Título: The Beginning of The End of Nuclear Weapons
Dirección: Álvaro Orús
Música: David Bazo
Género: Documental
Año: 2019. España
En el arte convergen aspectos diferenciales que dan sentido a la realidad de las últimas cosas. Para algunos, y entre estos los hay escépticos, la música —la más humana de todas las artes— no solo posee la noble capacidad de emocionar —primera razón de su propia existencia—, sino que también se muestra, y esto es un hecho irrefutable, comprometida con la realidad que nos rodea. En este sentido encontramos obras que hunden sus raíces en el complejo entramado de las causas sociopolíticas, y también económicas, que gobiernan nuestro maltrecho ecosistema. Se trata de la música del compromiso o comprometida, según se mire, género que ahonda en los aspectos críticos que de una u otra manera intentan reivindicar y denunciar un determinado hecho. Tomando como punto de partida ese compromiso no exento de sensibilidad es fácil intuir hacia dónde se dirige la música que el compositor madrileño David Bazo ha escrito para el documental The Beginning of the End of Nuclear Weapons. Por tanto, la importancia de la música no estriba solo en contar la historia desde la orilla de la emoción, donde la sensibilidad del compositor ilumina el océano de las denuncias, como el faro de la isla guía al barco en su nocturno peregrinar, sino también en narrar con precisión y espíritu crítico el porqué y el para qué de esta necesaria reivindicación cinematográfica.
Tomando como punto de partida y encuentro la celebérrima frase que la activista y superviviente del genocidio de Hiroshima Setsuko Thurlow pronunció en la ceremonia de los premios Nobel en el año 2017, The Beginning of the End of Nuclear Weapons, el director Álvaro Orús y su equipo dan buena cuenta de esta situación que sirvió para firmar un tratado que ponía la primera piedra en la carrera por el desarme nuclear en los países del ‘primer mundo’. El documental recoge, ora testimonios de un buen puñado de personajes y/o activistas que de una u otra manera intervinieron en la realización del acuerdo, ora imágenes de archivo —genealogía de la bomba— que ayudan a contextualizar el impacto humano que los efectos de las armas nucleares tuvieron en la población civil. Una película comprometida con la causa que declama en el lenguaje más universal de todos, la música. Y este ha sido otro acierto de la producción, contar con la participación del compositor David Bazo, músico de arte y ensayo que busca, a través de sus heterogéneas melodías, comprometer al espectador —concienciar y emocionar— con una realidad tan luctuosa como esta.
Los pentagramas se construyen desde la autenticidad que las propias melodías tienen, verdades propias que suenan en derredor de un leitmotiv que, por aquello de la historia, llama al compromiso. La música, mecánica y fría, que no distante —posee alma—, se enreda con los ritmos techno en ese necesario encuentro con la civilización que construye y destruye a partes iguales mostrando la peor cara del ser humano. La partitura dibuja, no solo el ritmo frenético y despiadado —deshumanizado— de la conquista nuclear, sino también la emoción que habita en las zonas abisales del sentimiento humano. Los recuerdos de la barbarie… La música de este orfebre de la sensibilidad teje a través de las imágenes un entramado de emociones contradictorias en el que la mezcolanza de ideas y sonidos da sentido al mensaje humanitario y antibelicista que desprenden los fotogramas del documental. Utilizando una paleta de color similar a la empleada en su TimeTraveller o su Lienzo en el espejo —la más humana de todas sus obras—, David Bazo muestra que la emoción no está reñida con el compromiso, y que la música, como el lenguaje más universal que tenemos, puede ser (lo es) una buena razón para cambiar las cosas.
Guarda mi nombre dice
Excelente reseña para una excelente obra.
Una película memorable que nos enfrenta con la realidad en la que vivimos y una magistral aprtitura que la acompaña.
Felicidades a los responsables e implicados.