‘España en la música’, así de sencillo titulamos esta sección, donde cada mes iremos desgranando lo mejor de nuestra música. Gracias sinceramente a la revista Melómano, a su directora Susana Castro y a Orfeo Ediciones por la confianza que deposita en mí, en una temática que verdaderamente me apasiona y en la que llevo años trabajando en los ámbitos de la investigación e interpretación desde la presidencia de Fundación Hispania Música y el liderazgo de la orquesta de cuerdas Concerto Málaga. Este encargo lo asumo con vocación de servicio a la música y con ánimo de ser de utilidad para el sector
Por José Manuel Gil de Gálvez
El título de este primer artículo, ‘Sentir en español’, lo he tomado en préstamo muy conscientemente de Felipe Pedrell con el mismo sentido e intención que el ilustre compositor e investigador quiso dar a su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el 17 de febrero de 1895, en su disertación sobre la figura de Antonio de Cabezón. Un bello texto de homenaje y proclamación de lo nuestro, el legado musical de los españoles, que casi siempre hubo de ser defendido por estos grandes promotores de la música. Y lo digo así, pues no solo fueron solventes y excelentes compositores, sino fervientes luchadores de la música y en la mayoría de las ocasiones en circunstancias muy adversas. Es por ello por lo que merecen un vivo recuerdo permanente porque, como solemos decir, ‘es de bien nacido ser agradecido’.
No descubro nada —por qué no decirlo— cuando rememoro que somos un país muy aficionado a alabar e invertir en el arte importado y a examinar con lupa el arte propio, el nuestro, que solo se reconoce salvo excepciones después del óbito y tras pasados unos buenos años, no vaya a ser que despierte el finado y nos venga a molestar.
No es necesario recordar los grandes nombres de nuestra pintura, literatura, escultura, arquitectura y también música, sí, nuestra música, para justificar la calidad de la obra de arte de esta tierra maravillosa. Es extraordinario ser exigente, pero seámoslo con todos por igual, protegiendo por supuesto lo nuestro, si hace falta por ley, como hacen otros países, y sobre todo cuando la inversión en arte se realiza con el pecunio público, pues quizá nos ayude a mejorar y a desterrar complejos. Aun así, ciertamente percibo mejoras en este sentido, pero jamás daremos el salto necesario si no se produce una auténtica apuesta de las instituciones. Aunque parezca complejo, es solo cuestión de voluntad.
Igualmente, se hace necesario recordar ciertos pasajes de nuestra historia para no caer en el error de complacernos diciendo que esto no es así y seguir sin hacer nada al respecto, porque para mejorar precisamos reconocer los defectos. Por ejemplo, siempre recuerdo con mucha tristeza el telegrama que envió Vicente Ruiz Albéniz, sobrino y médico del compositor de Camprodon, tras su fallecimiento:
‘Isaac Albéniz ha muerto a las ocho de la noche de ayer en este pueblo francés, sin el consuelo de que nadie de su patria mostrase interés por él. Que Dios se lo perdone a todos’
De la misma forma, y para valorar el amor que otro de nuestros grandes sentía por lo nuestro, también me vienen al recuerdo estas preciosas palabras de Enrique Granados a Joaquín Malats:
‘Me enamoré de la psicología de Goya, de su paleta, de él y de la duquesa de Alba, de sus modelos, de sus pendencias, amores y requiebros. Aquel blanco de las mejillas, contrastando con blondas y terciopelo negro con alamares; aquellos cuerpos de cinturas cimbreantes, manos de nácar y jazmín posadas sobre azabaches, me han trastornado’
Un genial Granados, sin duda nuestro mejor romántico, que, en otra ocasión, apesadumbrado por ser objeto de críticas tras inspirarse en Andalucía para la composición de su Danza española núm. 5 (Andaluza), nos decía:
‘¡…desprecios y anónimos en que se me acusa de escribir danzas andaluzas! Como si fuera un pecado’
Por ello, esta sección que nace pretende ser principalmente un homenaje a nuestra gran música, compositores, intérpretes e investigadores que a lo largo de la historia han dedicado su vida a dar lo mejor de sí para, en definitiva, dejarnos un legado musical que no siempre ha sido puesto en valor y respetado en su justa medida. De la misma forma, y cuando la ocasión o la noticia lo determinen, se dará cabida a asuntos de nuestra actualidad musical, aspectos artísticos, de gestión, ciclos, festivales; así como a la dimensión pedagógica relacionada con nuestros conservatorios y universidades.
¿De qué hablaremos? En primerísimo lugar de nuestros compositores e intérpretes. Además, también expondremos qué ha supuesto España para multitud de grandes maestros inspirados en nuestra tierra, como Glinka, Chopin, Liszt, Saint-Saëns, Dvorák, Puccini, Debussy, Sibelius o Ravel, por citar algunos. Igualmente, iremos trazando la presencia de nuestra música en el contexto internacional a lo largo de la historia, las claves y análisis para dar respuesta a la hipótesis que podría representar por qué nuestra música no se ha insertado y normalizado en el contexto del repertorio musical universal, más allá de algunas composiciones de Falla y el Concierto de Aranjuez de Rodrigo. Llegados a este punto, es menester recordar las palabras del compositor granadino Juan Alfonso García:
‘Falla es nuestro músico por excelencia, el que por sí solo consiguió lo que antes de él era pura utopía, que la música española […] ocupara un honroso lugar en el concierto de la música universal de nuestro tiempo […] él ha dado lugar a que seamos’
O esta otra del célebre violinista Yehudi Menuhin con ocasión de la entrega de la Medalla de Honor de la Universidad Menéndez Pelayo a Joaquín Rodrigo en julio de 1998:
‘Es maravilloso pensar que los españoles puedan recordar a lo largo del tiempo su tradición, su propio carácter, sus pensamientos y sentimientos, a través de la música de Joaquín Rodrigo’
O este consejo desiderativo del compositor linense José Muñoz Molleda en su discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, titulado ‘De la sinceridad del compositor’:
‘Lo que el músico español ha de procurar es captar la savia de nuestro folclore, la gracia de nuestros bailes, la variedad de nuestros ritmos y flexiones modales para elevarlos a gran altura y universalizarlos dentro de un concepto sinfónico de forma y contenido adornado si quiere con todos los atrevimientos que no anulen la esencia de la música’
¿Qué ha ocurrido con todo esto? Pienso sinceramente que no hemos hecho lo suficiente por nuestros compositores, han estado más que abandonados y sobre todo no han sido cuidados por su propia gente de la música, salvo honrosas excepciones, que es lo más grave.
Cambiando de tercio, es justo también recordar en este primer artículo a nuestros historiadores y teóricos de la música, como me gusta definirlos. Valga recordar la célebre frase de Francisco Asenjo Barbieri en una carta enviada a Felipe Pedrell en 1888:
‘La historia de la música española está bajo el polvo de los archivos de nuestras catedrales y conventos’
Estos fueron los que comenzaron a contar nuestra historia de la música, muchos en condiciones extremadamente complejas. Nos legaron investigaciones que nos han puesto en la pista de muchas cuestiones de vital importancia y se les ha tratado excesivamente a la ligera. Nombres como Teixidor, Soriano,Eslava, Pedrell, Cotarelo, Mitjana, Anglés, Salazaro Subirá, auténticas referencias de la investigación de la historia de la música española, pues a pesar de su antigüedad siguen siendo de obligada consulta.
Me gustaría acabar estas líneas recordando la obra inacabada la Atlántida, pues significó los últimos veinte años de la vida de nuestro más célebre compositor, el gaditano Manuel de Falla. Una obra que de alguna manera simboliza el culmen de nuestra música. Una cantata escénica basada en un poema en lengua catalana de Jacinto Verdaguer, que le había obsesionado desde su infancia, pues en él veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas, religiosas y humanísticas. Por ello, y gracias a la gentileza del Archivo Manuel de Falla, la primera página manuscrita de esta pieza nos acompañará en cada uno de los artículos, como símbolo de unión y riqueza cultural de España.
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