Esta sección se elabora con la asesoría de la Dirección del Máster en Musicoterapia de UNIR
Por Marina E. Junquera
Según la American Music Therapy Association (AMTA), un musicoterapeuta debe desarrollar ciertas competencias indispensables. La habilidad para reconocer el impacto de sus actitudes y acciones sobre el paciente es esencial, así como el manejo eficaz del rol de terapeuta en las sesiones —individuales y en grupo—, que conlleva una comunicación apropiada. También debe aceptar críticas con actitud de mejora, resolver conflictos de manera constructiva, expresar sus pensamientos y sentimientos de forma consistente, y demostrar una conciencia crítica de sus fortalezas y debilidades. Partiendo de esta base, en el siguiente artículo vamos a desgranar las habilidades —innatas y adquiridas— que hacen más eficaz la labor del musicoterapeuta a una persona.
Competencias básicas
Para saber hacer de la música algo plenamente terapéutico, un musicoterapeuta debe comprender profundamente su disciplina y, sobre todo, entender que todas sus competencias están en constante evolución y desarrollo. Como hemos mencionado anteriormente, algunas de las habilidades de un terapeuta son innatas y otras se adquieren con el tiempo. Sin embargo, que una cualidad sea innata no implica que no tenga rango de mejora.
Capacidades innatas
Destacan la simpatía, la empatía y, sobre todo, la compasión. Son cualidades innatas, pertenecientes al carácter, que trasladan la atención más allá de uno mismo, más allá del ‘yo’. Entre ellas, la tercera es la más compleja: ‘La compasión es el entendimiento del otro como parte de mí, la comprensión del sentir del otro que me lleva a la acción’. Por otro lado, la musicoterapia es sinónimo de creación y, en esta línea, una competencia fundamental del terapeuta es la creatividad, traducida en flexibilidad: capacidad de adaptación y predisposición al cambio. Durante sus sesiones, debe ser capaz de moldear sus métodos y aportar soluciones útiles y rápidas, pero generadas desde la prudencia y los cuidados, para evitar daños. La musicalidad también es algo esencial en el terapeuta, para acoger melódica y armónicamente las propuestas del paciente y ofrecer un marco estético en el que encajen.
Capacidades adquiridas
Partiendo de la premisa de que un musicoterapeuta solo puede abordar aquellos aspectos que haya sido capaz de observar, debe entrenar especialmente sus capacidades de observación y escucha. Además, la creación de una buena relación con el paciente es otro de los puntos a destacar. El terapeuta debe ser alguien confiable y generar un espacio seguro, un apoyo incondicional para el paciente: porque escucha atentamente y comprende, porque no juzga, porque se muestra cercano y afectivo, porque cuida y es sincero. Todo ello, sin perder la postura de liderazgo en el proceso. Finalmente, en la base de todas estas habilidades debe estar el rigor científico, es decir, el estar al día de los últimos avances y publicaciones, para ofrecer los métodos más innovadores y la máxima calidad terapéutica en las sesiones.
La base: el conocimiento
Un musicoterapeuta trabaja constantemente integrando diferentes disciplinas y áreas científicas. Por ello, a todas las destrezas anteriores —especialmente a la última: el rigor científico— se deben sumar conocimientos en diversos campos, atendiendo a la naturaleza transdisciplinar de la musicoterapia. Ser musicoterapeuta requiere abordar las bases de cuatro campos, principalmente:
- La música: teoría y lenguaje musical, etnomusicología, filosofía y sociología de la música, etcétera.
- La terapia: psicología, psicopatología, escuelas de psicoterapia, teorías clínicas…
- La interpretación musical: manejo de diversos instrumentos y estilos musicales.
- Las particularidades del ámbito en el que trabaje: social, educativo u hospitalario.
La mirada hacia dentro
Finalmente, ser terapeuta es la culminación de un largo proceso en el que el autocuidado y el autoconocimiento son la pieza que completa el puzle. En primer lugar, el autocuidado debe ser completo: físico y psíquico. El cuerpo y la mente son las herramientas principales de trabajo del terapeuta, trabajo que realiza con personas y personas requieren la mejor de las predisposiciones. En segundo lugar, un terapeuta debe ser consciente de los procesos de su interior, sin descuidar lo que está dentro de sí mismo. Para inducir cambios en su persona —trabajar diferentes aspectos, mejorar facetas descuidadas y reconocer fortalezas— es necesario conocerse y ser consciente de uno mismo.
Deja una respuesta