Marina Mescheriakova, Jana Iliev, Torsten Kerl, Coro del Gran Teatro de Ginebra. Orquesta de la Suisse Romande. Fabio Luisi
PHILIPS 464 629-2/464 630
2CD
Recuperaciones recientes, pocas, y su reflejo en sendas grabaciones, han traído a la actualidad una ópera de Verdi poco apreciada en su tiempo, que había estado precedida de algunos éxitos y, sobre todo, de éxitos duraderos como Nabucco y Ernani, entre otros. Si el 125 aniversario del nacimiento del compositor propició uno de aquellos registros, ahora ha sido el centenario de su muerte el que ha despertado el deseo de extender el conocimiento de su obra a títulos casi olvidados. Alzira, con libreto de Salvatore Cammarano, basado en “Alzire, ou les Américaines”, de Voltaire, se estrenó en Nápoles el 12 de agosto de 1845.
Las sesiones de grabación tuvieron como escenario el Victoria Hall de Ginebra entre el 29 de junio y el 2 de julio de 1999, lo que se refleja en la magnífica calidad de sonido a lo largo de toda la obra. Cuenta y mucho para la versión lograda la concepción aportada por el director, Fabio Luisi. Aunque para Verdi la ópera era “una porquería”, se trataba de una autoexigencia claramente condicionada por la reacción poco favorable del público porque sin ser extraordinaria en su conjunto, sí tiene momentos de interés y hoy, conocedores de toda la música de Verdi en su conjunto, no deja de resultar una pieza valiosa en ese conjunto. A él se someten las intervenciones de Marina Mescheriakova en el papel de Alzira; Ramón Vargas, en el de Zamoro; Paolo Gavanelli, en el de Gusmano, y de Torsten Kerl, en el de Otumbo. De forma paralela a las intervenciones de cada uno de ellos y del resto del reparto, corre la comentada dirección de Fabio Luisi, buscando una continuidad y apoyatura para cada uno de ellos, así como para las aportaciones del Coro del Gran Teatro de Ginebra, que ha preparado Guillaume Tourniaire.
A medio camino entre reconocer el genio verdiano en más de un momento y la sinceridad de que no estamos ante uno de sus aciertos, el saldo se inclina a favor de conocer también esta ópera, de penetrar en los aciertos y en encajarla en el conjunto de una producción que ocupa un lugar de privilegio en el mundo de la ópera. Y, una vez más, hay que decir que el empuje y la calidad de este registro ayudan, como se decía en el teatro antiguo, a “perdonar a Verdi sus faltas”.