La flautista israelí Tamar Lalo se enamoró de la música antigua y sus particularidades desde el momento en que la descubrió. Su magia, libertad y la necesidad de que el intérprete aporte mucho de sí mismo hicieron que este repertorio la atrapase y consagrase su vida a él. Miembro fundador del grupo historicista La Ritirata, punta de lanza en nuestro país, tras años de trabajo y esfuerzo presenta ahora su primera propuesta discográfica solista: ‘The Celebrated San Martini: Recorder Sonatas by Giuseppe Sammartini’.
Por Susana Castro
¿Cómo nace su vinculación con la música antigua? ¿Eligió antes el repertorio o el instrumento al que iba a dedicar su vida?
Empecé a tocar la flauta con 7 años. Aunque no provengo de una familia de músicos, en mi casa sí había mucha música clásica, ya que mis padres son muy melómanos. Un día vino una profesora al colegio a enseñarnos la flauta y volví a casa diciendo que quería tocar la flauta; lo tenía clarísimo. Pero un año más tarde pasó lo mismo con el violín. Llegó otra profesora, nos enseñó el instrumento, y yo dije que quería tocarlo. Toqué los dos instrumentos durante toda mi infancia, hasta los 20 años.
En Jerusalén se organizaban unos cursos de verano dedicados a la música antigua gracias a los cuales podías recibir masterclasses. Allí me enamoré de esa manera de pensar, inspirar, aprender, de no dar por hecho absolutamente nada. Descubrí una nueva libertad porque no era la tradición en la que el profesor te dice cómo debes hacer las cosas, sino que tú tenías que buscar la forma de tocar que más te convencía.
Con la flauta esto era muy natural, pero con el violín, no tanto. Tenía una profesora fantástica pero muy moderna; me di cuenta de que ese no era mi mundo. Aparte de este curso, en Israel había poco más sobre música antigua. Mucha gente tenía interés, pero se iba a estudiar fuera. Ahora han vuelto y la oferta es mucho mayor. Así que cuando me planteé tocar el violín barroco, no había con quién y lo dejé (aunque hice un pequeño intento de volver a él cuando estudiaba en Holanda). Estoy muy contenta con la flauta. En realidad, creo que en mi alma soy instrumentista de viento, aunque disfrutaba tocando el violín. Está claro que lo mío son la flauta y la música antigua.
Usted llega a España en el año 2010. ¿Cómo era la situación de la música antigua en este país en ese momento?
Había muchos grupos jóvenes muy buenos (aunque también había cosas muy buenas antes), pero eran un poco fuera de lo normal: la música antigua no estaba tan asentada como hoy. Había mucho entusiasmo y talento y creo que esto le dio un empujón para convertirla en lo que es hoy.
Vivimos un momento espléndido para la música antigua, con el nacimiento de más festivales, ciclos específicos, y la aparición de gran cantidad de grupos emergentes. ¿Qué ingredientes cree que nos han traído hasta aquí?
Creo que se alinearon las estrellas (risas). Por un lado, como digo, es un momento de gran talento joven y mucho entusiasmo y dedicación. Además, en España hay muchos apoyos públicos que lo hacen posible, y esto no es así en otros países. Creo que la creación del Departamento de Música Antigua de la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) también dio un empujón grande a la disciplina en España y la colocó en el mapa. Estas tres cosas han sucedido a la vez y lo han hecho posible.
Usted es también docente en el Conservatorio Superior de Música de Castilla y León (COSCyL). ¿Ha detectado este creciente interés en la música antigua en su alumnado?
Somos un departamento pequeño. En mi caso tampoco podría coger más alumnado por agenda. La gente tiene entusiasmo, muchas ganas de trabajar y estudiar. Se desplazan desde muy lejos para estudiar lo que realmente quieren y están dispuestos a mudarse para recibir la formación que desean, lo cual es muy interesante. Hay chicos con mucha energía en el conservatorio; es fantástico y muy enriquecedor.
Desarrolla mucha actividad en otros países de nuestro entorno. ¿Cómo describiría al público español con respecto a esos otros espacios?
El público es muy entusiasta. Al principio tenía la sensación de que estábamos haciendo algo totalmente nuevo, aunque había grupos que llevaban muchos años trabajando, porque para el público este repertorio era totalmente desconocido. Esta situación ha cambiado mucho y ahora los conciertos se llenan.
En su opinión, ¿por qué el público conecta tanto con este tipo de experiencia sonora?
Es una música muy accesible, muy interesante, viva, sobre todo desde la perspectiva que la estamos haciendo, ya que nos aseguramos de que no sea únicamente un trabajo arqueológico, sino artístico. La arqueología reconstruye hasta donde se sabe, pero nosotros no tenemos ese privilegio: tenemos que rellenar los huecos y ahí es donde se crea la magia para atraer al público.
En España se cuida muchísimo la elección de escenarios para la música antigua. Hemos tocado muchísimas veces en sitios preciosos, como el Patio de los Arrayanes de la Alhambra de Granada. Se busca no solo ofrecer un concierto, sino la experiencia completa. En la gira de FestClásica que realizó el verano pasado La Ritirata, tocamos en edificios históricos impresionantes, y el público lo valora muchísimo. A veces sufrimos porque tocar al aire libre no es lo ideal, pero merece la pena.
Si hay algo que caracteriza a este tipo de repertorio es la investigación constante, la recuperación de obras olvidadas para ponerlas a disposición del público. ¿Le gusta este trabajo de arqueología?
Me encanta ese trabajo (fue una de las primeras cosas que me llamaron la atención). En el repertorio moderno al final tocas siempre las mismas cinco piezas. Tu profesor ha estudiado con uno de los compositores que ha escrito esas piezas y la forma de hacer las cosas es más rígida. Lo que me gustó fue poder romper todo esto e ir a buscar nueva música.
¿De dónde suele surgir su interés por un compositor u otro o por determinadas obras?
A veces nos encargan programas, ya que muchos festivales tienen conceptos o ideas predefinidos, así que los músicos debemos buscar qué repertorio puede encajar en ellos y qué nos apetece tocar. Por un lado, la flauta tiene repertorio de grandes compositores, y es una suerte poder tocarlo; pero, por otro lado, hay mucho que no es conocido y merece conocerse. Para mí ese trabajo tiene mucho valor. También hay mucha música que nunca se ha interpretado en tiempos modernos y no pasa nada. Hay que buscar repertorio que merezca la pena difundir y defender y ponerlo a disposición del público en conciertos y discos.
Colabora con algunos de los grupos más importantes del panorama historicista español, como Euskal Barrokensemble, Musica Ficta o Forma Antiqva, además de ser uno de los miembros fundadores de La Ritirata. Esto evidencia que en música antigua existe un concepto de colaboración y hermanamiento que quizá no se aprecia tanto en otras modalidades de la música clásica. ¿Qué le aporta como flautista colaborar con diversos grupos?
Estas colaboraciones parten de las características de la música que tocamos, ya que es tan variada en sus formaciones que no tiene sentido tener una plantilla fija de instrumentos e instrumentistas: dejaríamos de lado mucho repertorio. Esta también fue una de las cosas que me llamaron la atención cuando me decidí por la música antigua. La Ritirata es mi casa e intervengo mucho en decisiones sobre repertorio y plantilla, además de realizar mucho trabajo de oficina, y es genial. Puedo decidir que quiero tocar una pieza en concreto y montar un concierto en torno a esa música, es una libertad maravillosa. Pero, por otra parte, me encanta salir de casa y jugar en otros campos porque cualquier interacción que tienes con otros músicos es siempre muy enriquecedora. Hay gente muy buena en España y mucha amistad, es fenomenal. Siempre aprendes cosas nuevas tocando con gente diferente; aunque dejes el conservatorio, en la vida hay que seguir estudiando todo el tiempo.
Acaba de publicar su primer álbum en solitario, ‘The Celebrated San Martini: Recorder Sonatas by Giuseppe Sammartini’ (Pan Classics), un monográfico sobre este oboísta y compositor barroco. ¿Por qué se ha decido ahora, tras tantos años de carrera como flautista, a publicar su propio disco?
Es un proyecto que llevaba en mi cabeza muchísimos años, pero, entre los proyectos de La Ritirata (lanzando un disco por año), los conciertos y la maternidad (dos veces), no había habido momento de hacerlo. Así que, en 2021, aunque tampoco había hueco, decidí hacerlo. Quería dedicar un disco completo a la flauta y este ha sido el momento.
¿Cómo llegó a la elección de este autor?
Mi idea inicial era un poco más abierta, combinaba varios autores. Estuve leyendo y releyendo muchos manuscritos con Daniel Oyarzabal (organista y clavecinista). En algún momento llegué a la conclusión de que casi todas las piezas que quería grabar eran de Giuseppe Sammartini, así que decidí que, si había tanto repertorio de él tan interesante, quizá debería dedicarle el disco entero. Sammartini es muy conocido por una obra, su Concierto en Fa para flauta, que ha sido grabada en multitud de ocasiones, pero tiene treinta y dos sonatas para flauta poco conocidas y muy poco grabadas. De hecho, dos de las cinco sonatas del álbum son primera grabación mundial.
¿Cuál ha sido el proceso de recuperación de estas obras?
En primer lugar, leer muchísima música para poder decidir cuáles de las treinta y dos sonatas iba a grabar. Las obras son muy diferentes entre sí (es una de las principales características de Sammartini, su gran variedad a la hora de escribir), cada una tiene su propia personalidad y sus ideas. Es un compositor que se encuentra a caballo entre el Barroco y el Estilo Galante y juega con esas ideas novedosas que todavía no están asentadas en la época. Algunas sonatas son muy barrocas, otras mucho más galantes, y hay algunas que tienen movimientos en los que de repente la estructura es muy barroca, pero hay algunas armonías que se están adelantando a su tiempo. Este juego es muy interesante, y me llevó a tener que analizar en profundidad el repertorio para descartar qué grabar, porque realmente se podrían grabar muchos más discos.
¿Qué cree que le aporta usted a este repertorio?
Es una pregunta complicada, la verdad. Se trata de un trabajo muy personal, ya que la música que tenemos en los manuscritos no está completa y debemos tomar decisiones. En este caso trabajamos con copias, no teníamos el manuscrito del compositor, por lo que había anotaciones dudosas o algunos errores que nos obligaron a tomar muchas decisiones. He hablado muchísimo con Daniel Oyarzabal sobre toda esta música, principalmente sobre cómo armonizar ciertos momentos y decidir si debíamos llevar el estilo más hacia el Barroco o al preclasicismo. Por supuesto, hay muchas decisiones sobre las ornamentaciones que configuran versiones muy personales. Y también la elección de plantilla, decidir qué instrumento incluir en cada obra es trabajo nuestro, no es algo que esté escrito. La única que toca en todas las pistas del álbum soy yo. En total somos seis instrumentistas. He tardado mucho en tomar todas estas decisiones, con la intención de aportar variedad y buscar distintos colores en el resultado final.
¿Quiénes le han acompañado en la grabación de este álbum?
Para empezar, el continuista Daniel Oyarzabal, con quien llevo trabajando muchos años, toca el clave y el órgano y ha estado en todo el proceso de creación del disco; valoro mucho sus ideas y sus opiniones. Después el fagotista Eyal Streett, también israelí, con el que he coincidido poco hasta el momento por cuestiones de agenda, pero las veces que he trabajado con él ha sido fantástico, es un músico increíble. En cuanto decidí que el disco iba a estar dedicado a Sammartini, oboísta, pensé en él como instrumentista de lengüeta doble. Muchas de las obras están claramente escritas desde el punto de vista de los instrumentos de viento, así que no funcionaban tan bien con instrumentos de cuerda; de hecho, decidimos que solo hubiera chelo en una de ellas.
También pude contar con Jadran Duncumb, que, en lugar de intervenir con la tiorba o el archilaúd, me propuso hacerlo con el laúd barroco, un instrumento que en España se usa poco para hacer continuo. De hecho, al principio me pareció raro, pero investigando pude comprobar que en Inglaterra sí se utilizaba mucho y Sammartini pasó la parte final de su vida en ese país, donde formó parte de la orquesta de Haendel, y su etapa en Londres le define, así que me pareció muy apropiado, además aporta una sonoridad más aguda y melódica, es muy interesante y me encantó la propuesta. El chelista Josetxu Obregón tenía que estar en el disco, naturalmente; así que, aunque como he dicho antes todo parecía estar encaminado hacia los vientos, buscamos su lugar y decidimos que interviniese en una de las sonatas. Creo que la elección ha sido muy adecuada, incluso el segundo movimiento es solo para chelo y laúd y el resultado es precioso.
Por último, se sumó a nosotros Ismael Campanero, que toca el violone en dos movimientos de la primera sonata del disco, aportando mucho cuerpo y un efecto casi orquestal. Él y yo tocamos juntos habitualmente y es un músico espectacular. Me dio pena que solo interviniese en una sonata, pero no quería imponer a la música nada que no pidiese. Creo que aporta un color especial a esos dos movimientos.
Háblenos sobre el proceso de grabación del disco. ¿Cómo se vive la experiencia de grabar una música que ni se soñó que podría quedar registrada para la posteridad?
Tengo muchas emociones encontradas sobre el proceso de grabación. Por un lado, es un medio relativamente nuevo que ha cambiado el mundo de la música, ya que permite que ahora mismo estén escuchando mi música en cualquier parte del mundo. Pero, por otro lado, va en contra de la naturaleza de la música, ya que es un arte que se desarrolla en el tiempo y en el momento que acaba desaparece. La magia del concierto es, precisamente, que ninguno se parece a otro. Pero la grabación está ahí para siempre, es un concepto que a mí me impresiona. Es parte del mundo moderno, no se puede negar, y en realidad es bonito. Hay que trabajar esas emociones contradictorias para poder hacerlo.
¿Se encuentra cómoda en las grabaciones?
Es un proceso muy duro, me siento más cómoda hoy que cuando grabé por primera vez. Cuando realizas una grabación te programas para escuchar los más mínimos detalles y es difícil. He mejorado mucho con los años y he aprendido a tomar distancia y escuchar las grabaciones con esta perspectiva. Es una parte muy necesaria del trabajo; sin esta distancia, no se puede hacer.
La parte visual del disco también está muy trabajada. ¿De dónde surge la idea del espejo?
Quería hacer algo inspirado en los cuadros de la época, pero no una réplica literal. Analizando muchas imágenes me di cuenta de que el concepto del espejo y del reflejo se repetían constantemente, quise jugar con ello y con que la flauta no apareciese en el reflejo, ya que en este momento histórico el instrumento empieza a perder protagonismo. Me han dicho que la portada es un poco inquietante, y me encanta. Todo el crédito debe ser para Pablo F. Juárez. Ha hecho un trabajo estupendo jugando con el claroscuro. Cogió mi idea y la convirtió en realidad, me gusta mucho.
¿Dónde tendrán ocasión de presentar este repertorio en directo?
El pasado 6 de marzo presentamos el disco en Madrid, y tenemos ya confirmados conciertos en el Festival Internacional de Santander y en el Festival Camino de Santiago. Además, estamos trabajando en cerrar otros conciertos que todavía no puedo desvelar.
Aparte del programa recogido en el álbum, ¿qué otros compromisos tiene a la vista?
Con La Ritirata acabamos de tocar en la Capilla Real de Madrid como parte de la programación del Festival Internacional de Arte Sacro y en la Semana de Música Sacra en Martos. Próximamente estaremos en el Clasclás Festival de Vilagarcía de Arousa y también ofreceremos dos conciertos en el Festival Internacional de Santander, así como algunos conciertos de la gira de FestClásica que han quedado pendientes. Asimismo, visitaremos Basilea y otras ciudades en el extranjero.
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