Charlamos con Xavier Puig, director titular de la Orquestra Simfònica del Vallès desde hace dos temporadas, para hacer una valoración de su tiempo al frente de esta singular formación, en la que toda la gestión empresarial y artística recae en los propios músicos. Combina esta actividad sinfónica con la dirección de varios coros, como el Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana, lo que le hace tener una perspectiva muy amplia del hecho musical y una enorme versatilidad que se traslada al trabajo diario.
Por Susana Castro
En septiembre de 2018 se puso usted al frente de la Orquestra Simfònica del Vallès por un periodo inicial de dos años. Su renovación denota que su proyecto común está funcionando, ¿cómo resumiría este tiempo al frente de la formación?
Creo que se ha hecho un buen trabajo, que prometía mucho, aunque llegó la pandemia cuando comenzábamos a recoger los frutos. El primer año siempre es una toma de contacto, la temporada está hecha del año anterior y entras a conocer la dinámica y la estructura de la orquesta. En el segundo año, cuando ya estábamos a pleno rendimiento, la actividad se paró en seco.
La pandemia ha servido para ver cuál es la situación de cada institución y, en el caso de la Simfònica del Vallès, se ha demostrado que es una orquesta de músicos, se ha priorizado la música y la actividad musical, buscando soluciones. Ha sido como ‘la prueba del algodón’, y estoy muy orgulloso de la respuesta que ha tenido la orquesta, de la flexibilidad y de todo lo que ha hecho posible que continuemos con actividad, con dificultades, naturalmente, pero prácticamente sin cancelaciones en nuestra temporada, cambiando repertorios, pero adaptándonos a la situación. Creo que es una de las virtudes de esta formación, la capacidad de adaptación, y siempre bromeamos diciendo que es una orquesta que siempre ha estado en crisis, es nuestro hábitat natural. La Simfònica del Vallès ha ido lidiando con muchas circunstancias a lo largo de su historia y gracias a esa adaptación y a la entrega de todos los miembros, a través de la cooperativa que forman los propios músicos, se ha llegado a un modelo muy sano. Los músicos son responsables de la empresa y de la dinámica y ponen todo lo necesario para procurar su continuidad y su éxito.
En esta situación, ¿esas especiales características de la Orquestra les han ayudado a superar las adversidades o les ha puesto las cosas más difíciles?
Ser una orquesta privada es un hándicap en algunos aspectos. Desde el punto de vista artístico, es evidente que las taquillas condicionan mucho a la orquesta, ya que hay que adaptar los repertorios a ellas. Lo mismo sucede con las plazas vacantes, ya que hay algunas que llevan mucho tiempo sin cubrirse porque no estamos en un buen momento económico. Pero también es verdad que la orquesta tiene su libertad en muchos otros aspectos, no depender directamente de una administración nos aporta mayor flexibilidad, y esto nos ha ayudado en este momento de crisis.
Está claro que la cultura necesita un apoyo público, pero no podemos quejarnos continuamente de ello, debemos estar por encima. Precisamente en 2020 se cumplía el centenario de la Orquesta Pau Casals: si comparamos nuestra situación con la de esa época veremos que prácticamente todo se hacía con el dinero que salía del propio bolsillo del maestro Casals y poco más, y con eso sacaban adelante a todo un país y una cultura de alto nivel. A veces tenemos que dejar de quejarnos y pasar a la acción, algo que siempre ha hecho la OSV.
Al final, para mí lo más importante es la vivencia de la gente que está tocando y de la gente que está escuchando, así que el hecho de que la responsabilidad recaiga sobre los propios músicos es muy positivo, tanto en el aspecto social como en el musical. Creo que este modelo debería explotarse más, aunque es difícil porque igualmente se requiere de apoyos públicos y privados, no es posible sufragar todos los gastos únicamente con la taquilla, ya que en la OSV los músicos cobran un sueldo todos los meses. Al final se ha visto que la orquesta ha sido capaz de encontrar su propio espacio en cada momento. Ahora se ha llegado a un acuerdo con la Fundación Òpera a Catalunya.
¿En qué consiste esta colaboración?
Se trata de un proyecto muy personal de Mirna Lacambra, una excantante que ha hecho una labor excelente llevando la ópera a muchas ciudades de Cataluña y promocionando a muchas generaciones de jóvenes cantantes, que han obtenido así papeles a los que no podrían optar en muchos teatros. El interés por la lírica en Cataluña tiene larga tradición, hay gente que no iría a un concierto de orquesta pero sí a la ópera. Cuando nosotros hemos incluido óperas en nuestro ciclo del Palau han tenido mucho éxito, incluso cuando son en versión concierto. Creo que la colaboración entre la OSV y la red de Òpera a Catalunya puede ser una feliz unión: a ellos les faltaba una estructura empresarial para la gestión de las producciones y a la OSV le puede servir para reforzar este ámbito y ese éxito que tiene el mundo de la ópera. Es un paso adelante importante porque la orquesta tendrá muchas posibilidades, podrá funcionar como orquesta de ópera, orquesta de concierto, proyectos sociales, espectáculos (precisamente hemos tenido en estos días una reunión con Ramon Gener y José Corbacho para un proyecto que vamos a hacer con el Grec que luego va a rodar por toda España), etc. Esa versatilidad nos va a permitir tocar todos los ámbitos y es un buen futuro.
¿Podría explicarnos cómo es el trabajo del día a día con la orquesta? ¿Este modelo de gestión tan particular puede afectar de alguna forma a la parte artística?
Creo que esta organización, precisamente, ayuda a la parte artística. Siempre he creído que se nota mucho cuando quien gestiona una orquesta ama la música y tiene una aproximación directa a ella; no se producen las mismas sensaciones cuando quien toma las decisiones es únicamente gestor, ya que gestiona la orquesta al igual que podría gestionar cualquier otra empresa. Lo que sí pone límites es la parte económica, al final esa libertad provoca que el repertorio tenga que ser limitado o que haya una serie de obras que son imprescindibles para captar al gran público, tenemos que garantizar un cierto éxito.
¿Cuáles son sus principales objetivos artístico para la formación?
Hay un trabajo muy regular, en relación a cómo funcionan otras orquestas, y eso es algo muy positivo para la forma física de cualquier músico. Tenemos un plan de mejora artística en el que hay una comisión artística formada por todos los solistas que trimestralmente realiza contactos para investigar qué temas nos pueden hacer mejorar. Estamos convencidos de que es posible mejorar y para ello también intentamos implicar a los directores invitados.
Por otra parte está el tema de la renovación, una asignatura que nunca está del todo resuelta. Las orquestas fundadas hace más de treinta años tienen una media de edad alta y es imprescindible incorporar a las nuevas generaciones de músicos, que tienen una gran calidad pero muchas veces no encuentran espacios para llegar al mundo profesional. Ese es un reto importante, que no es inmediato, y que hay que tratar de muchas formas. Empieza a haber jubilaciones de miembros fundadores de la orquesta y esas plazas deben ir a generaciones jóvenes, con las que sí contamos como colaboradores. Hay que prepararse para que la Simfònica del Vallès del futuro, cuando haya un relevo, tenga músicos que la hagan suya.
Despedirán esta temporada llevando la Novena de Beethoven a Sabadell, Lleida y el Palau de la Música Catalana, se trata de una despedida por todo lo alto, ¿esperan que sea una especie de catarsis?
Sí, entre nosotros comentamos que hemos empezado la temporada con Carmina Burana, con ese lamento inicial, y queremos acabarla con este abrazo o ese beso para todo el mundo. Sin duda el Año Beethoven se ha alargado, porque la Novena tendría que haberse hecho en mayo de 2020, pero esperamos poder hacerlo en las condiciones que merece, seguro que conseguimos superar todos los obstáculos. Será un buen final de temporada.
¿Puede adelantarnos algunas de las claves de la próxima temporada 2021-22 de la OSV?
Hemos previsto una temporada sin restricciones, pensando en una cierta normalidad, en la que hay un poco de todo, desde grandes obras como el Réquiem de Verdi a obras pensadas para el desarrollo de la orquesta, como la Quinta de Shostakóvich, en colaboración con la Orquesta de la ESMUC. Habrá un principio clásico, con la Octava sinfonía de Beethoven, que ha quedado un poco escondida entre la Séptima y la Novena, a la que se sumará el Concierto para violonchelo de Haydn; el repertorio clásico es el que forma orquestalmente a una agrupación y no debemos olvidarlo, puede que incluso la pandemia nos haya hecho ‘un favor’ al obligarnos a tener plantillas más pequeñas, ya que ayuda mucho técnicamente. Tendremos una colaboración con el Cuarteto Casals que me hace mucha ilusión, será un concierto sin director en el que el mismo cuarteto hará de jefe de sección de cada una de las partes.
Además, habrá compositores catalanes, como por ejemplo Marc Timón, del que ya estrenamos una obra este año porque fue compositor residente del Palau de la Música Catalana y su lenguaje nos encantó. Tendremos directores invitados como Víctor Pablo Pérez, que es un habitual de la orquesta, así como Andrés Salado y Edmon Colomer, quien cerrará la temporada.
También es usted el director principal del Cor de Cambra del Palau de la Música Catalana. De hecho, su vinculación con el repertorio coral es anterior al repertorio sinfónico. ¿Cómo consigue combinar ambas facetas?
Esta fue una de esas casualidades de la vida que llegan cuando menos te las esperas. Justo cuando acababa de ser nombrado director del coro del Palau, surgió la oportunidad de ponerme al frente de la Simfònica de Vallès. Mi carrera comenzó cantando y dirigiendo en coros, aunque tocaba el violín al mismo tiempo, así que siempre he ido combinando el mundo vocal y el instrumental. Estoy seguro de que el mundo instrumental puede aprender del cantabile y del legato del mundo vocal y que este debería aprender también muchas cosas en cuanto a la articulación instrumental. La combinación de las dos especialidades es lo que más me gusta. Además, me he permitido tener una cierta diversidad en cuanto al repertorio: en una misma semana puedo abarcar desde el siglo XV hasta la música más actual. Me encanta poder pasar de un repertorio a otro y tengo la suerte de poder hacerlo con profesionales, algo que no siempre es fácil en el mundo coral. Yo reivindico siempre que no es más fácil cantar ni el repertorio es menor ni hay ningún sentido en que los coros estén en una segunda división; tanto unos como otros, si son profesionales, tienen que estar al mismo nivel.
Precisamente a la OSV la conocía previamente debido a las giras de Semana Santa en las que se hacía repertorio con coro y orquesta, trabajando con los muchos coros que hay en nuestro territorio. La tradición coral en Cataluña es muy importante.
Pero no son sus únicas titularidades, también está al frente de la Orquestra de Girona, ¿cómo es este proyecto artístico?
La Orquestra de Girona ahora mismo tiene una actividad muy limitada. Fue una orquesta que llegó a tener un programa mensual pero que ha ido perdiendo apoyo institucional. Ahora mismo se hacen en torno a cuatro proyectos anuales y es una lástima porque tenemos un auditorio estupendo, el Palacio de Congresos, yo diría que es uno de los mejores de Cataluña.
La guinda la pone la dirección del Cor de Cambra de l’Auditori Enric Granados de Lleida. ¿Cómo consigue combinar toda esta actividad?
Dirijo el Cor de Lleida desde que terminé mis estudios, es casi como mi familia. Trabajamos siempre en fin de semana, lo cual nos permite una cierta flexibilidad, de forma que vienen cantores de muchas partes de la región. Elegimos unos fines de semana concretos para trabajar, lo que me posibilita estar entre semana en Barcelona y Sabadell y los fines de semana en Lleida, intento combinarlo, pero no siempre se puede. Esto es bueno también, porque así el coro cuenta con directores invitados, lo que les permite conocer otras formas de trabajo y otras personalidades.
Estoy contento de tener toda esta actividad porque ahora, en época de pandemia, en la que tantas actividades casi han desaparecido, el hecho de tener tantas posibilidades ha sido un factor muy positivo para mí. Si te lo juegas todo a una carta y te falla, puedes quedarte muy colgado. Hay gente que ha elegido la especialización, pero yo la he rehusado. He querido tocar todas las teclas y eso ha sido muy positivo en mi carrera porque me da muchas más posibilidades.
Su vinculación con los jóvenes músicos también es muy fuerte, es usted profesor en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) y también dirige el Curso de Dirección de la Orquestra de Terrassa, ¿qué es lo que le seduce de trabajar con la juventud?
Puede sonar un poco egoísta, pero es la sensación de ir siendo profesor de uno mismo, todas las recomendaciones que vas dando se las dices a ellos pero, en el fondo, también te las dices a ti. Eso me ayuda a repensar mucho. A veces hay cosas que, mientras las estás diciendo, te das cuenta de que deberías aplicártelas tú también en el mundo profesional, porque a veces este te come por el tiempo y las condiciones extramusicales. Hay muchas cuestiones que condicionan el trabajo y cuando vas a clase y les cuentas cómo debería ser, hay un punto de utopía que está bien recordar. Creo que los músicos jóvenes tienen que conocer esta utopía, ya tendrán después las limitaciones del mundo profesional; la ilusión de cómo debería ser el trabajo es algo muy saludable.
Además, me gusta porque son muy espontáneos, incluso un poco ingenuos, y a veces hacen preguntas que te hacen reflexionar mucho, no dan nada por sentado. Una de las asignaturas que imparto consiste en enseñar a dirigir a alumnos de composición; traen música suya para dirigir y es muy interesante que ellos mismos se planteen la música que componen desde un punto de vista interpretativo, a mí me sirve de mucho para descifrar después las partituras de otros.
Con la Orquesta leemos mucho repertorio, con trabajo semanal, aunque luego haya encuentros en los que se preparan conciertos. Siempre les digo que es importante hacer muchos kilómetros de partitura porque es algo de lo que se aprende muchísimo. Lo mejor que podemos aconsejarles es que intenten aprender de la música y de los compositores, más que de los profesores, que entiendan cómo está construida la música. Creo que tendríamos que aplicar la didáctica también en el mundo profesional, incluso de cara al público; a veces, cuando te gira al principio de un concierto a dar unas pocas claves, te das cuenta de que la gente quiere aprender y que una aproximación didáctica ayuda a la audición.
¿Tiene otros compromisos como director invitado para la temporada 2021-22?
Ahora mismo no tengo tiempo para eso. Durante estos próximos años, mientras tenga toda esta actividad, mi agenda es imposible. Quizá haya gente que encuentre más glamurosa la vida internacional, pero para mí es una suerte poder trabajar desde Barcelona y, además, hacerlo a un nivel que creo que fuera no puedes conseguir porque todo son producciones cortas. Aquí puedo hacer un trabajo de largo recorrido con el que estoy más satisfecho. Hace tiempo sí tuve mucha más actividad fuera, y también es divertido, pero creo que no acabas de construir nada tuyo. Ahora tengo la oportunidad de construir algo propio, de largo recorrido, y quiero dedicarme a ello.
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