La mezzosoprano Teresa Berganza nos dejó el pasado 13 de mayo en Madrid a los 89 años, tras una vida de éxitos y admiración unánime
Por Alfonso Carraté
El tiempo pasa inexorablemente. Mi padre, que, a pesar de sus 89 años, goza en virtud de un presumible pacto con los dioses (que no con el diablo) de una excelente salud, suele comentar lo solo que se va quedando, cuántos amigos se han ido marchando en los últimos años y cómo la vida se sigue abriendo paso, con los hijos, los nietos y las biznietas.
Lo mismo le sucede a la música, a nuestra revista y, claro está, al mundo entero. Si entendemos la vida como el ineludible transcurso del tiempo, los más de 25 años que ya tiene Melómano son una muestra más de ello. Fue la gran Teresa Berganza quien brilló en la portada de nuestro número 1, allá por junio de 1996, y vendió más de ocho mil ejemplares de una revista que debutaba en los quioscos. Y no fue una elección casual sino muy meditada. Toda una declaración de intenciones. Melómano quería apoyar, entonces y siempre, a nuestros artistas, a los jóvenes y a los maduros, a los grandes y a los que acabarán siéndolo. Pero, además, en Teresa Berganza se encerraban muchos valores que siempre hemos defendido: el gran arte, la humanidad, la cercanía y la naturalidad. Teresa me recibió en su casa, para ser entrevistada, como si de un periodista consagrado se tratara, a pesar de que un humilde servidor se estrenaba como director de esta revista y no tenía ningún reconocimiento ni credenciales. Para mí, que había hecho mis pinitos en una breve carrera como tenor, aquello fue un sueño y una lección difícil de olvidar. Siempre me sedujo su canto, por natural, personal y único. Era una artista total, más allá de la voz y de la técnica, que dominaba a la perfección, con aquellas coloraturas de una limpieza extrema. Pero, además, llevaba la música dentro. En una ocasión, ya en sus últimos años, cuando la voz no estaba en su plenitud pero sí su musicalidad y capacidad de comunicar, tras un recital suyo, el director del evento quiso persuadirla de que volviera al año siguiente como directora de orquesta (creo que declinó amablemente la invitación). Y es que sus ojos, su actitud y todo su cuerpo estaban imbuidos de música, aunque no tuviera formación como directora, claro está. Y desde el escenario, parecía dirigir a la orquesta más que el propio maestro encargado de ello a la sazón.
Ahora nos ha dejado… y Melómano va notando el paso de los años y, al igual que mi padre, hemos ido perdiendo a grandes amigos, artistas que ocuparon la portada en los primeros números, como Alfredo Kraus, Victoria de los Ángeles, María Orán o García Navarro. Otros, ya maduros por aquellos tiempos, siguen con nosotros y esperemos que por muchos años, como el grandísimo Achúcarro (que fue portada del número 2), Jaume Aragall o Tomás Marco.
Y, como ya desde entonces quisimos apoyar a los que eran todavía jóvenes, otras portadas de los remotos primeros números se mantienen con éxito en los escenarios y sus nombres siguen siendo un referente en la vida musical, como Carlos Álvarez, María Bayo o Ainhoa Arteta. Porque a una generación sigue otra y otra más a la última, por siempre jamás, y por suerte es una gran mentira aquello de que ahora ya no hay grandes estrellas como antaño, como bien demuestra el creciente número de jóvenes que nos impactan cada día con su música.
Como a todos ha de llegarnos la hora, una de las mayores satisfacciones que podemos llevarnos a la próxima vida es saber que hemos dejado una huella como la que dejó Teresa Berganza en nuestros melómanos corazones.
Milo Cutaia dice
Lamentable perdida amigos.Jamas olvidare su extraordinaria version del Stabat Mater de Pergolesi ,junto a Mirella Freni en esa exelente grabasion.,de años atras..Por eso y por mucho mucho mas,adios querida Teresa.
Milo Cutaia
Musico
Escritor