Más allá de las circunstancias políticas, territoriales y sociales, el encuentro entre América y España nos trajo un representativo intercambio cultural que, en algunos casos, se ha mantenido hasta nuestros días.
Tesoros como los de Bolivia (con su Archivo Musical de Chiquitos) o como el que hoy les traemos, dan cuenta de la gran riqueza artística y musical que se creó en el ‘nuevo continente’.
Por Fabiana Sans Arcílagos
En 1594, bajo la Orden de los Concepcionistas, se funda el Convento de la Encarnación en México. Su edificio, levantado en la primera mitad del siglo XVII, constituyó uno de los espacios religiosos más representativos de la Nueva España. Tras algunas restauraciones, movimientos políticos, cambios en el uso del edificio y la exclaustración de las monjas, el antiguo convento es utilizado como sede de organismos estatales y reconocido como uno de los grandes vestigios del Virreinato. A pesar de esto y de la importancia de la arquitectura del recinto, con las transformaciones y la desamortización, muchos de los bienes pertenecientes al convento se ‘extraviaron’ o se redistribuyeron en distintos lugares, dejando un vacío en la memoria histórica y artística del lugar. A pesar de esto, algunos de estos tesoros han sido localizados y reconstruidos, devolviéndole a México un pedazo de su patrimonio musical.
Ileana Ortiz, musicóloga y cantante, es quien desde hace varios años se ha dedicado a profundizar y estudiar los seis libros de polifonía de los siglos XVI y XVII pertenecientes a la Encarnación y que se encuentran resguardados en la Biblioteca Newberry de Chicago. Ileana Ortiz inicia su investigación a principios de la primera década del siglo XXI gracias al musicólogo Luis Lledías, quien fuera un gran especialista en el estudio de la música en las instituciones femeninas novohispanas. Según nos relata Ortiz, ‘con el acercamiento que se propició gracias a unas investigaciones que nos llevaron a trabajar juntos, vi lo que él estaba haciendo y me empezó a interesar. Él noto mi interés y me dijo ‘aquí hay un nicho que no mucha gente trabaja; hay seis libros de polifonía en la Newberry Library de Chicago y se deben rescatar, primero, porque nadie sabe que existen y, segundo, porque es una música extraordinaria’. En 2014, Ortiz viaja a Chicago y, aunque no puede tener acceso directo a los libros para preservar su protección, la mexicana obtiene una copia microfilmada de estos libros, que será la base de su trabajo de especialización en la Universidad de la Sorbona en París.
Curiosamente, justo ese mismo año, la agrupación Newberry Consort, bajo la dirección de Ellen Hargis, saca a la venta su disco Música Celestial: From the Covent of The Encarnación, centrado en el Dixit Dominus a ocho voces del compositor Fabian Pérez Ximeno y en las obras de Juan de Lienas. Además, esta grabación, contó con la reconstrucción de algunas de sus obras, como el Beatus Vir a once de Fray Jacinto que, según Hargis, se pudo reconstruir gracias a una copia que se encuentra en el Archivo de Puebla.
A pesar de esta coincidencia, Ortiz inicia un trabajo de profundización de estos libros en la capital francesa a partir de las copias de microfilm que había obtenido de la biblioteca. Apoyada por Jean-Christophe Candau, director del ensemble Vox Cantoris, reviven, tras trescientos años en silencio, y gracias al enorme trabajo de reconstrucción e investigación, las Vísperas de Santiago Apóstol. Ambos especialistas emprenden una interesante labor que tiene como objetivo ‘resucitar el patrimonio musical olvidado, por no decir descuidado’. Debemos acotar que la importancia de estos libros radica, por un lado, en la recuperación del patrimonio mexicano y, por otro, y muy importante, en el rescate de la memoria musical de la Nueva España y en las prácticas musicales que se llevaron a cabo durante la época virreinal.
Estos seis libros contienen partituras de música litúrgica (antífonas, misas, réquiems, lamentaciones, pasiones y oficios) escritas, según los datos que arroja el portal de la biblioteca, por una veintena de escribas diferentes. Según expone Candau, en el reportaje realizado por la Asociación Patrimonio Musical de la Nueva España, estos ‘libros son de calidad mediana, es decir, ya que quienes los copiaron lo hicieron muy rápido, no buscaban realizar cuidadosamente grandes libros de coro’. En estos volúmenes se pueden encontrar obras de maestros españoles como Morales y Guerrero, además de ‘compositores mexicanos de finales del siglo XVI y principios del XVIII como Franco, Lienas, Ximeno y Zumaya’.
Es importante aclarar que, a pesar de la enorme cantidad de obras que se pudieron haber escrito exclusivamente para los conventos, la gran mayoría de su música se perdió o fue vendida, expoliada. Por ello, para Ortiz se hace indispensable crear lazos en los que se unan fuerzas y, así, compartir y enlazar los trabajos que se realizan, difundiendo y reconstruyendo esa memoria musical a través de una red de contactos. Con esta idea, Ileana se ha aproximado a algunas instituciones mexicanas a través de dos especialistas del período novohispano, como son, por un lado, Bárbara Pérez del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez conocido como CENIDIM, quien ha trabajado, entre otros, con los fondos del Convento de la Santísima Trinidad de Puebla y el Archivo de la Catedral de México; y, por otro, con Sergio Cerrillo, del Seminario de Música en la Nueva España y el México independiente, Musicat, con quienes ha intercambiado material, creando lazos de trabajo. Estos vínculos también se han forjado en España, entrando en contacto con dos reconocidos musicólogos: Juan Carlos Asensio, quien ha apoyado a Ileana Ortiz en lo que respecta al canto llano; y Javier Marín López, musicólogo que ha centrado parte de sus publicaciones en la Catedral de México.
En vista de todo el trabajo e intercambios propiciados, se ha creado en México, gracias a la iniciativa de Ileana Ortiz, la Asociación Patrimonio Musical de la Nueva España, que tiene como objetivo apoyar ‘la labor de investigación, difusión e interpretación de la música del Barroco mexicano’. Además de esto, el interés de la Asociación radica en crear relaciones estrechas entre musicólogos e intérpretes, ambos necesarios para la difusión del repertorio. Para la cantante, uno de los fines de la Asociación es la realización de transcripciones y ediciones críticas que sirvan para su estudio e interpretación: ‘el hecho de que la gente tenga acceso a los manuscritos no significa que se vayan a interpretar. Los manuscritos tienen muchos errores humanos y no todo el mundo puede comprender o acceder a todos ellos, por esto lo que se necesitan son transcripciones’.
Más allá de las transcripciones y de la red de contactos existente, parte de la música de estos seis libros ha sido reconstruida, interpretada y grabada por la musicóloga y dirigida por Candau junto a Vox Cantoris, conjunto creado en el año 2000, centrado en el estudio de los tratados musicales y la recopilación de tradiciones orales, interpretado desde la notación original, el canto en el facistol y la ornamentación, dándole vida al patrimonio musical desde la Alta Edad Media hasta el siglo XIX. Como exponíamos, este conjunto ya suma tres discos que forman parte de la colección de música novohispana: Trésors des Couvents, Trésors des Cathédralesy, finalmente,Vêpres de saint Jacques, proyecto dedicado a la música del Convento de la Encarnación y en el que se presenta por primera vez el oficio completo de Vísperas de Santiago tal como pudo haber sonado en el recinto monacal.
Sobre la reconstrucción, Ortiz comenta que, a pesar de tener en sus manos las antífonas del Oficio de Vísperas de Santiago que se correspondían con los salmos, ‘estas antífonas las tenemos en el Libro de Santa Inés y en busca de reconocimiento de la melodía, buscamos a los especialistas, aunque lo cierto es que no sabemos si alguien las copió de un libro de canto llano existente o si un religioso o religiosa las compuso, planteándonos como hipótesis la posibilidad de que sea una composición original de las religiosas de la Nueva España. Por otro lado, Juan Carlos Asensio nos ayudó mucho para el Dixit Dominus‘. Por su parte, Candau expone que ‘se ha construido un facsímil de los manuscritos de Chicago, ya que el trabajo de Vox Cantoris es el de adoptar físicamente la misma postura al cantar, en la que todas las voces se reúnen para formar, forjar un sonido de facistol. Asimismo, y gracias a los trabajos existentes de Javier Marín y Luis Lledías, Ortiz y Candau han descubierto algunas evidencias ‘de que los conventos hacían llamado a la capilla musical de la catedral, en este caso la Catedral de México, y a sus capellanes’ para que interpretaran alguna de esta música, en la que se manejan tres teorías, uno que ‘las religiosas interpretaran la música por su cuenta’; la segunda, que los capellanes cantaban ellos solos; y, la tercera, que lo hacían junto a ellas. De confirmarse esta hipótesis, se podría estar ante ‘un caso único de en el que capellanes y religiosas cantaban juntos’.
Está claro que, para un trabajo de esta envergadura, las sinergias entre centros, investigadores e intérpretes son el único factor para garantizar el éxito. Esperamos que esta práctica siga reforzándose, pues es fundamental para una recuperación honesta y fidedigna del patrimonio musical.
Agradecemos a Ileana Ortiz por la entrevista y facilitarnos el material que ha hecho posible este artículo.
 
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