Tancredi es la décima ópera en el catálogo rossiniano, pero la primera comisionada al compositor italiano. Rossini pasaba por una de sus mejores etapas como creador, los historiadores la denominan ‘su primera madurez’, en la que llegó a componer hasta cinco óperas en un año. Venecia y Milán eran sus lugares predilectos para el estreno de sus obras, obteniendo en dichas ciudades sus primeros grandes éxitos.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Se acercaba la fecha de las fiestas de 1813 y el gerente del Teatro La Fenice de Venecia —que era uno de los teatros más importantes de la época— le encargó al compositor una ópera seria para que se representara y estrenara en el recinto veneciano. Cabe destacar que La Fenice, inaugurada en 1792, se caracterizó por ser un espacio en el que cada obra estrenada tendía a ser un éxito seguro, por ello generó una altísima reputación dentro de los teatros de su categoría. El único requerimiento era que la ópera debía cumplir con las normas establecidas en ese tipo de representaciones: tener arias, recitativos y mantener una unidad de tiempo y espacio.
Finalmente el texto de dicho encargo fue Tancrède de Voltaire, derivación de poema Gerusalemme liberata de Torquato Tasso, inspirado en la figura de Tancredo de Galilea, héroe de las cruzadas. Así, estrena Rossini junto al libretista Gaetano Rossi el 6 de febrero de 1813, su gran ópera dramática con final feliz, un coro alegre y festivo. La ópera rompió con los esquemas formales tanto musical como formalmente. La Fenice invirtió gran cantidad de dinero en el montaje, destacándose los diseños de Giuseppe Borsato, de una gran calidad visionaria. La crítica elogió especialmente la puesta en escena de la cordillera y barrancos empinados del Acto II.
Rossini, que ya contaba con gran éxito, es llamado para que estrene la ópera un mes después en Ferrara (el 20 de marzo), otro de los grandes centros operísticos. Al llegar a la ciudad, se le solicita que modifique el final del la obra y se apegue a la historia de Voltaire, es decir, mantenga el final trágico. Este final fue escrito por el conde Luigi Lechi (involucrado sentimentalmente con la contralto Malanotte) y Rossini para la ocasión, pero no se ganó el favor del público y fue abandonado por el compositor, hasta que en 1977, gracias a uno de los herederos de Lechi que conservaba el documento, fue recuperado y puesto en escena, ganando la consolidación entre los dos finales.
Pero, con lo que no contó Rossini, fue con su propia maestría al componer uno de los finales más interesantes de su producción musical. La estructura del final de Ferrara no se encuentra sujeta a los convencionalismos del momento, tiene una gran riqueza motívica, con grandes contrastes dramáticos, un coro en La menor, sombrío y breve; en el momento de la muerte de Tancredi le acompaña al aria un solo de cuerdas suprimiendo el resto de la orquesta , apagando el sonido junto a la muerte del héroe.
A pesar de su corta edad, Rossini se caracterizó por crear un estilo ingenioso que lo distinguía de los demás tanto en la utilización de los contrastes sonoros o como en el gran manejo orquestal; en Tancredi se deja ver la elaboración de un difícil diálogo entre cuerdas y vientos, además de un papel destacable para los timbales. Pero su genialidad se percibe realmente en el amplio manejo de la voz que lo llevó a componer papeles de gran dificultad; tal es el caso de rol protagónico de Tancredi, en el que se exige tener un registro vocal muy grave, con gran agilidad vocal —si es representado por una mezzosoprano— o un gran manejo de la tesitura —en el caso de una contralto—, para sobrellevar los matices vocales que propone. Por su parte, la obertura no tiene ninguna novedad ya que está tomada íntegramente de su ópera La pietra del paragone, siendo esta práctica común en la época, tanto para las oberturas como para la música de las arias u otras secciones dentro de la ópera, denominándose pasticcio. Los coros son muy significativos, su papel no es el de mero espectador, sino que se unen al propósito orquestal tanto musicalmente como a través del canto, o como diría Carlos Fuentes y Espinosa: ‘palabras en música’.
Argumento
Ópera seria o melodrama heroico en dos actos, centrado en el desencuentro de dos amantes pertenecientes a dos grandes familias sicilianas en continua disputa por la primacía del estado-ciudad de Siracusa en el siglo XII.
Acto I
A la vuelta del año 1000, Sicilia seguía siendo el escenario de grandes batallas entre sarracenos y el Imperio Bizantino; en la ciudad de Siracusa se había mantenido atentos y orgullosos de su libertad, a pesar de las disputas entre las dos familias más poderosas. El joven siracusano Tancredi, descendiente de nobles, había sido expulsado de la ciudad por ser un supuesto traidor. Amenaide, hija de Argirio, había sido cortejada por el noble joven y por el tirano sarraceno Solamir en Bizancio, pero, al regresar a Siracusa, la joven jura amor al primero.
Palacio de Argirio en Siracusa. Orbazzano y Artigio se reúnen para celebrar la paz entre las familias, jurando lealtad y lucha por su país, ya que necesitan combatir juntos el ataque de los sarracenos capitaneados por Solamir. El acuerdo es sellado con el ofrecimiento en matrimonio de Amenaide a Orbazzano. Pero la joven, enamorada de Tancredi, rememora que su amado tuvo que exiliarse a causa de las falsas acusaciones de traición hechas por Orbazzano. La joven, que mantiene contacto con el siracusano, le escribe una carta explicando la situación y le pide regrese. Esta carta no aclara el nombre del amante.
Cerca de los parques del Palacio de Argirio llega de incógnito Tancredi con su fiel Roggiero a Siracusa; el joven no ha recibido la carta de Amenaide. Tancredi, para saber si la joven le es leal, le solicita a su compañero la cite con un caballero desconocido que quiere hablar con ella. Pero Argirio, que se había percatado del desembarco del joven desterrado, acelera la boda de su hija solicitándole respete los deseos de su padre y los deberes con la patria. Finalmente Amenaide, al quedarse sola, es alcanzada por Tancredi, que se había escondido en el jardín. La joven, asustada por el destino de su amado que está sentenciado a muerte, le insta a huir sin dar mayores explicaciones. Este le exige que le explique sus motivos, pero la joven solo le pide que por su amor se deben separar.
Reunidos todos en la plaza de la ciudad, el pueblo se congrega para celebrar la boda entre Orbazzano y Amenaide. Argirio entrega a su hija y esta se niega a contraer matrimonio, entonces el prometido muestra la carta que le ha interceptado y señala a la chica de traición, ya que dice que la carta es para Solamir. Por su parte, Tancredi que ha presenciado el acto, la cree culpable. Repudiada por su padre, Amenaide es condenada a muerte por traición.
Acto II
Galería del Palacio de Argirio. Orbazzano está sediento de venganza y lleva a juicio del senado a Amenaide, en el que la condenan a muerte. Cuando la joven está a punto de ser horcada, se acerca a su rescate ‘el caballero desconocido’, quien acepta defender a Amenaide en un juicio de Dios desafiando a Orbazzano. El juicio se lleva a cabo y resulta ganador Tancredi. El joven, que revela ahora su identidad, decide luchar contra Solamir, porque él cree que Amenaide le ha sido infiel. La joven intenta convencer a su amado de su inocencia, pero este se precipita a la batalla final. Los caballeros siracusanos han perdonado a Tancredi y lo siguen en la lucha. Tancredi derrota al enemigo.
En el final de Venecia, todos regresan victoriosos. Solamir muere y garantiza el honor e inocencia de Amenaide. Todos cantan con gran júbilo. En el final de Ferrara, a pesar de vencer a las tropas enemigas, Tancredi es herido. Los soldados cargan con el joven moribundo; Solamir al morir ha asegurado el honor de Amenaide. Tancredi perdona en su lecho de muerte a su amor.
Los aportes de Tancredi
Nacido en Italia en 1792, Rossini se conoce en gran parte por sus óperas cómicas, pero también por haber sido uno de los principales representantes de la ópera seria, especialmente por sus grandes aportes al bel canto, dejando en clara evidencia el realce de la línea melódica del canto por encima del drama, desarrollándolo hasta tal punto que algunas de sus obras se creían imposibles de cantar.
Rossini fue un hombre innovador, pero a la vez conservador; introdujo formas nuevas pero sin dejar de cultivar las antiguas. Fue conocido por sus contemporáneos como el ‘Cisne de Pesaro’ o ‘El pequeño alemán’ gracias a la influencia germana que se dejaba entrever en sus obras. Se inició con tan solo 12 años en el arte de la escritura musical, aunque el compositor cortó tajantemente su producción operística cuando esta estaba en su plenitud; el italiano advertía que su principal motivación era complacer y agradar al público con su música.
Sus primeras producciones se pueden situar en el entorno del Teatro San Moisè en Venecia, Teatro del Corso de Bolonia, y el Comunale de Ferrara. Pero es en 1812 cuando compone a petición de La Scala de Milán La pietra del paragone, que tras cincuenta y tres presentaciones convierte a Rossini en el compositor italiano más exitoso del momento. A pesar de esto, es en el año 1813 cuando se consagra como compositor de ópera seria y cómica con sus obras Tancredi y La italiana en Argel.
La noche de 6 de febrero de 1813 se estrena Tancredi, ópera para contralto y soprano en los roles principales; las encargadas para esta primera presentación fueron Elisabetta Manfredini como Amenaide y Adelaide Melanotte como Tancredi. Tras esta primera presentación, Melanotte no había quedado complacida con la cabaletta ‘Oh, patria… Di tanti palpiti’, ya que comentaba que la misma no le generaba ninguna dificultad vocal. Así, la contralto le solicitó al compositor que compusiera un aria para ella. Se mantuvo indispuesta en las dos siguientes representaciones hasta que su petición fue ‘aceptada’ por Rossini quien le compuso el aria ‘O sospirato lido… Dolce d’amor parole’ con gran protagonismo del violín. Pero con lo que no contaba Melanotte era con que Rossini retomaría inmediatamente la cabaletta original, convertirtiéndose casi en un himno para los venecianos.
En este número —el tercero de la ópera—, Rossini innova en el esquema de las arias, suprimiendo las da capo e incluyendo el modelo tripartito al que se recurría frecuentemente en las óperas cómicas; este modelo aligeraba las partes y mantenía una continuidad musical y dramática. Así, el aria consta del recitativo ‘¡O patria!’, la cavatina ‘Tu che accendi’ y la cabaletta ‘Di tanti palpiti’. Esta última representa la entrada de Tancredi en escena y se inicia con una evocadora introducción orquestal, tiene una forma binaria con un puente entre A y A’ en el que se realiza una pausa para que la cantante improvise; finaliza el aria con una coda virtuosa para la cantante. Este aria se difundió dentro y fuera del entorno veneciano gracias a los arreglos o variaciones instrumentales realizada por compositores como Paganini o Czerny. El número describe las emociones de Tancredi al regresar de nuevo a su tierra de donde fue expulsado injustamente y el anhelo por su amor.
Tanto el aria de Tancredi como el final de Ferrara fueron los cambios más destacados y reconocidos de Rossini en esta ópera, pero no han sido los únicos. Por ejemplo, debemos recordar las arias ‘Se ostinata ancor non cedi’ y ‘Al campo mi chiama’ alternativas a ‘Pensa chi sei mia figlia’ y a ‘Ah, segnar invan io tento’, las dos primeras compuestas para las primeras representaciones en Ferrara y que deben ser interpretadas por Argirio. Por otro lado, tenemos la que corresponde a Amenaide en la que se suplanto el aria ‘No, che il morir non è’, compuesta para Venecia por ‘Ah, se pur morir degg’io’. A pesar que se han recuperado estas arias, dichas modificaciones no perduraron en vida de Rossini, quien revirtió los cambios de Ferrara y mantuvo en vida la representación veneciana.
Tancredi, según el biógrafo de Rossini, Richard Osborne, es una obra de un genio inocente, en el que las melodías y el ritmo van tejiendo cada situación manteniendo una fluidez brillante. La partitura fue escrita en su totalidad por el compositor, y en ella mantiene vivacidad en los recitativos secco y gran elocuencia en las arias. A pesar de los pastiches, gran parte de la obra es novedosa y contiene gran narrativa, convirtiendo a Rossini en el artífice de la nueva ópera italiana, tanto en su desarrollo dramático como en su realismo.
Finalmente debemos destacar que Rossini desarrolló ampliamente las voces femeninas que se pueden dividir en dos grupos: las cómicas y las serias. Mientras que las primeras deben tener una voz muy ligera, las segundas deben tener una voz menos ligera, con gran volumen y ser más expresivas. Comparten para ambos casos el dominio sobre la coloratura y el buen manejo de la zona aguda. Las sopranos, mezzosopranos y contraltos rossinianas en el ámbito dramático deben transmitir no solo dramatismo, sino felicidad, preocupación, autoridad. Aunque se presenta de forma puntual, para el compositor italiano fue de gran importancia en los ‘travestidos’, que son mujeres interpretando roles masculinos, como es el caso de Tancredi.
Alberto Zedda, el maestro rossiniano
No podíamos dejar pasar la oportunidad para dedicar unas líneas a quien en vida fuera uno de los más grandes representantes en el estudio de la obra de Rossini, el maestro Alberto Zedda. Oriundo de Milán, fue un destacado musicólogo y director de orquesta, quien en vida se dedicó al estudio y publicación —junto a Philip Gosset— de la edición crítica completa de las óperas de Rossini.
Una de sus últimas publicaciones en torno a este gran compositor italiano fue la edición del libro Divagaciones rossinianas, un ensayo en el que se dedica a desmitificar los tópicos que giran en torno a Rossini. Para el musicólogo, en sus años de trabajo como investigador descubrió a ‘un Rossini sumergido, que tenía una forma de comunicación moderna’. Comenta el músico que ‘el misterio de Rossini era hacer posible que una misma música pueda servir indistintamente para sufrir y disfrutar’. Continúa explicando que él se atrevió a decir en textos cosas que antes no se habían dicho como, por ejemplo: ‘Il barbiere di Siviglia era una buena ópera, pero no la mejor de Rossini. Y, sobre todo, que el Rossini grande, el verdadero, no era el cómico sino el dramático: el de Semiramide, La donna del lago, Tancredi‘.
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