El Teatro Real ofrecerán cuatro únicas funciones de ‘Tristán e Isolda’ de Wagner, entre los días 25 de abril y 6 de mayo, bajo la batuta de Semyon Bychkov
Tristán e Isolda es, sin duda, una de las más excelsas partituras de la historia de la ópera. Este martes, 25 de abril, volverá al Teatro Real con un reparto estelar, bajo la batuta de Semyon Bychkov, que estará al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Se ofrecerán cuatro únicas funciones, hasta el 6 de mayo.
El elenco vocal estará encabezado por Andreas Schager, considerado el más grande Tristán de la actualidad. Actuará junto a Ingela Brimberg como Isolda y Franz-Josef Selig encarnando al Rey Marke. Completarán el elenco John Lundgren, Neal Cooper, Ekaterina Gubanova, Jorge Rodríguez-Norton, Alejandro del Cerro y David Lagares.
Sobre Tristán e Isolda
Tristán e Isolda es todo un hito en la historia de la ópera, por su armonía, orquestación, hondura y trascendencia. Se gestó en poco más de dos años, como una especie de gran catarsis, en un período convulso en la vida de Richard Wagner: exilio, crisis matrimonial, ruina económica y fatiga en la composición de su descomunal Tetralogía.
Wagner pretendía componer una ópera sencilla, que le solucionara los problemas financieros, sin complicaciones escénicas y dramatúrgicas. Sin embargo, encontró en el arcano del amor, su complejidad y su éxtasis, el impulso para llevar al límite su escritura armónica. Pronto se dio cuenta de que Tristán e Isolda sería mucho más de lo que se había propuesto.
La leyenda medieval de Tristán e Isolda que Wagner utilizó para su drama musical en tres actos plantea la extrema tensión que lleva a la pareja de amantes protagonistas a romper todas las normas morales, éticas y religiosas, poseídos por el hechizo de un filtro fatal, trasunto simbólico de la pasión, amor y erotismo que los consume.
La concepción wagneriana del arte total como confluencia y simbiosis de palabra y música, la utilización del mito en su dimensión universal y primigenia, la melodía infinita y la espiritualidad religiosa se elevan a través de la música, articulando las contradicciones ontológicas del amor en sus múltiples dimensiones.
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