Por Fabiana Sans Arcílagos
Elogiada por Liszt, Rossini, Rubinstein y Brahms, ejecutaba Chopin y Beethoven como ningún otro pianista de su época y fue, además, una de las pioneras en la grabación de rollos de pianola. Hoy, a cien años de su fallecimiento, le rendimos homenaje con unas breves notas sobre su vida.
El 22 de diciembre de 1853 nace en Caracas (Venezuela) la pequeña María Teresa Gertrudis de Jesús Carreño García de Sena, quien unos años más tarde se dio a conocer únicamente como Teresa Carreño.
Procedente de una familia acomodada, la Carreño fue criada bajo la supervisión estricta pero amorosa de sus padres, doña Clorinda García de Sena y Toro y don Manuel Antonio Carreño, autor del famoso Manual de urbanidad y buenas maneras (1853) escrito en Venezuela y con gran repercusión internacional, hasta tal punto que en España fue aprobado para la enseñanza en las escuelas de instrucción primaria en 1855.
Las inquietudes musicales de Teresa se percibieron desde los primeros años de vida. Con tan solo 4 años, Manuel Antonio guió las curiosidades musicales de la niña, primero con pequeños ejercicios para sus pequeñas manos, luego le enseñó a encontrar las terceras, hasta que, de forma progresiva, Teresita se sentaba con gran seguridad en el teclado para ejecutar pequeñas danzas con un sencillo acompañamiento o a improvisar “óperas” para sus muñecas.
Su padre, viendo las dotes de la niña, le compuso para ella una serie de quinientos ejercicios que abarcaban distintas dificultades técnicas y rítmicas, además aprendió a trasportar a cualquier tono las lecciones. El rápido avance y seriedad en el estudio de la pequeña Teresa, hizo que Manuel Antonio buscase al que sería su primer profesor fuera del hogar, el pianista Jules Hohené, quien la instruyó en la música de Mendelssohn y Chopin.
Entre 1861 y 1862, Teresita dejó ver su maestría como pianista en diversas veladas privadas en casas de amigos y conocidos de sus padres, donde interpretaba arreglos de las melodías de Norma o I Puritani. Además, ofrecía a los asistentes largas improvisaciones “para sus muñecas”, donde se dejaba ver el rico manejo de la armonía que había desarrollado sin llegar a cumplir 10 años.
Manuel Antonio y su familia, preocupados por la inestabilidad política y la falta de condiciones sólidas para el desarrollo musical de Teresita, deciden trasladarse a Nueva York, emprendiendo el viaje el 1 de agosto de 1862, y llegando a tierras americanas veintitrés días después.
Una vez instalados en la Gran Manzana, tanto Teresa como su hermano menor reciben clases de música en una escuela de la Segunda Avenida, donde la familia residía. Además, su padre se dedica a la enseñanza del piano a jóvenes y empieza a fungir formalmente como promotor de la carrera musical de su hija Teresa a través de veladas musicales privadas. Gracias a una de ellas, la niña conocería al pianista y compositor estadounidense Louis Moreau Gottschalk, quien se convertiría en su guía musical, adquiriendo carácter y una nueva manera de ver la música desde la perspectiva de un verdadero genio. La admiración que Teresa sentía por el pianista americano hizo que incluyera algunas de sus obras en su repertorio.
El 7 de noviembre de 1862 se llevó a cabo en el Irving Hall (posterior Irving Place Theatre, hoy demolido) de Nueva York un concierto privado para amigos y los más grandes músicos neoyorquinos: 1250 butacas fueron ocupadas para escuchar al prodigio venezolano. El programa fue, como de costumbre, variado, y contó con la participación de otros músicos. Las piezas que Teresa interpretó fueron de Sigismund Thalberg: Gran Fantasía y variaciones sobre Norma de Bellini, Op. 12, Fantasía para piano de Il Trovatore de Verdi, Op. 77; Capricho sobre Hernani de Émile Prudent; Bananier de Gottschalk; y un arreglo a cuatro manos del Vals Gottschalk, compuesto por Teresa en honor a su maestro. Viendo el gran éxito de esta representación se decidió programar el que sería su primer concierto público. Así el 25 de noviembre de 1862 en la misma sala, debuta oficialmente la pequeña Teresa Carreño.
Rápidamente se propagó la grandeza de la pequeña venezolana. Siguieron conciertos de gran relevancia, como el ofrecido en la Academia de Música de Brooklyn, conducido por Theodore Thomas, o el de la Academia de la Música, con 3000 butacas agotadas para celebrar el cumpleaños número nueve de Teresita, donde además estrenaría su Capricho para piano.
El 2 enero de 1863 se enrumban la pianista y sus padres a Boston, en la que sería su primera gira como concertista. Una veintena de presentaciones se llevaron a cabo, entre las que destaca la realizada el 24 de enero en el Music Hall con la Orquesta Filarmónica de Boston, dirigida por Carl Zerrahn, donde interpretó el Capricho brillante para piano y orquesta de Mendelssohn. Este mismo año viajarían a Cuba, respaldados por las recomendaciones que Gottschalk había hecho a empresarios y gestores de teatros. Finalmente, se presentaría en La Habana, primero en una velada privada y posteriormente en conciertos públicos.
Una vez concluida su estancia en el país caribeño, la familia Carreño regresa a Nueva York y, tras un brevísimo descanso, la niña es invitada por el presidente Abraham Lincoln a tocar en la Casa Blanca para él, su esposa e invitados allegados. En dicha ocasión, Teresa interpretó Marche de Nuit Op. 17, Dernière espérance Op. 16 y The Dyng Poet de Gottschalk, además de Listen to the Mocking Bird, pieza favorita del presidente.
París y su debut europeo
Los Carreño, en su empeño por darle las mejores condiciones musicales a su hija y tras dos años casi inactivos -salvo por presentaciones privadas- deciden tomar un nuevo rumbo, esta vez cruzar el Océano Atlántico hasta Europa. Así, el 13 de marzo de 1866 parten primero a Inglaterra (con una breve estancia en Liverpool) e inmediatamente a París, ciudad a la que llegan el 3 de mayo de ese año 1866. La temporada de conciertos estaba a punto de finalizar y los Carreño necesitaban dar a conocer a la niña prodigio a los empresarios y regentes de sala.
El señor Érard, dueño la sala de conciertos y director de la famosa marca de pianos que lleva su apellido, es quien se va a encargar de gestionar los primeros conciertos de Teresa en la ciudad de las luces. En primer lugar, se organizaron veladas privadas, como ya era costumbre y, una vez dada a conocer, se gestionaron sus presentaciones en la citada Sala Érard, con las que se introdujo a la niña en el medio musical parisino.
Pero Érard, encantado con la genialidad pianística de la joven Teresa, organizó un exclusivo concierto para la noche del 10 de mayo en un lujoso apartamento de la 2 Rue de la Chaussée d’Antin, residencia del compositor Gioacchino Rossini, quien a su vez había invitado a la cantante Adelina Patti. Rossini escuchó con atención las piezas elegidas por la pianista y, al finalizar, la llenó de elogios: “No comprendo cómo esta pequeña toca así. La igualdad y limpieza de sus arpegios son tan sorprendentes como la claridad con que destaca la melodía de la frase”.
Otro concierto de gran importancia para la Carreño fue el del 14 de mayo del 1866. Los Érard en su afán de dar a conocer a la joven pianista reunieron en su salón privado a tres jóvenes promesas del piano: Marie Jaëll, Francis Planté y, quien fuera también niño prodigio, Camille Saint-Saëns. Pero el invitado principal era el compositor, director y pianista húngaro Franz Liszt, que quedó tan sorprendido de la interpretación de Teresita que le dijo: “Pequeña, Dios te ha dado el mayor de los dones, el genio. Trabaja, desarrolla tus talentos. Sobre todo continúa fiel a ti misma, y con el tiempo serás como uno de nosotros”. Liszt ofreció a la joven que se trasladara a Roma para recibir clases con él, pero finalmente no se pudieron llevar a cabo.
Los vínculos con los Rossini y Liszt le sirvieron a Teresita para presentarse en las grandes salas de París con gran acogida; su último concierto en esta temporada lo ofreció el 6 de junio de 1866. Rossini, quien había quedado encantado con la joven promesa la recomendó, además, para que se pudiese abrir camino en Londres.
Fue este año cuando la joven Teresita Carreño, como fue dada a conocer por la prensa europea, viaja a España, específicamente a Madrid, a dar algunos conciertos en esta ciudad. El primer concierto en la capital española del que tenemos noticia que ofreció Teresa Carreño, lo realizó para un círculo privado, en el que se encontraban empresarios, regentes de salas de conciertos y diversas personas de la alta sociedad madrileña y la corte. Tras varias presentaciones en salones privados, donde consiguió enaltecer su nombre, se prepara para presentarse en el gran Salón del Conservatorio de Madrid y en el Teatro Real de esta misma ciudad.
Regresa a París con la gloria a sus pies. Gracias a los contactos que habían logrado desde su primera vista, Teresa conoce a Charles Gounod, quien se quedó tan sorprendido con la genialidad de la pianista que organizó una presentación en el salón de la princesa Matilde, prima de Napoleón III, donde conoció no solo a la princesa sino al compositor francés Daniel-François Auber, a Hector Berlioz y el editor Jacques-Léopold Heugel, quien se encargo de publicar las composiciones de la joven en París.
Tras un año de presentaciones, se traslada en 1868 a Inglaterra, donde ofreció varios conciertos, entre ellos una presentación especial a la princesa de Gales. En uno de sus conciertos conoció al pianista ruso Anton Rubinstein, quien se convertiría además de su profesor ocasional de piano, en su mentor de juventud. Una de las anécdotas en uno de sus encuentros fue cuando Teresa le solicitó al maestro que leyeran juntos un pasaje del que ella tenía sus propias opiniones; Rubinstein simplemente le exigió a la joven que hiciera lo que él decía, puesto que él era el maestro, a lo que ella preguntaba por qué hacerlo de esa manera si ella pensaba distinto. El pianista, enfadado, le profirió con voz altiva “¡Yo soy Rubinstein!”, a lo que ella contesto con un gesto similar y enfado “¡Yo soy la Carreño!”. Desde ese momento, el gran maestro ruso la vio como su igual.
En París conoció a Mauricio Strakosch y el coronel Mapleson, grandes programadores de conciertos conocidos por su gran rivalidad empresarial. Como parte de su experiencia laboral en la capital gala, Teresa entró a formar parte de la compañía de ópera de Mapleson, donde comenzaría como pianista pero, además, descubriría sus dotes para el canto. Así, durante un tiempo compaginó su carrera como pianista con la de cantante, avalada por la soprano Adelina Patti.
Esta situación se alargaría hasta la muerte de su padre, acaecida en 1874. Desde ese momento la joven, ya casada en primeras nupcias debía ser responsable de la carrera gestada por su progenitor.
Retorno a Venezuela y consagración alemana
Teresa Carreño ya era un nombre conocido mundialmente. Con giras por Estados Unidos, Canadá y los recuerdos de Europa, emprende una nueva faceta como empresaria, profesora y directora de orquesta, esta vez en su país natal.
En 1885 regresa a Venezuela invitada a ofrecer diversos conciertos. El primero de en Puerto Cabello, seguido el 15 de octubre en Caracas en el Teatro Guzmán Blanco (actualmente Teatro Municipal de Caracas). En este concierto ejecutó piezas de Chopin, Gottschalk, Liszt y dos de su autoría Saludo a Caracas e Himno a Bolívar para tenor, coro y orquesta. Tras esta presentación se presenta en otras ciudades del país, además en Trinidad y Curazao.
Pero Teresa no solo se dedicó en esta visita a ofrecer conciertos, sino a organizar la temporada de ópera de 1887 de la ciudad capital del país. La pianista logra reunir treinta y dos artistas, inaugurando la temporada con Un ballo in maschera. Pero las tensiones políticas, la falta de recursos económicos y la renuncia del director de orquesta pusieron a Teresa en un gran apuro. La pianista se hace cargo de la dirección en las representaciones de La Favorita y La sonámbula, pero el poco público y las críticas hacen que la Carreño tome la decisión de suspender la temporada y poner en venta sus trajes, decorados y bienes de la compañía poder costear los compromisos adquiridos.
El fracaso de su estancia en Venezuela la deprimió y decidió regresar a Nueva York. Ya en la ciudad que la vio nacer como artista, Teresa decide partir con sus dos hijos a Europa, donde comenzaría una nueva vida. Se trasladó primero a Londres, luego París y finalmente a Alemania.
Su nuevo debut lo realizó en Berlín, el 18 de noviembre de 1889 en la Academia de Canto, acompañada por Orquesta Filarmónica de Berlín, conducida por Gustav Koegel. En este concierto interpretó el Concierto en La menor de Edward Grieg, obras de Shumann, Weber y Liszt. Posterior a esta presentación de gran éxito, permaneció como solista de la orquesta hasta 1890. Una anécdota de una de estas presentaciones, esta vez en la sala Gewandhaus de Leipzig, fue cuando la pianista conoció a Edward Grieg, quien, tras de escucharla, le dijo: “Señora, no sabía que mi concierto fuera tan hermoso”.
Desde este momento la consagración de Teresa como la “Walquiria del piano” fue absoluta. Con más de cien conciertos anuales, realizó giras por Estados Unidos, México, Cuba, España, Portugal, Australia, Nueva Zelanda, Finlandia, Canadá, África del Sur, Egipto, Italia, Polonia, Austria, Rusia, Francia, Gran Bretaña, entre otros. En este tiempo conoció a Johannes Brahms, quien dijo que “quizá es el mejor pianista de nuestro tiempo”, refiriéndose a ella en masculino como muestra de la más alta admiración.
En 1912, el director Arthur Nikisch organizó un festejo para celebrar las bodas de oro de la pianista. Cuando en 1914 estalla la Primera Guerra Mundial, Teresa que se ve angustiada por la poca cantidad de conciertos programados, así viaja a los países neutrales como Suiza, Holanda, Suecia y España, donde ofrece conciertos en Madrid, invitada por la Sociedad Filarmónica.
Su salud se ve afectada y decide viajar a Estados Unidos. Mientras organiza sus próximas giras, ofrece un concierto en La Habana, pero su salud se va debilitando y el 12 de junio de 1917 muere en su apartamento de Nueva York al lado de su esposo Arturo Tagliapetra, aquejada por la diplopía que padecía en el nervio óptico. Sus restos fueron repatriados a Venezuela y actualmente reposan en el Panteón Nacional en Carac
Teresa Carreño compositora
Si bien es cierto que la Carreño es más conocida como pianista, no debemos dejar de lado sus otras actividades. Fue empresaria y directora en la temporada de ópera de 1887 en Venezuela; cantante durante su juventud, caracterizándose por la hermosa voz de mezzosoprano que cautivó a Rossini y Adelina Patti.
Se dedicó durante muchos años a la pedagogía, bajo la premisa de que el profesor debía adaptar a las facilidades físicas del alumno las dificultades de la obra, promoviendo siempre el desarrollo personal del alumno y no crear una “copia” del profesor, ya que cada uno tiene sus propios métodos y maneras de aprender. Cuenta Milinowski que una discípula acompañaba a Teresa en su estancia en Oberstdorf, la profesora la escuchaba tocar con atención la Sonata en Si menor de Chopin, cuando la joven finalizó la interpretación, Teresa le cortésmente le espetó: “¡Muy bien, muy bien querida! Usted ha captado mis trucos (…) el copiar a otro conduce fácilmente a la caricatura. Lo que es bueno para mí puede no serlo para usted. La interpretación debe salir del corazón. Sin embargo, usted lo ha hecho muy bien, querida. Vaya ahora, encuéntrese usted misma en la Sonata, y me la trae de nuevo la próxima vez”.
De esta etapa como pedagoga ha dejado el libro en el que hace hincapié en el uso adecuado del pedal en la ejecución y estudio del piano denominado Possibilities of tone color by artistic use of pedals, escrito en su estancia en Berlín y culminado por Adelaide C. Okell, ya que fue publicado en 1919, a dos años del fallecimiento de la autora.
Pero otra de las facetas importantes pero poco conocida de la pianista fue su labor como compositora, en la que se inició a muy temprana edad. Con tan solo 6 años empezó a componer para sus muñecas, que con la ayuda de su padre trasladaba al papel alguna de sus “óperas”. Su obra está dedicada casi íntegramente al piano, siendo piezas ligeras, algunas con gran dificultad técnica que reflejan sus vivencias, se inspiran en el repertorio que estudiaba y en los sonidos de su país natal. Según el compositor y musicólogo Juan Francisco Sans, las obras de Teresa deben dividirse en cuatro grandes grupos: obras con número de opus, obras de madurez (sin número de opus), obras escritas durante su infancia en Caracas (sin número de opus) y, finalmente, obras perdidas mencionadas en los documentos.
El primer dato fehaciente del estreno de una de sus obras es el 11 de julio de 1861, durante un acto a beneficio de Albino Abbiati, realizado en el Teatro Caracas. La Banda interpretó Polca, que la niña había escrito para la ocasión. Su catálogo crece tras conocer a Gottschalk al que le dedicó el Vals Gottschalk o Grande valse, publicado en 1862 para piano solo y con un arreglo a cuatro manos en 1865. A estas le siguen las escritas en París como Corbeille des fleus Op. 9 y las que dedica a su madre posterior a su fallecimiento: Marcha fúnebre Op. 11, Plainte Op. 17 y Partie Op. 18.
De sus obras, la más conocida es el Vals Mi Teresita, dedicada a su hija mayor Teresita Tagliapietra Carreño. Escrita en 1882 y publicada por primera vez en 1886 por la Casa Fritsch de Leipzig, se ha reeditado en diversas ocasiones y se han confeccionado arreglos para otros instrumentos. Además, ha sido una de las escasas piezas que se conservan en los rollos de pianola ejecutados por la propia Teresa. Otras de sus obras para piano más memorables son Himno a Bolívar, Saludo a Caracas, Himno al Ilustre Americano, Un bal en Réve, Caprice-polca, Une larme, Fantasía sobre Norma o la Elegía n.º 1 Op. 17. Otras obras que merecen especial mención son el Cuarteto en Si menor para cuerdas y Serenata en cuatro movimientos para orquesta de cuerdas consideradas piezas de gran madurez y profundidad compositiva.
Recursos bibliográficos
Milinowsky, M. (1988). Teresa Carreño. Caracas, Venezuela: Monte Avila Editores
Peñín, J., & Guido, W. (1998). Enciclopedia de la Música en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott
Sans Moreira, J. (2010). Teresa Carreño: Una excepcional compositora venezolana del siglo XIX. Revista de Investigación, 34 (69), 22
Sans Moreira, J., & Pita, L. (2008). Teresa Carreño obras para piano. Caracas, Venezuela: Fondo editorial de Humnidades y Educación UCV
digenesjimnez dice
MUY INTERESANTE, HERMOSO Y PROFUNDO ESTE REPORTAJE SOBRE NUESTRA GRAN MUJER VENEZOLANA: TERESA CARREÑO