Por Tomás Marco
La conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes trae de nuevo a la actualidad la música que el gran autor alcalaíno ha provocado a lo largo de ese tiempo. Música centrada en gran medida en su novela sobre don Quijote pero que no es, ni mucho menos, la única parte de su obra que ha llamado la atención de los compositores de todas las épocas. Pero así como Shakespeare, otro autor celebrado este año, ha provocado multitud de partituras pero repartidas a lo largo de todas sus obras, a Cervantes le pasa lo que a Dante, es una obra principal la que atrae casi toda la atención. En el caso del italiano es la Divina Comedia y en el del español El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Algunos han afirmado que las tres fuentes literarias que más partituras musicales han provocado son la Biblia, Shakespeare y Cervantes. No puedo certificarlo porque carezco de suficientes datos y supongo que hay alguna otra fuente, como Homero o los dramaturgos griegos que tampoco les van mucho a la zaga, pero para lo que hoy nos ocupa no cabe duda de que El Quijote es una fuente principal de música en torno a fenómenos en origen literarios.
Lo que sí llama la atención es el poco caso que, en general, se ha hecho en España al fenómeno y la escasa atención que esas obras han recibido en general de los programadores, si se exceptúan algunas piezas muy concretas pero que se tocan por razones exteriores a su vinculación cervantina y quijotesca. No obstante, el fenómeno está bastante estudiado y lo podemos conocer, pero parece que se necesitan estas efemérides para que le dediquemos alguna atención. La última fue en 2005 con motivo del quinto centenario de la publicación precisamente de El Quijote y después la cosa se ha adormecido hasta que once años después nos llega la nueva celebración.
Hace años, un pionero en estas cuestiones fue el crítico Víctor Espinós (1875-1948), que se dedicó a recopilar partituras escritas en todo el mundo sobre el tema quijotesco. Llegó a reunir unas doscientas y las legó a la Biblioteca Musical del Ayuntamiento de Madrid. Su hija, la también crítico musical Juana Espinós Orlando, continuó aquella labor y ciertamente lo que dejaron padre e hija merece la pena. En tiempos más recientes, una gran musicóloga como la profesora Begoña Lolo de la Universidad Autónoma de Madrid ha investigado mucho sobre el tema e incluso ha gestionado congresos y publicaciones sobre el mismo, de manera que los estudios sobre el particular se pueden dar por bastante completos aunque, naturalmente, siempre quedan abiertos.
Llama la atención que la mayoría de la veces, y eso no pasa solo con Cervantes, en España cuando se quiere conmemorar una de estas cosas se agarra a un grupo de música más o menos antigua y se le pone a tocar ‘Música de la época de…’. Se ajusta la cronología -también de manera laxa- y a correr. Generalmente, la música no tiene nada que ver con el acontecimiento porque no somos un país en el que estas sincronías se den naturalmente. Y eso lo acabamos de ver con el centenario de Santa Teresa de Jesús. Se han compuesto, ciertamente, algunas obras nuevas sobre ella, pero la mayoría de los conciertos celebrados son del género aludido. Y aún más risible fue la programación musical del año de El Greco.
Pero a Cervantes y a su Quijote, con alguna extensión a otras obras, le han puesto música compositores muy ilustres. Tanto que algunas son conocidas entre nosotros como la música orquestal que compusiera Telemann o el famosísimo poema sinfónico con violonchelo solista, Don Quijote, conceptuado por Richard Strauss como ‘Variaciones fantásticas sobre un tema caballeresco‘. También se conocen obras como el dudoso ballet de Minkus Don Quijote o las maravillosas, pero no tan difundidas, Canciones de Don Quijote a Dulcinea de Maurice Ravel, a las que sustituyeron en un célebre film las Cuatro canciones de Don Quijote de Jacques Ibert.
Al Quijote se le han dedicado varias óperas históricas. Franceses dieciochescos como Philidor o Boismortier lo hicieron, pero también un músico para su desgracia solo conocido por su relación mozartiana como fue Antonio Salieri. Mendelsohnn le dedicó una obertura al tema de las bodas de Camacho y el mismísimo Donizetti entró en la parte pastoril de la novela para su ópera Las locuras de Cardenio. Otra ópera de Caldara trató el tema de don Quijote y la duquesa; Massenet también le dedicó una excelente ópera y el tema podría alargarse con multitud de ejemplos de todas las características.
Los músicos españoles no llegaron muy pronto a la música sobre tema cervantino, aunque ya lo hicieron desde principios del siglo XIX cuando Manuel García estrena en Nueva York su Don Quijote. Los zarzuelistas tocaron también varias veces el tema cervantino y, aunque se suele decir que la mejor zarzuela sobre el tema es La venta de Don Quijote de Chapí, aunque no se representa, hay anteriormente una zarzuela de Barbieri con texto de Ventura de la Vega, otro Don Quijote que nadie se ha cuidado de resucitar. Otros zarzuelistas tocaron el tema y hasta Cervantes acabó convirtiéndose en personaje de zarzuela, pues así aparece en El huésped del sevillano de Jacinto Guerrero, que se basa también el texto de La ilustre fregona.
Pero, sin duda, las mejores obras cervantinas de compositores españoles son las compuestas por los autores de la llamada Generación de Maestros y por sus continuadores de la Generación del 27. A la cabeza de todas ellas figura una genial y original ópera de cámara de Manuel de Falla, El retablo de Maese Pedro que es, sin duda, una de las más grandes obras musicales de toda nuestra historia. Menos tocada de lo que merece, pero si duda bien conocida al menos sobre el papel, es la pieza sinfónica de Oscar Esplá Don Quijote velando las armas, obra que coincide en título con otra de un maestro posterior quizá menos difundido pero no inferior como es Gerardo Gombau. A Jesús Guridi, que era vasco, el episodio cervantino que le atrae es la aventura del vizcaíno y es la que trata en Una aventura de Don Quijote. Temáticamente más libre pero no menos impregnada de espíritu cervantino y específicamente quijotesco es la Evocación y nostalgia de los molinos de viento de Conrado del Campo.
Aparte de la obra ya citada de Gerardo Gombau, los compositores de las generaciones siguientes aportaron también su talento e ideas al tema cervantino. Así, entre los grandes del 27 tenemos obras como el ballet Don Quijote de Roberto Gerhard, de la que el propio autor extrajo una suite de danzas que se es lo que más se toca, al menos entre los ingleses que le consideran suyo. Pero hay una obra coral hermosísima de esta generación que trata los poemas que el propio Cervantes inserta para despedir el tránsito mundano de su personales, los Tres epitafios de Rodolfo Halffter, que es una de las más grandes obras de la música coral española en el siglo XX. Otra obra singular es Ausencias de Dulcinea para barítono, cuatro sopranos y orquesta de Joaquín Rodrigo, pieza que también se echa de menos en nuestros repertorios.
Si alguien se pregunta si todo esto tiene continuidad y los autores españoles actuales, los que están en activo, siguen tratando el tema, la respuesta es un sí rotundo. No sabemos si la nueva conmemoración producirá muchas nuevas obras, pero en lo que va de siglo el tema cervantino ha sido recurrente en nuestra música. Creo que merece la pena que nos acerquemos próximamente a ese asunto.