Vinatea, ópera en tres actos y siete cuadros, con libreto de Xavier Casp y orquestación de Vicente Asensio, convirtió a Matilde Salvador en la primera mujer que estrenara en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. La dirección escénica corrió a cargo de Josep María Morera; Gerard Pérez Busquier dirigió la Orquesta Sinfónica y el Coro del Liceu, además de un coro de voces blancas. En los roles principales cantaron Pere Farrés (Vinatea), Isabel Fite (Jacmeta) y Joan Pons (Giner Rabasa), entre otros.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
‘Para mí, estrenar en el Liceo era una grandísima alegría y la ilusión de toda la vida’.
Con Vinatea, Matilde Salvador concurre y gana en 1972 el Premio Joan Senent, convocado por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia para distinguir una ópera compuesta en lengua valenciana. Compositora precoz, la castellonense contaba ya con dos obras escénicas en su amplio catálogo musical: La filla del Rei Barbut (La hija del rey barbudo), una ópera bufa en un acto sobre la leyenda del gigante forzudo Tombatossals, llevada a escena en 1943; y Retablo de Navidad, una cantata representable estrenada en 1948. El libretista Xavier Casp, por su parte, acumulaba también la experiencia de haber trabajado en 1956 en el libreto en valenciano para Maror (Marajeda), ópera dramática en tres actos de Manuel Palau Boix, que sería estrenada en versión de concierto cuarenta y seis años después de su composición, en 2002.
Pero lo cierto es que la compositora se presenta al Premio indiferente al hecho de ganar o perder; el verdadero premio para ella, y así asegura habérselo dicho a Casp (contado en una entrevista concedida a la periodista Rosa Solbes, fuente del presente artículo. Vid., SOLBES LÓPEZ, Rosa: Matilde Salvador, converses amb una compositora apassionada, Tandem Edicions, 2007.), era poder ver representada la ópera. A Casp, dispuesto a colaborar con ella desde el primer momento, no le ofrece preferencia alguna a fin de que trabaje con absoluta libertad buscando el tema; únicamente le pone como condición ser informada antes de que comenzar a desarrollarlo. El poeta se muestra de acuerdo, y semanas más tarde comunica a Salvador tener dos posibles temas. Conocido el primero, el ‘Fet —hecho— de Vinatea’, la compositora no siente la menor curiosidad por el segundo; recuerda a su padre, siendo ella joven, y cómo él contaba los pormenores de la rebelión del notable valenciano cada vez que cruzaban la plaza que llevaba su nombre. El padre le contaba sobre Vinatea y ella, entretanto, imaginaba las posibilidades musicales de aquella historia: ‘¡Qué argumento de ópera!’.
Pasados unos meses, en el Teatro Princesa de Valencia, al término de una Carmen representada por los Amigos de la Ópera, Salvador coincide con Joan Antoni Pàmias, empresario del Liceu. Pàmias se muestra interesado por los proyectos actuales de la compositora, y le sorprende escuchar que está trabajando en una ópera. ‘Una ópera de usted me interesa’, comenta, para sorpresa mayúscula de Salvador. Acuerdan (‘el señor Pàmias era muy concreto y directo’) un próximo encuentro en Barcelona, para escuchar fragmentos grabados de escenas de la ópera. Corría el mes de mayo de 1972, y el encuentro se produce el 11 de noviembre, empezada la temporada del Liceu. A la audición en el despacho del empresario asisten Francisco Massó, director administrativo del teatro, y el director orquestal Gerard Pérez Busquier, contratado recientemente. Sentada ante los hombres que evaluaban con detenimiento su trabajo, Salvador se siente como un ‘pollito mojado’; y confiesa que si le hubieran dicho: ‘Esto es una birria’, se habría levantado de la silla y abandonado el despacho sin decir una palabra. Pero en un momento, en el primer fragmento musical, Pàmias ‘hace un gesto imperceptible, pero significativo a Massó’; escuchándose el segundo fragmento, el empresario detiene la grabación y anuncia convencido: ‘Esto se representará en el Liceo’.
Como la programación de la temporada 1972-73 está ya comprometida, y también parte de la siguiente, se acuerda que el estreno de Vinatea sea en 1974; la fecha elegida, el 19 enero. Pàmias se reserva elegir a los cantantes; Salvador elegiría al decorador, al diseñador del vestuario, al director de escena y al director musical. ‘Los nombres de Joaquim Michavila [decorador], Josep María Morera [escenógrafo] y Gerard Pérez Busquier los dije enseguida —recuerda—, porque además de amigos míos, tenían la solvencia acreditada y todos eran valencianos’. Para el personaje de Vinatea Pàmias se decanta por el barítono Pere Farrés, cuyo recio y expresivo rostro iba como un guante al personaje (‘Es Vinatea —pensó Salvador al conocerlo—; no habrá ni que maquillarlo’). Para el personaje de Giner Rabasa, bajo, el empresario elige a un joven menorquín perteneciente al coro del Liceu, Joan Pons. ‘Escúchelo y ya me dirá si le gusta’, sugiere a la compositora. Y desde luego que le gusta. El de Rabasa sería el primer papel operístico de importancia en la carrera de Pons.
El Fet de Vinatea
Se conoce como tal la rebelión encabezada por el morellano Francesc de Vinatea (1273-1333), jurado en la ciudad capital del Reino de Valencia, contra su rey Alfonso IV de Aragón y II de Valencia, conocido como ‘el Benigno’, y contra la segunda esposa de este, la reina Leonor de Castilla. Los acontecimientos del ‘Hecho’, cuestionados hoy por su veracidad, están recogidos en la Crònica de Pere el Cerimoniós (Crónica de Pedro el Ceremonioso), el más extenso y detallado manuscrito en lengua catalana de los siglos XIII y XIV. El rey Pedro IV ‘el Ceremonioso’, hijo de Alfonso ‘el Benigno’, ordenó redactar la Crónica, que abarca el período comprendido entre los años 1319 y 1369, como justificación política de su reinado y parte del reinado de su padre quien, en 1329, inducido por la reina Leonor, dispuso, en favor del hijo recién nacido de ambos, el infante Ferrán, enajenar siete villas pertenecientes a los reinos de Valencia y Aragón; a estas siguieron otras seis villas más en 1332. El rey Alfonso incumplía así el juramento solemne dado a los notables valencianos de preservar intacta la herencia del futuro rey Pedro, hijo de su primer matrimonio, beneficiando al hijo de la reina castellana.
Las villas valencianas de Morella, Játiva, Morvedre, Alzira y Castellón de la Plana, a las que se adhirieren villas de Huesca, Calatayud, Montbanc y Tárrega del Reino de Aragón, rehúsan jurar lealtad a la reina Leonor como nueva señora. El rey impone el juramento por la fuerza de las armas. Poco después, encabezadas por Vinatea, las villas valencianas se rebelan contra el rey Alfonso. Relata la Crònica que el jurado de Valencia se postula entonces para presentar al rey las exigencias de los notables sublevados. ‘No rogaré por mi vida —asegura, antes de partir—. Si el rey quiere darme muerte, moriré por lealtad’: lealtad al Reino de Valencia y a los valencianos, puesto que con su decisión el rey, prosigue la Crònica, ‘no quería otra cosa sino retirar los privilegios y separar el Reino de Valencia de la Corona de Aragón, porque, separados las villas y lugares tan apropiados como aquellos que eran de la ciudad de Valencia, Valencia no sería nada’. Dicho esto, el ‘esforçado Vinatea’ parte de la antigua ‘casa de la cofradía de San Jaime, donde fueron ajustados los consejos que rigieron la vida de Valencia […] para oponer el protestamiento de Valencia al rey Alfonso II por el contrafuero de la donación al infante Fernando de las villas de Alzira, Burriana, Castellón, Morella, Molvedre y Játiva, que fueron liberadas al gesto sublime de varón tan insigne que el pueblo valenciano secundó con gran virilidad’.
La rebelión conseguiría revertir las donaciones decretadas por el rey. Por ello se considera a Vinatea héroe de la identidad nacional valenciana. Hoy, sin embargo, se cuestiona que el verdadero propósito del jurado fuera preservar los privilegios del Reino de Valencia frente al Reino de Castilla; más bien pretendía preservar los privilegios exclusivos de la ciudad capital frente al resto del Reino. Por otra parte, la reputación histórica de Vinatea se ha visto arruinada por completo al conocerse en fechas recientes que asesinó a su primera esposa y al amante de esta tras descubrir la relación adúltera; crímenes agravados por el hecho de hallarse ella embarazada. Confesados los crímenes, considerados entonces como ‘delitos de honor’, y satisfecha la correspondiente sanción dineraria, Vinatea fue absuelto por el rey Jaime II ‘el Justo’.
Sinopsis de la ópera de Vinatea
Acto Primero. En la Sala de Jurados de Valencia se debaten las pretensiones de la nueva reina, Leonor de Castilla. Intervienen los representantes de las villas de Alzira y Morella, quienes exponen su preocupación por el malestar creciente en el Reino debido a las donaciones de villas, que durante la minoría del infante Ferrán serán gobernadas conforme a los intereses de Leonor y del Reino de Castilla. A continuación, los jurados urgen al Consejo reunido a adoptar acciones encaminadas a revertir la situación.
Francesc de Vinatea, jurado de la ciudad de Valencia, toma la palabra y se postula para enfrentarse al rey Alfonso en defensa de los fueros de su tierra. Aunque no vacila respecto al modo de acometer la misión, el jurado es consciente —también se lo ha hecho notar su esposa Jacmeta— del peligro mortal que entraña interponerse a la voluntad de los reyes.
Acto Segundo. Después de comulgar y dictar testamento, Vinatea se dispone a acudir a la audiencia concertada en Palacio. Se despide de su apesadumbrada esposa y de su hijo Nicolau, advirtiéndoles cuán alto estima la justa posición que defiende, y exhortándoles a perder el cuidado por su vida, pues le acompaña el Altísimo.
En Palacio, ante el trono de los reyes y la corte reunida, la guardia escolta a los jurados con Vinatea al frente. Con sosiego expone este la naturaleza del asunto que les congrega: el contrafuero que supone la enajenación de villas que pretende la reina Leonor. Enfurecida, la reina recuerda a Alfonso que su hermano el rey de Castilla no consentiría protesta alguna como aquella, ni ultraje tal a su persona, sin ordenar degollar a todos los jurados. El rey, en tono paciente, responde a la reina con las palabras que recoge la Crònica: ‘Reina, nuestro pueblo es libre, y no así́ el subyugado pueblo de Castilla; libre porque ellos tienen a Nos como señor, y Nos a ellos como buenos vasallos y compañeros’; reconoce la protesta de las villas de Valencia y revierte las donaciones hechas al infante Ferrán.
Acto Tercero. En una calle de Valencia, Giner Rabasa y Vinatea comentan lo ocurrido en Palacio y las posibles represalias por parte de la reina. Un grupo de niños pasa cantando. Los jurados se despiden. Vinatea se cruza con dos hombres extraños; uno comienza a reprocharle la actitud insolente en Palacio. Vinatea intenta en vano razonar. Los hombres desenvainan y lo acuchillan con saña. Los siervos de Valencia claman horrorizados al reconocer en el muerto al héroe defensor de sus fueros.
‘No se preocupe: en el Liceo no hay censura’
En la fecha convenida, 19 de enero de 1974, Vinatea sube a escena en el coso barcelonés. El empresario Pàmias había puesto a disposición de Salvador el teatro; el capital preciso para todo lo demás saldría del concierto entre las tres diputaciones valencianas, el Ayuntamiento de Valencia y las Cajas de Ahorros de Valencia y Castellón. Escasos días antes de alzarse el telón, la compositora confía al empresario el temor de revivir la experiencia de La filla del Rei Barbut, cuyo estreno quedó aplazado por la censura debido al texto en valenciano; ahora, además del idioma, estaba la cuestión política: la actitud del protagonista, rebelde ante el poder establecido, y ciertas frases que Salvador no dudaba en calificar de ‘fuertes’. Pàmias disipa el temor de Salvador con una sola frase: ‘No se preocupe: en el Liceo no hay censura’. Y, en efecto, no hubo ninguna objeción por parte de la censura.
En su estreno, Vinatea cosecha aplausos y excelentes críticas. Xavier Montsalvatge (La Vanguardia, 22/1/1974) alabaría la sobriedad del lenguaje musical de Salvador, su minimalismo efectista y los curiosos recursos armónicos utilizados; ‘las cadencias modales que dan a la partitura una constante suavidad y un aire arcaico sin llegar a ser imitativo de clásicos o primitivos’. El compositor y crítico es consciente de que la elección del tema antiguo privaba a Vinatea de imponerse como novedad, ‘pero que la naturaleza musical de Matilde Salvador era tan auténtica’ que en absoluto relegaba la ópera a la marginalidad. Como momentos mejor logrados destacaba el ‘vigoroso monólogo de Vinatea en el segundo cuadro’; el motete latino que canta el coro en el segundo acto y todas las intervenciones corales acontecidas en el tercero; también el diálogo final entre Vinatea y su esposa, ‘de ternura y luminosidad melódica singulares’.
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