
Street Scene, estrenada el 16 de diciembre en el Teatro Schubert de Filadelfia y el 9 de enero de 1947 en el Teatro Adelphi de Nueva York, es una ópera en dos actos de Kurt Weill, con libreto del dramaturgo Elmer Rice, autor del libro con el mismo nombre, ganadora del Premio Pulitzer y letras del poeta y novelista afroamericano Langston Hughes, impulsor del Harlem Renaissance.
Por Fabiana Sans Arcílagos
¿Ópera? ¿Musical? Obra maestra
Los inicios en la historia de la ópera se remontan principalmente al entorno político-social generado en Italia, especialmente en Florencia, desde la llegada al poder de Cosme I de Médici en 1540. A partir de ese momento, los Médici se convertirán en una de las familias más poderosas e importantes en el desarrollo humanístico, especialmente para el progreso de la música y la arquitectura. Bajo este escenario, y con el patrocinio del conde Bardi, se conforma en 1573 la Camerata Florentina, formado por un grupo de intelectuales que buscaban ‘purificar’ la música bajo la égida de la Grecia Antigua. Así, músicos y poetas, guiados por las ideas del momento, dieron paso a uno de los géneros musicales más importantes de la historia: la ópera.
Desde su creación, la ópera ha sido referente para los movimientos tanto musicales como teatrales, sociales y políticos. Centros de poder como Francia, Alemania y, por supuesto, Italia, han sido los principales propulsores del género, teniendo su mayor esplendor en el siglo XIX en figuras como Weber, Wagner, Rossini, Verdi o Bizet. Cada uno de ellos desarrolló diferentes planteamientos dentro del género: mayor continuidad en el drama; mezcla de aspectos serios y cómicos; mayor presencia de la orquesta, insertándose en la historia; temas contemporáneos, historias populares nacionales; predominancia de la voz, pero con el desarrollo otro tipo de arias; inclusión del coro como parte de la historia; aparición de motivos recurrentes; inclusión de grandes efectos escénicos como ballet, danzas o elementos exóticos, entre otros.
Con todo este tejido espectacular, la ópera se había convertido en el género musical por excelencia y dio pie al desarrollo de nuevas corrientes en el siglo XX, especialmente en ámbitos geográficos fuera de Europa, como Estados Unidos, donde hubo una gran eclosión en el desarrollo de las nuevas corrientes musicales, entre ellas el teatro musical o musical.
Se conoce como teatro musical al género popularizado en Estados Unidos en el que, números musicales cantados y bailados (especialmente de música popular) se combinan dentro de una estructura dramática. Sus orígenes son confusos, pero se identifican rasgos cercanos a la ópera cómica, opereta o el music hall, y con el paso del tiempo, se ha visto influenciada por el jazz, el ragtime y otras corrientes populares.
Las circunstancias políticas y el alejamiento cultural que se estaba creando entre Estados Unidos y Europa fueron alejando el teatro musical de sus raíces primigenias. Por ende, se van creando características propias en torno a temáticas del momento; se crean números propios de baile y arreglos musicales específicos para esos momentos; se incorporan bandas y se incluyen instrumentos poco habituales en las orquestas, como el saxofón. En todo este maremágnum de nuevas creaciones y vaivenes musicales aparece la figura de Kurt Weill.
Nacido en Dessau (Alemania) en 1900, Weill se convertiría en uno de los compositores más relevantes del siglo XX. Una de las particularidades que más destacan del alemán es su dedicación casi en exclusiva al teatro musical y a la ópera.
Con 15 años inicia sus estudios de composición con Albert Bing, con quien encuentra predilección en la música vocal; tres años más tarde se traslada Berlín para estudiar composición con Engelbert Humperdinck. Ya en esta época se acerca a la creación operística con dos obras que no han sobrevivido: Zriny (1916) y Ninon von Lenclos (1920). En Berlín fue habitual oyente de las clases de Ferruccio Busoni, quien lo condujo (estéticamente) al acercamiento en las ideas de que la ópera debe contener un sentido social; además de propiciar un rechazo hacia la figura de Wagner.
En su estancia en Berlín, Weill ‘no pretendía crear obras maestras, sino promover programas sociales e ideológicos, para entretener a la gente corriente más que a las élites intelectuales’ (Grout, D. J., & Palisca, C. V. (2006). Historia de la música occidental (7.ª edición ed., Vol. 1). Madrid: Alianza Música.), deseaba además realizar montajes teatrales. Bajo esta premisa, y en la exploración de los nuevos lenguajes compositivos, el alemán crea las óperas Der Protagonist, con el dramaturgo expresionista Georg Kaiser, donde emplea la atonalidad libre, y Royal Palace, en colaboración con el poeta surrealista Iwan Goll.
Uno de los momentos más relevantes en la vida de Weill fue su colaboración con el dramaturgo Bertolt Brecht, con quien compartía la idea de las causas liberales y el interés en realizar una ópera a gran escala, ‘alejada de todo sentimiento romántico, de toda expresión personalizada y de aquellos efectos (…) realizados con el único objetivo de distraer y entretener al público’(Morgan, P. R. (1999). La música del siglo XX. Una historia del estilo musical en la Europa y la América modernas. (2.ª edición ed., Vol. 6). Madrid: Akal Música.).
El primer acercamiento entre Weill y Brecht fue a través de la colección de versos Die Hauspostille, donde seleccionó algunos poemas para crear Mahagonny-Songspiel, estrenada en 1927 y adaptándola posteriormente a una versión operística en 1930; con ella Weill buscó satirizar los efectos del capitalismo, satirizar la moral alemana y la corrupción espiritual de la época.
Años antes, en esta misma línea de la crítica al mundo capitalista, vio la luz la ópera Die Dreigroschenoper (La ópera de los tres centavos), de Weill y Brecht. Lo que el músico se planteó fue la realización de una parodia a través de la música con canciones americanas que habían sido exitosas en Europa y con ellas realizar una yuxtaposición surrealista entre ‘los textos de balada del siglo XVIII, la música de danza europea y el jazz americano’ (Grout & Palisca. Historia de la música…). La ópera fue estrenada en Berlín 1928, contó con más de diez mil representaciones en diversas lenguas durante los siguientes cinco años a su estreno; en 1933 fue prohibida por los nazis. Ese año Kur Weill parte a París y posteriormente a Estados Unidos.
Weill en ‘América’
La historia musical de Kurt Weill en Estados Unidos se inicia con el musical Johny Johnson, una pieza históricamente cercana al compositor, que relata la historia de un joven idealista contra la guerra. Sigue con títulos como Knickerbocker Holiday (1938, película 1944), que incluye la famosa canción de ‘September Song’, ‘Lady in the dark’, ‘One touch of Venus’, entre otras.
Tras la búsqueda en el desarrollo de nuevas formas y el afianzamiento de la idea del ‘poder socialmente creativo del arte’, Weill engendra su obra más importante: Street Scene, denominada por el mismo compositor como ‘American opera’. Recordemos que, para él, la ópera era el medio más poderoso para despertar la conciencia política y social en las masas, aspecto que inició desarrollándolo con Bertolt Brecht y que mantuvo hasta el fin de su vida.
Street Scene, estrenada el 16 de diciembre en el Teatro Schubert de Filadelfia y el 9 de enero de 1947 en el Teatro Adelphi de Nueva York, es una ópera en dos actos de Kurt Weill, con libreto del dramaturgo Elmer Rice, autor del libro con el mismo nombre, ganadora del Premio Pulitzer y letras del poeta y novelista afroamericano Langston Hughes, impulsor del Harlem Renaissance.
Durante los primeros años de Weill en Estados Unidos tuvo la oportunidad de conocer a diversos personajes del medio artístico, entre ellos a Rice, con quien compartía el ideario de lucha social a favor de la lucha de clases y en contra del fanatismo racial y religioso de la época. El músico le propone al dramaturgo llevar su novela Street Scene a una versión musical, propuesta que Rice rechazó tajantemente; diez años más tarde se configuraría la obra que hoy conocemos. El elenco principal estaba compuesto por Polyna Stoska —que Weill define como ‘uno de sus hallazgos más sensacionales’ (Music, T. K. (2018). Kurt Weill Foundation)—, Norman Cordon, Anne Jefreys, Brian Sullivan, Hope Emerson, David Thomas, Ellen Reep, entre otros, conducidos por Maurice Abravanel. La representación se mantuvo durante 148 funciones y tuvo que ser retirada debido a los altos costes de la producción.
A pesar de mantener la esencia principal del libro, Weill atenúa los elementos políticos, pero se inserta en el drama social, a través de la vida privada de la familia Maurrat como eje central de un drama general del país norteamericano precariedad laboral, emigración, racismo, pobreza, jóvenes con un futuro ‘inexistente’; y las situaciones particulares de la familia (celos, violencia, infidelidad). A su vez, se focaliza aún más en la historia de Sam, joven que busca adaptarse al mundo y entorno en el que vive.
La ópera cuenta con un preludio orquestal, donde se presentan dos motivos recurrentes: el bullicio de la ciudad de Nueva York a través de la utilización recurrente de las síncopas y el tema de Sam ‘Lonely House’. La obra, formada principalmente por canciones populares, aporta una continuidad narrativa y musical novedosa en Broadway, generada a través del material dramático orquestal de Weill en el que logra vincular a los personajes a través diálogos hablados, musicalizados, atmosféricos y leitmotiv. Se presentan características que pueden asociarse a la ópera cómica, opereta, al jazz y diversas formas musicales, logrando unificar su herencia europea con las innovaciones americanas.
Weill permaneció catorce años en el país americano, y durante su estancia, no se apartó de la experimentación de nuevas formas y de su ideal estético proveniente de Busoni. En un tributo al músico alemán —posterior a su fallecimiento—, el compositor Virgil Thomson suscribe ‘cada obra nueva era un nuevo modelo, una nueva forma, una nueva solución de problemas dramáticos’(Hinton, S. (1992). Oxford Music Online. Grove music online).
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