Por María Teresa Gómez Lozano
La viella de cuerda es la antecesora de la viola. Durante la Edad Media, se llamó viola a todo instrumento de cuerda y arco de brazo o de pierna. Como tal, nace en el siglo XIV, valorándose y divulgándose a partir del XV, en el Renacimiento.
Pertenece a los instrumentos de cuerda frotada, y se hace sonar pulsando sus cuerdas o frotándolas. Su tamaño varía desde los 38 hasta los 42 centímetros, o incluso algo más, dependiendo del tamaño del intérprete. Se hace sonar pasando el arco por sus cuerdas, una vara de madera de pernambuco y crines de caballo tensas como una cinta a lo largo de él. Deben ser impregnadas con resina o colofonía para producir sonidos con él.
El tamaño y diseño de la viola actual se normaliza por Antonio Stradivarius (1644-1737), con una sonoridad única. Tuve el privilegio y el placer de hacer sonar una de ellas —se cree que construyó trece—, finamente decorada con aves y liebres, junto a mis compañeros de cuarteto Mariana Todorova, María Saiz y Javier Albarés, en un concierto en el Palacio Real de Madrid, con el Cuarteto de Stradivarius Palatino, propiedad de Patrimonio Nacional.
Compartimos escenario con el cuarteto de la Scala de Milán y otros cuatro Stradivarius que ellos traían. Juntos, los ocho, pusimos el broche final al concierto con el último movimiento del Octeto de Félix Mendelssohn, ¡ocho Stradivarius juntos y sonando a la vez! Fue una experiencia única e irrepetible.
Las partes de una viola son similares a las del violín, pero con dimensiones más grandes. Sus cuatro cuerdas están afinadas por quintas justas (Do, Sol, Re, La, de grave a aguda), con una extensión de más de tres octavas, que aumenta con sus armónicos naturales y artificiales. Se escribe en clave de Do en tercera línea —la de contralto, como su color tímbrico—, y cambia a clave de Sol cuando su tesitura lo requiere. Posee un notable poder expresivo, de sonido suave, dulce y melancólico.
Es muy importante su mantenimiento y limpieza para una perfecta sonoridad: cambio de cuerdas periódicamente, eliminación de restos de resina sobre diapasón y tapa superior, temperatura y humedad adecuadas, y un cuidado delicado en su transporte, con un estuche personalizado y acondicionado, todo ello unido a la supervisión periódica de nuestro luthier, que cambiará las crines de nuestro arco cuando se desgasten, y que hará una puesta a punto final del instrumento.
Tampoco debemos olvidar la parte física, fundamental para poder afrontar nuestro estudio y horas de ensayo diario: como los deportistas de élite, los músicos debemos hacer ejercicios de calentamiento y estiramiento muscular y corporal antes de empezar a calentar con el instrumento propiamente dicho. Esto es fundamental para no caer en lesiones de hombro, codo, cuello y columna, nuestros puntos débiles, dadas las características y posición de nuestro instrumento. Es muy importante no olvidar hacerlos siempre, antes y después de nuestras horas de estudio o conciertos.
La viola en la orquesta sinfónica es muy importante como mediadora sonora entre los instrumentos agudos y graves, equilibrando los sonidos entre las secciones, dando profundidad y apoyo a la armonía. Precisamente por ello, se sitúan a continuación de los violines —en el centro del escenario— y entre los violonchelos, justo delante de los vientos-madera. A veces, por orquestación, disposición de los compositores, o acomodo musical de los directores, pueden estar en el lugar de los violonchelos, de los violines segundos o incluso de los primeros.
Mi elección de la música como vocación y trabajo surgió a través de mi hermano y su amor a ella, sus buenos consejos y su preciado regalo de visitas al Teatro Real, entonces sala de conciertos. Allí escuchaba y veía a grandes orquestas, entre ellas esta de la que hoy formo parte.
Un buen día, en una fiesta de fin de curso del colegio donde toqué una pieza de solista con la flauta dulce, se hallaba entre el público un concejal del distrito y, después de grandes aplausos, quiso obsequiarme con una flauta de más categoría, a lo que le respondí con otra petición: quiero un violín.
Mi carrera musical comenzó, y en noveno de violín, entre Bach y Paganini, escuché casualmente el segundo movimiento del Concierto para viola de Johann Christian Bach/Henri Casadesus y quedé prendada de esa sonoridad, ese timbre y su melancolía, y quise estudiar y ahondar en el mundo de la viola. Así comencé, simultaneándola con el violín, pero llegó un momento en el que su sonoridad me hizo decidir: fue con mi primera incursión sinfónica, la Quinta sinfonía de Gustav Mahler con la Orquesta de RTVE.
Me resulta muy gratificante y onírico volver a tocarla ahora, treinta y dos años después de aquella primera vez, como titular y solista de la cuerda junto a mis compañeros María Cámara, Ana Borrego, Agustín Clemente, Marta Jareño, Chang Chun Ma, Rubén Menéndez, Sergio Sola y Grazyna Sonnak.
No debo olvidar tampoco el gran soli de violas al comienzo de la Décima sinfonía de Mahler, las delicadas melodías violísticas a tutti en las sinfonías de Anton Bruckner y los emocionantes solos concertísticos de Harold en Italia de Berlioz o el de El Quijote de Richard Strauss, donde la viola representa a Sancho Panza.
La culminación de la viola como instrumento de pleno protagonismo transcurre en el siglo XX, con grandes conciertos y piezas solistas escritos para ella por Paul Hindemith, Béla Bartók, William Walton, Bohuslav Martinu, Darius Milhaud, Max Reger, Dimitri Shostakovich, Krzysztof Penderecki, Ángel Oliver, etc.
No quiero dejar de nombrar a mis violas referentes: Tabea Zimmermann, Amihai Grosz, Yuri Bashmet , Kim Kashkashian y, con mucho cariño, a Emilio Mateu, mi profesor, que fue solista de la cuerda y compañero en esta Orquesta.
Mis obras concertantes favoritas para viola y orquesta son, sin duda, la Sinfonía concertante para violín y viola de Wolfgang Amadeus Mozart, el Concierto de Béla Bartók, y más cercano a nuestro momento musical actual el Concierto de Alfred Schnittke. En música de cámara, la Sonata de Dimitri Shostakovich y sus cuartetos, la Sonata de Rebeca Clarke y las bellísimas sonatas de Johannes Brahms.
Formar parte de esta gran Orquesta de RTVE, y ser solista de viola en ella, una de las más escuchadas y vistas de España, haber compartido escenario con grandes concertistas y cantantes como Mstislav Rostropóvich, Anne-Sophie Mutter, Cho-Liang Lin, Joaquín Achúcarro, Teresa Berganza, Alfredo Kraus, Renata Scotto, Nathalie Stutzmann, Tabea Zimmermann, Maurice André, Christian Lindberg, Yehudi Menuhin, etc., es un sueño cumplido, mi gran realización vocacional.
Es un gran privilegio poder ser la banda sonora y visual de los desayunos de miles de personas los fines de semana con Los conciertos de La 2 y poder interpretar nuestros conciertos de temporada en el Teatro Monumental, siendo, además, retransmitidos en directo a través de RNE y de la web de RTVE, siempre a mano en RTVE a la carta.