Con Tosca Puccini realiza una importante incursión en el verismo con cierto acercamiento, a su vez, a la ópera heroica y trágica, bien lejos del lirismo intimista de su inmediata anterior La Bohème. Fue su quinta ópera una aportación preciosa al mundo del melodrama. Como en el caso de su cuarta ópera, la fuente de este triángulo amoroso fue francesa: La Tosca de Victorien Sardou quien, según propia manifestación, se había inspirado en las guerras religiosas de Francia en el siglo XVI, concretamente en el caso del condestatable católico Montmorency, de Toulouse, que prometió a una campesina salvar a su marido de la horca si ella se le entregaba. Aceptó, pero el esposo apareció colgado en el cadalso, como cuenta Carner en su muy completo estudio sobre Puccini.
Por José Ramón Tapia
El compositor italiano se interesó por el drama de Sardou desde que lo presenció en 1889 en Milán, con Sarah Bernhardt. Tardó algún tiempo en decidirse a crear su ópera debido a fuertes objeciones al argumento, pero al fin optó por él solicitando a sus habituales colaboradores, Giacosa e Illica, la escritura del libreto.
Primeramente lo había hecho para Alberto Franchetti hacia 1893, aunque no se llegó a materializar el proyecto. Sin embargo, Giacosa se mostró en principio remiso a su versificación, declarando que mientras La Bohème era toda poesía sin argumento, Tosca era puro argumento sin poesía, ‘con marionetas en vez de personajes auténticos’. Más tarde algunos críticos la tildaron de ‘una obra de escasos méritos destinada a sobresaltar’. Hay otra visión más realista y justa que declara que un ‘triángulo amoroso que incluye un diva delirante, un artista que la ama pero que también ama la democracia y un sádico jefe de policía que se dedica a perseguir a los demócratas y destruirlos y, además, desea a la diva, tiene que ser una obra que conmocione y sobresalte’ (E. Morlden).
Es precisamente en ello donde Puccini demostró su genialidad. En este drama de carácter en el que encontramos tortura, ejecución, intento de violación, asesinato y suicidio y nada menos que cuatro muertos, el compositor supo hacer resaltar la poesía. El maestro de Lucca supo crear la fuerte atmósfera que convenía a cada escena y, a pesar de su verismo, contiene una fuerte vena lírica, de inspiradísimo melodismo. La instrumentación, muy colorista, de gran viveza, jamás estorba a la voz.
Los tres personajes principales (Tosca, Cavaradossi y Scarpia) tienen todo lo deseable para que los buenos cantantes desarrollen sus mejores dotes, tanto canoras como dramáticas. La partitura contiene unos sesenta temas que se repiten, no exactamente como el leitmotiv wagneriano, aunque sí asociados con los muchos sucesos y episodios del drama.
La trama, reducción a tres de los cinco teatrales, no puede explicar bien algunas implicaciones de sus personajes, con el revolucionario pintor Cavaradossi, Angelotti, cónsul en Roma perseguido por sus ideas políticas, el barón Scarpia, jefe de la policía, y Floria Tosca, célebre cantante. Aún así, el asunto llega a calar totalmente en el ánimo del espectador y la heroína pucciniana, religiosa, romántica, ardientemente apasionada, fuertemente celosa, que llega a matar por amor, resulta un carácter extraordinariamente sugestivo.
Su plegaria ‘Vissi d’arte‘, que Puccini consideraba que retrasaba la acción, es uno de los lamentos humanos del arte lírico. El ardiente dúo del acto primero o el del final a partir de ‘O dolci mani‘ son momentos que poseen toda la grandeza del que ha sido uno de los mejores pintores de las pasiones amorosas, retratando a la pareja enamorada con la emoción siempre original de Puccini.
Las celebérrimas ‘Recondita armonía‘ y ‘E lucevan le stelle‘, conmovedoras arias de tenor, quedaron como ejemplo, inigualable, de verismo melódico. Con respecto a Scarpia, pocas veces se ha acertado con una música que resulte tan explícita reflejado al carácter de quien representa la fuerza dramática de la ópera. Toda la instrumentación que le acompaña, desde los tres iniciales acordes orquestales, principal leitmotiv de este personaje, hasta el momento de su muerte es una continua pintura de quien, según las instrucciones escénicas debe ser ‘sardónico, irónico, feroz y presa de erótica pasión’.
Tosca se estrenó en el Teatro Constanzi de Roma, el 14 de enero de 1900. La crítica no fue muy entusiasta, pero, una vez más en la historia de la ópera, el público fue más allá que el conocedor y acogió con entusiasmo la obra que al cabo de un siglo de su presentación sigue siendo una de las óperas más representadas.