo, ¿qué le diría? ¿Qué obras le recomendaría escuchar primero?
Al que escucha por primera vez mi música solo le pediría que se deje empapar por la música, que se olvide de estereotipos o ideas preconcebidas, solo que abra su mente y su corazón a la escucha.
Casualmente una ‘fan’ de mi música, que la conoce muy bien y la escucha con frecuencia, oyó que me hacían esa misma pregunta y me quedaba en silencio, ella la respondió: ‘Zuk zer dezu?’.
A sus recién cumplidos 78 años, con tantos años de oficio a sus espaldas, ¿qué le pide al futuro en el terreno profesional?
Este caso de edadismo se da en gran medida en el mundo clásico actual. Tengo 78 años, pero me siento en plena efervescencia compositiva. Nadie cuestiona por ejemplo que Mick Jagger, coetáneo mío, se suba al escenario con los Rolling, al revés, se valora su experiencia. No entiendo entonces por qué en la música clásica actual, que ejercitas el intelecto a diario escribiéndola, es decir, estás perfectamente entrenado y capacitado, quieran relegarte porque tengas cierta edad. El día que yo no sea capaz de enfrentar el papel pautado en blanco y emborronarlo con miles de notas, nadie me tendrá que decir nada, yo lo sabré y asumiré.
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