El canto ha rodeado desde siempre a la soprano pamplonesa Sofía Esparza. Ahora, recientemente finalizadas las funciones de Roméo et Juliette de Gounod en A Coruña, se embarca en la zarzuela Las golondrinas, que se estrenará en Madrid el 9 de noviembre. Asimismo, dentro de poco lanzará su próximo proyecto discográfico: las canciones inéditas de Barbieri, homenajeando el 200.º aniversario del compositor.
Por Alicia Población
En una ocasión afirmabas: ‘Canto casi desde siempre. Lo primero que hice fue a los 7 años. Estaba en un coro infantil y participamos en una ópera de Iñigo Casalí. Con esa misma edad hice de figurante en El trovador y ya no paré’. Sin embargo, empezaste con el arpa. ¿Por qué elegiste primero el arpa? ¿Cómo te das cuenta de que la voz es tu instrumento?
Efectivamente, el canto siempre estuvo ahí. Empecé en coros infantiles, en la Capilla de la Catedral de Pamplona. Siempre estaba cantando. También es verdad que en mi familia había mucha tradición. Cantaban en el Orfeón, por ejemplo. Entendíamos que pasar el rato juntos también implicaba cantar. En el conservatorio no se podía empezar con canto desde tan pequeña, así que tuve que escoger un instrumento. Creo que mi madre nunca entendió muy bien por qué escogí el arpa; pero lo cierto es que yo siempre lo tuve claro, aunque tampoco sé decirte muy bien por qué. Creo que tiene que venir de verla en alguna película de Disney. A pesar de todo, siempre seguí cantando. El arpa la tocaba más para mí. Me gustaba cantar para los demás, pero con el arpa me ponía muy nerviosa en público.
¿Has sufrido miedo escénico alguna vez?
Miedo escénico como tal no he sentido. He sentido nervios antes de salir al escenario. Podríamos llamarlo miedopreescénico. Una vez que salgo, se me pasa. Estar con el público me ayuda, de hecho, cuanto más público hay, mejor me siento. Cuando haces una audición, por ejemplo, en la que solo te escuchan tres personas al final del teatro, eso es otra cosa. En esas situaciones he tratado de imaginarme el patio de butacas lleno. Evidentemente no es lo mismo que alguien vaya a juzgarte a que alguien vaya a disfrutar de tu arte. Creo que también, como público, y cuando los propios artistas acudimos como público a ver a otros, debemos entender que quien está en el escenario nos hace un regalo. Quien está ahí es el mensajero, es quien logra que esa música, que ese arte, nos llegue. No debemos olvidarnos de eso del mismo modo que el artista no debe olvidar que no se trata de una exhibición, sino de transmitir, de ser un canal.
También decías que ‘en la ópera tienes la posibilidad de ser otra persona y en el concierto eres tú’. ¿Por qué te gusta eso de ser ‘otra persona’? Es un poco contrario a esa leyenda del ego de los cantantes.
Sí, es verdad que puede entrar en contradicción con eso que se dice del divismo de los cantantes, pero creo que la posibilidad de dar cuerpo y voz, dar alma a un personaje que vive otra realidad que no es la tuya, te da la posibilidad de vivir otra vida. A mí eso me encanta. Concretamente la interpretación me apasiona y creo que, a día de hoy, para ser un buen cantante también tienes que ser un buen actor.
¿Ser un personaje, en vez de tú misma en escena, también apaga ese miedo escénico y esos nervios que decías que sentías, por ejemplo, con el arpa?
Creo que los cantantes sentimos cierto estrés antes de salir a escena. Focalizarte en el personaje y en su historia puede ayudar a superarlo. Concentrarte en la técnica o las dificultades escénicas del papel que interpretas te quita el miedo y los complejos que tengas. Cuando eres tú no puedes dejar de ser tú en el escenario, y eso te lleva a pensar en tus miedos y tus problemas particulares.
Antes comentabas que es importante la formación actoral dentro del canto.
Sí. Tuve la suerte de tener una buena profesora que nos hacía recitar y declamar en el conservatorio. Cantar te ayuda porque te acoges a una técnica, pero cuando hablas, al final tienes que buscar dentro de ti y de tus vivencias. Tiempo después, como me gustaba tanto, di clases particulares con una actriz. Cuando interpreto zarzuela, que tiene mucho texto hablado, no lo puedo hacer de cualquier manera. Hay muchas veces que en escena el texto parece que se dice sin ganas, como queriendo que esa parte se acabe cuanto antes. Yo trato de cogerlo con gusto, busco ese placer, también por la importancia que creo que tiene a la hora de conectar con el público. En las partes habladas no puede dejar de existir el personaje.
Dices que lo que más te gusta es la ópera. ¿Por qué lírico y no pop, por ejemplo?
Me he criado en un ambiente de repertorio clásico, he crecido en un conservatorio. Me habría encantado también ser cantante de musicales. Tiene esa parte actoral muy explotada, y de baile, pero la vida me ha llevado por este camino. El haber estudiado un instrumento, por otro lado, creo que me ha dado una base muy sólida respecto a la teoría musical, tanto de análisis como de armonía y solfeo, esa es una base que te da el clásico que es fundamental.
A finales de septiembre trabajaste en la producción de Roméo et Juliette en A Coruña en la temporada lírica de Amigos de la Ópera. ¿Qué caracteriza a la Julieta de Gounod?
No deja de ser la Julieta de Shakespeare. Está loca de amor hasta el punto de suicidarse. La Julieta de Gounod, respecto a otra Julieta, como puede ser la de Bellini, es más juvenil, más fresca, más apasionada, incluso. La de Bellini es más espiritual, más etérea. La característica de la ópera francesa se plasma en este personaje. Diría que la de Gounod es más humana, más carnal. Yo soy muy emocional y con esta Julieta creo que me entiendo bien.
¿Qué personaje sueñas con hacer?
No podría decirte solo uno. A corto plazo te diría Musetta o Micaela, pero a largo plazo debo tener en cuenta adónde me lleva mi voz. El repertorio con el que tu voz se sienta cómoda es el que más te va a gustar hacer.
Mencionabas que los directores de escena tienen en ocasiones ideas descabelladas o muy exigentes, pero que siempre hay que intentar hacer lo que te piden, que es normal que quieran probar ideas nuevas y, si se pude hacer, es estupendo. ¿Cuál es la idea más descabellada que te han planteado desde la dirección escénica?
A mí no me ha pasado que me pidan algo muy descabellado. Además, soy de las que prefieren probar antes de decir que no. Si no funciona también se va a ver desde fuera. Con la COVID-19 nos hacían cantar todo con distancia, claro. Cantar un dúo amoroso separada por ciertos metros obligatorios era muy incómodo. Se trata de hacerlo lo mejor posible dentro de las circunstancias, y también de que haya una cierta negociación para llegar a un término medio.
Tu último álbum, con el pianista Rinaldo Zhok, sobre obras de Emilio Arrieta, pone de manifiesto la calidad de la música de este compositor navarro. Alguna vezhas hablado del olvido que hay en España respecto a la música nacional, salvo para los compositores ya consagrados. ¿Por qué crees que pasa esto?
No creo que Arrieta esté olvidado, lo que veo es que solo se hace un título suyo, Marina. Esta es una obra estupenda, pero hay muchas otras cosas. Las obras que rescatamos no tienen nada que envidiar a otros autores. Creo que seguimos un poco estancados en la tradición. Nos seguimos centrando en obras que tuvieron mucho éxito en su época y nos olvidamos de otras que, aunque no lo tuvieron en ese preciso momento, son muy válidas. Ahora hay mucha gente tratando de desenterrar compositores y obras para volver a darles vida y que puedan volver a escucharse y disfrutarse. Se está haciendo un gran trabajo.
También da la sensación de que la programación general siempre tira por los mismos títulos.
El público tradicional va a ver lo que conoce, no se atreve con un título nuevo o un autor desconocido. Los programadores se van atreviendo poco a poco, pero también saben que una Carmen te va a llenar todas las funciones. Creo que se trata de equilibrar esa tradición con nuevas apuestas y atreverse a desenterrar repertorio.
Para este 2023, además de varios conciertos sobre este álbum de Emilio Arrieta, tenéis un nuevo proyecto discográfico en el que ya estáis trabajando en colaboración con el Gobierno de Navarra. Ahora que ya es el último trimestre del año, ¿puedes contarnos algo más?
Es el disco de las canciones inéditas de Barbieri. Ya hicimos el de Arrieta y ahora serán las de Barbieri, coincidiendo también con su 200.º aniversario. Vamos de aniversario en aniversario. Son treinta canciones muy frescas, muy populares y zarzueleras, que creo que el público va a disfrutar mucho. Barbieri era muy popular, y en sus obras acudió a sus raíces andaluzas. En el disco hemos metido castañuelas, que le gustaban mucho. Hemos contado con Cristina del Barrio y, para otra obra, que tiene flauta, piano y voz, también está Unai Casado. Ambos son amigos míos, así que realmente ha sido un disco entre amigos.
En noviembre estarás en el Teatro de la Zarzuela en el segundo elenco de la obra Las golondrinas, de Usandizaga. Para preparar el personaje de Lina, ¿hay consenso de algún tipo o acuerdos interpretativos entre un elenco y otro?
Depende de cómo trabajen los directores. Los dos repartos están bastante equilibrados y lo que yo he vivido en las producciones donde ha habido doble elenco ha sido que uno y otro son completamente diferentes. Es como si hicieran funciones distintas. Creo que esto es precisamente lo bonito de que haya dos elencos, la variedad que se consigue. Desde la dirección muchas veces lo aprecian y deciden marcar y reforzar las diferencias entre quien canta en el primero y quien lo hace en el segundo. No somos máquinas, hay que buscar la esencia personal porque es lo que enriquece y da vida al proyecto y al equipo.
¿Qué opinas de la crítica musical? ¿Crees que es necesaria para dar un empujón a quienes aún no tienen reconocimiento o consideras que no es realmente necesaria por ser demasiado subjetiva?
Creo que la crítica es necesaria sobre todo si su finalidad es la de difundir el arte. Es decir, atraer el público que está más lejos de nuestro mundo, que la gente lo conozca, que se presenten las obras. No creo que deba ser exclusivamente un parámetro de juicio. Debe tener un sentido divulgativo, porque es lo que más favor nos hace, tanto para quienes nos dedicamos al arte y a la música como para la cultura en general. Nos hace falta crear más público. La crítica es bella cuando tiene un fin noble. Por supuesto hay que decir lo que se piensa, tener una opinión y ser sincero, pero no se trata de destruir. A todos nos afecta, en mayor o menor medida. Yo trato de no leer nada hasta que no acaban las funciones porque puedes tener un mal día y venirte abajo. Para mí lo importante es que una crítica se haga con la intención de atraer a la gente, no de buscar el error.
¿Es intrínsecamente necesario el reconocimiento para el éxito?
Desde el punto de vista profesional, el éxito sí que necesita reconocimiento. Desde el punto de vista del éxito personal, no. Yo puedo sentirme exitosa cantando un aria en mi casa, pero si no me subo al escenario, si no me ven el director de un teatro o el público, si no tengo esa valoración por su parte, no tendré ese éxito. En nuestro caso sí que creo que el éxito y el reconocimiento van ligados.
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