Los tiempos de crisis son también tiempos de oportunidades y en ellos se hace imprescindible hacer de la necesidad virtud. La puerta de las clases online se ha abierto de forma inesperada y, con las herramientas y los planteamientos adecuados, se les pude sacar partido mucho más allá de las situaciones de emergencia.
Por Juan Mari Ruiz juanmariruiz.com
La pasada primavera los profesores pasamos de un día para otro de impartir clase en nuestra aula a estar confinados en casa y tener que hacerlo desde allí de la mejor manera posible, sin una preparación previa —algo comprensible dado lo inesperado de las circunstancias— y dependiendo únicamente de la capacidad de adaptación y de los medios materiales aportados por cada uno. A pesar de todo, la mayoría de los alumnos continuaron con sus clases con relativa normalidad hasta el final del curso.
Pero el haber salvado una situación imprevista no implica que podamos permitirnos el lujo de olvidar lo que hemos aprendido con ella. Se ha escrito mucho en diversos foros acerca de las limitaciones de la enseñanza online, pero a menudo se han olvidado las facilidades que ofrece y las nuevas capacidades que ayuda a desarrollar tanto entre el alumnado como entre los docentes.
Es cierto que algunas asignaturas pueden resultar especialmente difíciles de organizar, porque es imposible dar una clase de música de cámara, de coro, banda u orquesta estando cada alumno en su casa, pero no ocurre lo mismo con la clase de instrumento —a la que está dedicado este artículo por ser la especialidad de quien esto escribe—, puesto que al tratarse de una clase individual el diálogo profesor-alumno se puede desarrollar con mucha mayor facilidad a pesar de los problemas técnicos que pueden aparecer y que iremos repasando en las líneas que siguen. Describiremos las dos opciones que se plantean al diseñar una docencia instrumental online —mantener la clase en directo por internet e intercambiar vídeos con el alumnado— y veremos que la estrategia más efectiva es una adecuada combinación de ambas.
La clase online en directo
Son muchas las plataformas mediante las que se puede dar clase, como Zoom, Skype, Meet o WhatsApp —además de otras especialmente optimizadas para la enseñanza instrumental como la que yo utilizo, Play with a Pro—, pero en todos los casos es fundamental conocer bien su funcionamiento si queremos sacarles el máximo partido.
La conexión
Los principales problemas que pueden aparecer en una clase en directo suelen estar relacionados con la conexión, sobre todo en áreas rurales o con una cobertura débil. Lo primero que se debe tener en cuenta es que su velocidad y estabilidad mejoran en gran medida si se utiliza un cable Ethernet directamente conectado al router en lugar de una conexión inalámbrica. También puede haber problemas cuando varias personas de la casa necesitan hacer uso de internet para su trabajo o sus estudios. En este caso es aconsejable organizar unos horarios detallados de utilización de la red, y también se puede simultanear el uso del Wi-Fi por parte de unos mientras otros utilizan los datos de sus teléfonos móviles. En no pocos casos se consigue un mejor resultado con un teléfono de gama media utilizando los datos móviles que con el ordenador y una red insuficiente.
La latencia es el tiempo que tarda la señal en llegar de un punto a otro de la línea. Dependiendo de la calidad de la conexión y de los equipos utilizados puede ser muy pequeña, pero también puede llegar a ser de casi un segundo. No es un inconveniente grave pero, por ejemplo, no permite que el profesor toque acompañando al alumno o le indique el tempo mientras toca. Gestos tan habituales en una clase presencial como marcar el compás o tocar una segunda voz no resultan posibles, pero pueden ser sustituidos por explicaciones un poco más detallas o por el uso del metrónomo durante la clase. Este es uno de los problemas que probablemente quedarán resueltos con la implantación del 5G, pero aún habrá que esperar un tiempo.
El audio
La falta de calidad del audio es un problema relativo que se puede soslayar en gran medida teniendo en cuenta algunos detalles. El primero de todos, pero fundamental, es que el sonido mejora sustancialmente utilizando unos auriculares —aunque sean básicos— en lugar de los altavoces del equipo, a no ser que estos sean de muy buena calidad, lo que no es habitual en la mayoría de los hogares.
Otro detalle es que el micrófono del ordenador o del teléfono no están pensados para recoger el sonido de un instrumento, y la cosa no mejora utilizando unos auriculares con el micrófono integrado —como los empleados para hablar por teléfono—. En cambio, se puede conectar un micrófono USB al ordenador o al teléfono; los hay de todos los precios y la mayoría permiten conectar los auriculares directamente a este micrófono, con lo que la calidad del audio mejora tanto en la emisión como en la recepción. Además, de esta manera se puede equilibrar el sonido que nos llega desde el otro lado con el nuestro, lo que nos permite monitorizarlo y tener una sensación más natural. Si, por el contrario, conectamos directamente los auriculares al ordenador podemos tener una sensación de sordera cuando tocamos y perder la percepción de nuestro sonido real. Si no tenemos más remedio que hacerlo, un truco sencillo consiste en colocarnos los auriculares solamente en un oído, dejando el otro libre para escuchar directamente nuestro sonido.
La mayoría de las aplicaciones de videoconferencia están pensadas para hablar y no para los instrumentos, por lo que pueden detectar algunos sonidos como ruido y eliminarlos —lo que a veces ocurre solo con ciertas notas—. Según la que se esté usando, se puede deshabilitar su filtro contra el ruido. Basta con buscar esta opción en la pestaña de configuración y, si la tiene, hacer clic en el botón correspondiente.
En ocasiones puede que el sonido llegue demasiado fuerte o distorsionado cuando volvemos a tocar después de haber hablado un momento. Esto es debido a que en algunas aplicaciones el volumen se regula automáticamente y puede que se haya subido para que se escuche la voz correctamente, pero que sea excesivo para el instrumento. Basta con esperar un par de segundos antes de volver a tocar: el volumen se vuelve a ajustar y el problema desaparece.
Es innegable que en una trasmisión en directo de calidad media hay muchos matices del sonido que quedan enmascarados, cuando no decididamente desvirtuados, pero con un poco de práctica en este tipo de enseñanza el profesor puede llegar a deducir fácilmente qué es achacable a la trasmisión y qué es lo que el alumno está tocando en realidad. Es decir, puede hacerse una idea de su sonido partiendo del audio que recibe y haciendo mentalmente los oportunos ajustes. De todas formas, la calidad de sonido —siendo uno de los aspectos fundamentales del aprendizaje de un instrumento— no es sino uno más de los temas a trabajar en clase. Otros, como el tempo, la acentuación, la afinación, la regularidad del pulso y la digitación, el fraseo, el estilo, la articulación, la flexibilidad, la respiración o la posición corporal son perfectamente observables pese a que la calidad del audio no sea óptima. Además, un esfuerzo suplementario por verbalizar y explicar las características del sonido que se desea y que puedan no percibirse directamente ayuda al docente a profundizar en el conocimiento de su propia técnica, y la comprensión y correcta interpretación de esas explicaciones por parte del alumno favorece su autonomía en el aprendizaje.
El vídeo
La calidad del vídeo también está relacionada con la de los equipos y la conexión utilizados, pero en este caso contamos con la ventaja de que la imagen no es lo fundamental en una clase. Si se consigue un audio utilizable puede pasarse por alto una relativa baja calidad del vídeo a pesar de que resulte algo incómodo, sobre todo si se deben pasar varias horas seguidas en esas condiciones. En este caso es aconsejable hacer pausas regulares en las que descansar la vista fijándola por unos minutos en algún punto lejano.
Es importante cuidar la iluminación de la sala en la que se va a dar la clase o a grabar un vídeo. Por muy buen equipo de que se disponga, poco puede hacer ante la falta de luz para que la imagen no salga pixelada. Normalmente no es necesario utilizar ninguna iluminación especial, basta con ponerse de cara a la fuente de luz, por ejemplo una ventana cerrando las cortinas para que la luz llegue un poco difuminada —si la luz queda detrás de nosotros apareceremos como una simple silueta—. Si se utiliza un foco u otro tipo de iluminación es preferible que la luz llegue al sujeto de forma oblicua sin incidir directamente en él, para evitar que se formen sombras agresivas y suavizar la textura de la imagen.
El encuadre ideal es un plano medio en el que se mantenga un ángulo de cuarenta y cinco grados con respecto a la cámara y el micrófono. De esta manera se pueden apreciar los detalles posturales mientras se está tocando y se evita el riesgo de saturar el sonido.
La clase por grabaciones de vídeo
Los vídeos tienen la ventaja de ofrecer una mejor calidad de imagen y sonido que el directo, lo que permite al profesor valorar aquellos aspectos más sutiles que se pueden escapar en una clase online. Para conseguir esa calidad no es necesario tener un gran equipo: al igual que en las clases en directo, son suficientes un ordenador o un teléfono móvil de gama media y un micrófono USB. Dentro de los vídeos debemos diferenciar aquellos que podemos utilizar en clase y los que sirven como elemento de evaluación o como trabajo final.
Vídeos para clase
Lo habitual es que el alumno envíe a su profesor un vídeo con el repertorio que se le ha pedido, sobre el que el profesor hace las oportunas observaciones mediante otro vídeo o un correo electrónico. El inconveniente que tiene este tipo de docencia es que carece de la inmediatez de la clase en directo, lo que no permite hacer correcciones y comentarios sobre la marcha, ni comprobar en el momento la efectividad de una explicación o adaptarla según la respuesta del alumno. Por eso es preferible que en su vídeo el profesor realice tomas cortas refiriéndose a un punto determinado del enviado por el alumno —por minutaje o por número de compás, por ejemplo—, y que el comentario se ilustre con varias explicaciones complementarias o alternativas. Se debe evitar que el vídeo pierda su eficacia por una explicación mal entendida o poco desarrollada que obligue al envío de una nueva grabación.
Además de estos vídeos de control o de corrección el profesor puede preparar grabaciones de otro tipo, que podríamos llamar de explicación. En un vídeo explicativo es aconsejable que el profesor haga una interpretación completa de la obra o del ejercicio que el alumno debe estudiar —como muestra del objetivo final del trabajo a desarrollar— y otra por fragmentos, en cada uno de los cuales puede hacer los comentarios que estime oportunos sobre la forma de trabajar y los problemas que se pueden presentar durante el estudio, ofreciendo en este caso las correspondientes soluciones. También se pueden preparar vídeos explicativos sobre algún detalle técnico del instrumento. Si se agrupan los vídeos en un canal de YouTube —invito a visitar el mío: Juan Mari Ruiz. Oboe academy— o en una carpeta compartida constituirán un magnífico material de consulta para todos los estudiantes.
Vídeos para una prueba
Lo primero que debe tenerse en cuenta es que, si se quiere hacer con la debida calidad, una grabación de este tipo requiere mucho más tiempo del que pudiera parecer a simple vista. Es un grave error pensar que un vídeo de veinte minutos nos va a llevar poco más de veinte minutos de trabajo.
Los requisitos que generalmente se pidieron durante el confinamiento para los vídeos que se utilizaron en los conservatorios como exámenes finales o para las pruebas de acceso —no son pocos los conservatorios que han tenido más inscritos a sus pruebas que en los cursos anteriores al realizarlas mediante vídeos y así evitar viajes a los aspirantes, una ventaja inesperada de la tecnología— fueron que se tratara de grabaciones sin editar de entre veinte y treinta minutos, con la condición de que cada una de las obras estuviera grabada en una sola toma.
Debe tenerse en cuenta que cualquier fallo al final del último movimiento de la obra puede significar la pérdida de todo el trabajo de los movimientos anteriores, lo que multiplica el tiempo que se le debe dedicar a la grabación. Esto es especialmente importante en vídeos que se vayan a presentar en competencia con otras personas, como en una prueba de acceso o en un concurso, puesto que pequeños fallos que hayamos decidido dejar pasar quizá otros candidatos los hubieran corregido haciendo una nueva toma y así causen una mejor impresión en el tribunal que va a hacer la selección.
Este tipo de vídeo se parece mucho más a un concierto en directo que a una grabación comercial. En esta es seguro que no se habrá dejado pasar ni la más mínima imperfección, pero es igual de seguro que detrás habrá habido un trabajo de edición que no está permitido en las grabaciones del conservatorio. En un concierto es inevitable que se produzcan pequeñas inexactitudes y también las habrá en un examen en directo, con la posibilidad de que pasen desapercibidas para el tribunal, pero al quedar grabadas siempre queda la duda de si volverán atrás a comprobarlo.
En este momento se plantea la gran pregunta: ¿cuándo debemos dar por buena una toma? ¿es posible conseguir una grabación perfecta? ¿es razonable el esfuerzo que requeriría intentarlo? Depende del tipo de prueba de que se trate y del nivel del intérprete, pero se hace realmente difícil encontrar el punto justo de exigencia.
La puesta en escena en una grabación para una prueba debe ser similar a la de un concierto, tocando preferiblemente de pie, con una vestimenta adecuada y respetando las pausas al principio y al final de la obra y entre los movimientos. Estos detalles que pueden parecer superficiales no son solo importantes para causar una buena impresión con el vídeo, sino que también ayudan a acostumbrarse al escenario para el momento de tener una actuación real. No está de más entrenar este tipo de grabación a lo largo del curso como si se tratara de un concierto, porque el trabajo de concentración y de control de los nervios es muy similar en ambos casos.
Particularidades de la enseñanza instrumental online
Las clases virtuales permiten mucha flexibilidad, pero a pesar de ello es recomendable mantener la regularidad en cuanto a frecuencia y horario, tal y como se hace con las presenciales. También es importante seguir una estructura que incluya diferentes apartados —por ejemplo: trabajo de sonido, de agilidad, estudios y repertorio—, que pueden variar entre las distintas familias instrumentales. Si en una clase presencial es importante mantener esa estructura para que el alumnado comprenda cuál es la forma más efectiva y completa de trabajar, lo es más aún en este caso, en el que el estudio individual cobra un mayor protagonismo.
Una de las ventajas de la enseñanza a distancia es que potencia la capacidad de autocrítica de los estudiantes, puesto que una vez que han interpretado correctamente las instrucciones de su profesor necesitan ir haciendo una valoración objetiva de sus progresos sin la ayuda directa de este, sobre todo en aquellos aspectos más sutiles que pueden pasar desapercibidos. Por otro lado, la utilización de la tecnología aplicada al estudio de su instrumento les abre un nuevo campo de adquisición de competencias y de utilización de los recursos disponibles con un objetivo educativo.
Internet facilita el contacto entre el profesor y el alumno aunque se encuentren en lugares muy alejados. Este contacto permite hacer un seguimiento del alumnado a lo largo de todo el año y casi en cualquier circunstancia, no solo en las clases regulares, y también ofrece a los estudiantes la oportunidad de conocer a nuevos profesores y su forma de trabajar sin necesidad de desplazarse.
Conclusión
La experiencia ha demostrado que la fórmula más efectiva para sacar provecho de las clases online es una combinación de clases en directo y grabación de vídeos, porque estos ofrecen una mejor calidad y aquellas permiten mantener la inmediatez de la relación entre el profesor y el alumno. Además, se puede reforzar con una página web, un canal de YouTube o una carpeta de archivos compartidos donde los estudiantes puedan encontrar todo el material de consulta que puedan necesitar.
La enseñanza instrumental a distancia ya está aquí. Llegó forzada por las circunstancias, pero no cabe duda de que haciendo un buen uso de ella se puede enriquecer el repertorio de herramientas al servicio de los docentes y del alumnado.
El único secreto es tener unos objetivos educativos claros y capacidad de adaptación a la realidad.
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