Dentro y fuera del mundo académico es inherente al melómano la necesidad de cultivar lo que fue descubierto para ser disfrutado, y de ampliar horizontes con nuevos hallazgos en los ámbitos de la creación (composición) y de la recreación (interpretación). Para evolucionar hay desempolvar, agitar el opaco velo que oculta, con la pereza olvidadiza de la historia, el brillo de tesoros durmientes como el que hoy traemos a esta sección de Melómano.
Por Antonio Soria
Hoy miramos de frente a una compositora y su obra, la neerlandesa Henriëtte Hilda Bosmans (Ámsterdam, 1895-1952) y su maravillosa Sonata para violonchelo y piano, desconocida para todos los chelistas que conozco acá y allende los mares y, sin embargo, meritoria de figurar entre las grandes del repertorio. La condición para traer una partitura a esta sección es que esté programada en algún lugar de España, y así es. Puede ser escuchada en vivo este mismo mes al Bosmans duo, integrado por el Ángel Luis Quintana (violonchelo solista de la Orquesta Nacional de España) y un servidor al piano. El concierto, organizado por la Sociedad Filarmónica de Oviedo y dedicado a Alicia de Larrocha en el 100 aniversario de su nacimiento, está previsto para la clausura del VI Congreso Internacional de Pedagogía e Investigación Performativa y Creatividad Musical (COIN-6) en el Teatro de la Filarmónica de Oviedo, el martes 19 de diciembre, donde se presenta esta obra precedida por la Sonata para violonchelo y piano núm. 2 opus 81 de Nikolái Yákovlevich Miaskovski (Dwór Mazowiecki, 1881-Moscú, 1950) y la opus 19 de Serguéi Vasílievich Rajmáninov (Starorussky Uyezd, 1873-Beverly Hills, 1943), cuyo 150 aniversario se celebra este año.
Cuando descubrí la sonata para violonchelo y piano de Bossmans me quedé tan perplejo ante el desconocimiento general sobre este tesoro musical en mi entorno como fascinado por su calidad y belleza. Enseguida lo compartí con mis colegas, y ninguno de ellos la conocía, ni siquiera los chelistas. Tanto es así que, estando mi hijo, excelente chelista, becado como máster en la Universidad de Wyoming (EE. UU.), le aconsejé que profundizase en ella porque entendí que merecía la pena contribuir a ponerla en valor y situarla donde le corresponde: en el gran repertorio para violonchelo y piano. Él le dedicó su trabajo fin de máster (principal base bibliográfica de este artículo), sorprendiendo también, por las mismas razones que a mí, a la doctora americana que le tutorizó. Coincidiendo con el centenario de su publicación, la interpretamos en unos cuantos conciertos, el primero de ellos en Nancyphonies 2019, en el Grand Salon de l’Hôtel de Ville, ubicado en la famosa plaza Stanislas de Nancy (Patrimonio de la Humanidad), después en Anacapri (Italia), etc. A partir de entonces, no he querido perder el contacto con ella, porque se trata de un hallazgo plenamente satisfactorio. Ángel Luis Quintana, uno de los mejores chelistas españoles, colega y amigo, ha sido quien más la viene disfrutando conmigo en los últimos meses.
Henriëtte Bosmans
Afortunadamente, Henriëtte Bosmans no es una absoluta desconocida. Se está haciendo un esmerado trabajo de recuperación de repertorio en los ámbitos de la música de cámara, el piano y otras especialidades, que rescatan músicas de compositoras olvidadas. Y sus paisanos la tienen bien en cuenta con un premio de composición creado para jóvenes compositores holandeses que consiste en dinero y una actuación, dotado cada año desde 1994 por la Sociedad de Compositores Holandeses.
Hay varias razones que podrían explicar por qué la Sonata para violonchelo y piano de Bosmans es una de las obras más interesantes de su producción. Solo algunas obras son anteriores a la sonata, como Drie Klavierstukken (Tres piezas para piano), del año 1914, la Vieille chanson del mismo año (incluida en la colección homenaje a Willem Pijper), Zes préludes (1916-17), 4 Voordrachtstukken para violín y piano (1917) y su Sonata para violín y piano de 1918 (Jolande Van der Klis, The Essential Guide to Dutch Music. Ámsterdam: University Press, 2000, p. 62), que ella mismo estrenó con el violinista Ferdinand Helmann en el Stedelijk Museum de Ámsterdam.
La Sonata para violonchelo y piano,compuesta justo después de la Primera Guerra Mundial, reúne todas las características estilísticas que Bosmans había ido absorbiendo durante su proceso de aprendizaje. Hija de Hendrik Nicolaas Bosmans (1856-1896), aclamado violonchelista principal de la Orquesta del Concertgebouw y profesor en el Conservatorio de Ámsterdam, se respira en sus notas el amor a su padre y es fácil imaginarse tocándola juntos, aunque eso no llegaría a ocurrir más que en nuestra imaginación, pues nacida en Ámsterdam el 6 de diciembre de 1895, su padre murió cuando ella tenía solo 8 meses de edad, y así creció como única hija de Sara Benedicts (1861-1949), próspera concertista de piano, con una carrera de cuarenta años como profesora en el mismo Conservatorio de Ámsterdam.
Sabemos que Henriëtte estuvo rodeada de un intenso ambiente musical en su juventud, conociendo a personalidades como Edward Grieg, Joseph Joachim, Julius Röntgen o Carl Flesch, entre otros. Con 17 años, Bosmans se graduó en la Maatschappij tot Bevordering der Toonkunst y aprobó el examen final de piano con honores, comenzando a actuar regularmente, a partir de ese momento, en el Concertgebouw. Discípula de armonía y contrapunto de Jan Willem Kersbergen en primer lugar, Bosmans estudió después instrumentación con Cornelis Dopper (1921-1922) y composición con Willem Pijper (1927-1930).
También tuvo una amistad muy fructífera con los violonchelistas Marix Loevensohn y Frieda Belinfante, quienes inspiraron varias obras para violonchelo, incluidos dos conciertos, su Poème para violonchelo y orquesta, y la Sonata para violonchelo y piano. Durante sus años de aprendizaje, bajo la tutela de Willem Pijper, la prolífica producción de Henriëtte incluyó un Cuarteto de cuerda y un Concertino para piano y orquesta (que en 1929 interpretaría como solista con la Orquesta del Concertgebouw y Pierre Monteux a la batuta, en el VII Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea de Ginebra). Esta fue una de sus composiciones más exitosas, según el crítico Paul Sanders.
En 1932 Bosmans ganó un premio de composición del Concertgebouw con su Pieza de concierto para flauta y orquesta de cámara, dedicada al flautista que se casó con su amiga Frieda Belinfante. Además, se involucró más en la música de cámara con Ferdinand Helmann y Henk van Wezel bajo el nombre de Hollandsch Trio, actuando internacionalmente. Este próspero período como concertista de piano y música de cámara le hizo disminuir su productividad compositiva, pero otra razón fue probablemente que sintió haber llegado a un callejón sin salida como compositora, incapaz de liberarse del lenguaje de la formación romántica de su juventud. Fue entonces cuando se acercó a Willem Pijper para desarrollarse como compositora. Pijper la animó a concentrar sus esfuerzos en los problemas de composición contemporáneos, y su música se volvió más concisa y lógica, recibiendo mucha influencia del lenguaje propio de Debussy y Ravel, visible en la esencia de su Sonata para violonchelo y piano, que consigue plasmar en un gran formato de cuatro movimientos.
La Segunda Guerra Mundial
La vida compositiva e interpretativa de Henriëtte comenzaría a verse afectada por la interferencia de los nazis unos años antes de la Guerra. En 1933 la Maandblad voor Hedengdaasgsche (Revista Mensual de Música Contemporánea) publicó un artículo titulado ‘Terror en Alemania’, mientras que en 1939 los periódicos informaron de que la música de compositores judíos estaba prohibida en Italia. Ya asomaba la Entartete Musik (Música degenerada) frente a lo que se impondría en el III Reich como Reichsmusikkammer (Cámara de Música del Reich). Paradójicamente, estos hechos trajeron una prosperidad temporal a la carrera de Bosmans como intérprete, ya que muchos solistas extranjeros no podían viajar a los Países Bajos.
Pero no fue solo el problema fascista lo que atenazó en este tiempo a Henriëtte. En 1934 se comprometió con el violinista Francis Koene, ofreciendo una serie de veladas y un recital en Londres en noviembre de ese año, pero murió en enero de 1935 a causa de un tumor cerebral, desgracia que afectó profundamente a nuestra pianista y compositora. Sin embargo, ese año escribió cuatro canciones sobre textos de Reine y de Paul Fort. Cuando los nazis invadieron los Países Bajos en mayo de 1940, la situación de los músicos no se vio considerablemente afectada. A finales de septiembre de 1940, Willem Noske tocóla Pieza de concierto para violín y orquesta de Bosmans(1934) con la Orquesta del Concertgebouw bajo la dirección de Eduard van Beinum, siendo adulado por la prensa, ya que aparentemente la música holandesa era entonces más apreciada. Sin embargo, muchos judíos se sintieron inseguros en los Países Bajos y trataron de emigrar a los Estados Unidos. Henriëtte consideró seriamente hacerlo, pero finalmente tomó la decisión de quedarse con su anciana madre, a quien logró salvar de la persecución nazi.
Aparte de sus actuaciones remuneradas, Bosmans también se ofreció como voluntaria para tocar ‘en beneficio de los músicos que sufren dificultades’, como hizo en la Rectoría de la Parroquia Reformada en Santpoort. En febrero de 1941, cuando estaba a punto de actuar en el Concertgebouw de Ámsterdam, el concierto se canceló debido a los tumultos provocados por la Huelga de febrero,una gran protesta contra la persecución judía. Por entonces, las fuerzas de ocupación declararon que todos los músicos que pretendieran ejercer sus profesiones debían registrarse en la agencia cultural reguladora llamada Kultuurkamer a partir del 1 de abril de 1941. Henriëtte era medio judía y fue registrada como tal en esta institución, que le permitió continuar con su vida artística hasta que en junio la Orquesta del Concertgebouw fue informada de que Bosmans no era deseable como solista debido a sus ‘orígenes judíos parciales’. A pesar de todo esto, recibió críticas muy favorables por parte del Deutsche Zeitung in den Niederlanden:’Einfühlungsgabe und hochwertiges Spiel erlaubten ihr eine vollkommene Wiedergabe‘ (‘La empatía y la calidad del toque le permitieron lograr una interpretación perfecta’). Su calidad como intérprete, su conocimiento del piano como instrumento, se trasluce en su Sonata para violonchelo y piano, donde ambos tienen un papel solístico y plenamente camerístico, con gran sentido de la discusión y del diálogo.
Su vida tras la Guerra
En mayo de 1945 la Guerra llegó a su fin. Inmediatamente después de la liberación, Bosmans compuso y orquestó dos canciones sobre textos de Fedde Schurer, Gebed y Daar komen de Canadezen (Oración y Aquí vienen los canadienses),dedicadas a la soprano Jo Vincent, quien estrenó,el 3 de noviembre de ese mismo año, Lead, Kindly Light con la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam y el director Sir Adrian Boult.
Después produjo veinticinco canciones dedicadas a la cantante francesa Noémie Pérugia, con quien actuaría a dúo a partir de 1948. Repuntando su vida creativa e interpretativa, Bosmans se convirtió en miembro del comité de selección de Dutch Music Publishers Donemus y escribió artículos sobre música para varios diarios y revistas. A pesar de caer enferma, en 1950 actuó para los combatientes de la resistencia que habían sido encarcelados en el infame Hotel Oranje en Scheveningen. A partir de 1951 actuó en la serie de noches de canciones en el Concertgebouw de Ámsterdam con dúos de renombre internacional como Pierre Bernac y Francis Poulenc, Jo Vincent y Gerard Hengeveld o Elisabeth Schwarzkopf y Jean Antonietti.Más tarde, durante ese año, el 16 de junio, Henriëtte Bosmans fue nombrada caballero de la Real Orden de Orange Nassau.
Una curiosidad vinculada con nuestro país: recibió una petición del gobierno para componer una canción, que finalmente se convertiría en ‘Una canción para que España marche’, similar a una habanera, con la Guerra Civil Españolacomo tema, con la mezzosoprano Ré Kostercomo dedicataria.
En su último año de vida fue jurado en el Concurso Gabriel Fauré, y presentó nuevas canciones con Noémie Pérugia. Su recital con Pérugia del 30 de abril sería el último antes de su muerte, el 2 de julio de 1952, a la edad de 56 años. Fue enterrada en el Cementerio de Zorgvlied en Ámsterdam.
Honremos la memoria Henriëtte Bosmans disfrutando de su excelente Sonata para violonchelo y piano, un holístico ejemplo de belleza y calidad. Quedáis todos invitados.
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