Descubrió su voz de adolescente y más tarde entró en el orfeón de la universidad y se enamoró del canto coral. Pero su voz le ha llevado mucho más lejos de lo que jamás había imaginado cuando debutó en el Teatro de la Zarzuela en 2013 como Guardián Primero en una producción de José Carlos Plaza. Ha cantado ópera y repertorio sinfónico en teatros por todo el mundo y acaba de conseguir el proyecto más importante hasta ahora de su brillante carrera como solista: un contrato para cantar en 2021 en el Theater an der Wien. También podremos verle en España en la nueva temporada del Teatro Real. Mucho más que un sueño hecho realidad con tan solo 31 años, aunque nada le emocionaría más que cantar en su ciudad natal, en Les Arts y en otros grandes teatros nacionales como el Liceu. Hablamos del barítono Sebastià Peris, quédense con su nombre porque va sonar fuerte.
Por Ana R. Colmenarejo
¿Cómo surgió tu vocación por la música?
En Valencia, mi ciudad, hay muchas bandas de música. Mi contacto llegó un poco antes porque mi yayo me regaló un violín cuando tenía 3 años. Pero yo al violín lo que hacía era pegarle con el arco. A partir de ahí empecé a tocar un instrumento valenciano tradicional llamado tabalet y estudié diez años de percusión.
¿Hay alguien en tu familia que sea músico o melómano?
La música ha estado muy presente, siempre se ha cantado, pero no hemos tenido instrumentistas. Solo mi hermana, que está haciendo ahora Musicología en Bélgica, y toca la dolçaina, un instrumento popular de viento.
Empezaste como percusionista y estudiaste otra carrera muy distinta. ¿Cuándo decidiste que querías estudiar canto?
Mi primer contacto con el canto fue al escuchar cantar a mi yayo «Granada». En mi casa Nino Bravo y Elvis Presley sonaban siempre en el radiocasete. Con 15 años aprendí unos pocos acordes y empecé a tocar la guitarra en la iglesia y a partir de ahí descubrí un poco lo que era la voz, pero para mí era un hobby, seguía tocando con mi grupo de percusión y quería estudiar una carrera «seria». Empecé Economía, me gustaba y sacaba buenas notas. Un día en la universidad me dieron un flyer del orfeón universitario; hice la prueba y entré.
¿Qué nos puedes contar de tu primera actuación como barítono? ¿Recuerdas qué cantaste y dónde fue?
El barítono solista del coro estaba de viaje y Mónica Cebrián, la secretaria del Orfeón, me animó a que me presentara para hacer el solo porque le gustaba mucho cómo versionaba a Elvis. Al director le gustó y lo canté. Me aplaudieron mis padres y poco más, pero fue el inicio de empezar a cantar. También recuerdo mi debut en el Teatro de la Zarzuela, en 2013, haciendo de Guardián Primero en la producción de José Carlos Plaza de La verbena de la Paloma.
¿Quién descubrió tu voz y quién te dijo que tenías un timbre bonito y muchas cualidades para ser barítono?
Mónica Cebrián me animó a que recibiera clases de canto y me sugirió tiempo después que me apuntara al conservatorio. La profesora con la que desarrollé mi carrera fue Patricia Llorens.
Años después hicieron ampliaciones en el coro de la Ópera de Valencia y ahí fue cuando quise centrar todos mis esfuerzos en el canto. A las 8 de la mañana estudiaba alemán en la Escuela Oficial de Idiomas, a las 10 francés y luego me iba al conservatorio. Me dedicaba en cuerpo y alma a la música y ahí empecé a invertir. Con el primer sueldo que cobré en el coro me compré un piano, con el segundo me compré partituras… Todo lo que ganaba lo he ido reinvirtiendo en formación.
He de decir que soy un coralista frustrado porque nunca ha salido una plaza para formar parte del Coro de Valencia. Es un trabajo maravilloso, te permite cantar pero estar en tu casa. Pero también es verdad que si hubiese llegado la plaza no tendría el currículum que tengo ni habría visto mundo
¿Ganar el Concurso de Juventudes Musicales fue un impulso para tu carrera artística?
Fue un premio nacional muy importante. Me recorrí España con el pianista Jesús López Blanco. Es una experiencia con la que ganas muchas tablas y das tu nombre a conocer. Una de los premios fue cantar con la Orquesta RTVE, fueron 5 minutos, pero te graba la tele y ya empieza todo a florecer. Gracias a este concurso también fui al Festival Europeo de Solistas en Venezuela en 2015, y allí canté paralelamente en la Temporada Lírica de Venezuela, donde debuté Luisa Fernanda de Federico Moreno Torroba. La gira implicaba cantar con la Orquesta Simón Bolívar, que dicen que es la mejor del mundo, y fue espectacular. Pero tuve que dejar la gira a la mitad porque llegó mi primer contrato para cantar con la ORCAM en el Auditorio Nacional, y pensé: «yo voy a hacer mi carrera en España, por lo tanto, me voy».
La ópera es muy interpretativa, ¿tienes algún truco para identificarte con el personaje al que das vida?
No es identificarte, es ser él. Si cantas Don Giovanni tienes que pensar que realmente puedes estar con cualquier mujer que quieras, y cuando cantas El Conde tienes que creer que realmente eres un conde. Creo que todos los papeles me han aportado y me han hecho crecer.
Has interpretado papeles como Marullo (Rigoletto), Silvano (Un ballo in maschera), Moralès (Carmen), Fígaro (Le nozze di Figaro), Papageno (Die Zauberflöte), Belcore (L’elisir d’amore)oSchaunard y Marcello (La bohème), ¿cuál es tu favorito?
Con el que más identificado me siento es con Papageno de La flauta mágica. Es un señor mundano, con reacciones y sensaciones cotidianas y cercanas. Para mí es mucho más difícil decir que soy Scarpia de Tosca, que es un malvado de manual. Papageno lo he hecho más. Una anécdota: un fin de semana estaba en casa y me llamaron desde Albania porque Papageno había caído enfermo. Cogí el primer avión que vi. Ellos habían ensayado y yo no había cantado en su producción, me sabía el personaje, nada más, pero seguí las indicaciones del director de escena y de mis compañeros y salió el Papageno que tenía en mi cabeza; fue muy bien, de hecho, me dijeron de volver, fue una grandísima experiencia.
Entre tu repertorio sinfónico encontramos El Mesías de Haendel, las pasiones de Bach, la Sinfonía núm. 9 de Beethoven, la Petite Messe Solennelle de Rossini, el Réquiem de Duruflé o el Réquiem de Fauré. ¿Con cuál te has sentido más identificado?
Las obras que más me gustan son la Novena Sinfonía de Beethoven y el Réquiem de Brahms, porque cuando canta el barítono son adrenalina pura. Algún día tendré un ataque al corazón con la Novena, siempre se me disparan las pulsaciones cuando entran los cinco compases anteriores al barítono: ves a todo el coro que se pone de pie, tú también te levantas, se queda todo el mundo en silencio y es tu entrada.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Poder transmitir y poder viajar. Es un trabajo donde no hay monotonía porque cada día eres un personaje diferente. Es siempre un teatro nuevo, vestuario diferente y yo mismo siempre estoy en proceso de cambio. Nuestro trabajo son 24 horas, cuidar lo que comes, lo que bebes, no fumar… Es un mundo muy duro, hay cosas buenas y cosas malas. Ir con la maleta siempre, gastarte cientos de euros para ir a hacer a una audición y que te escuchen tres minutos, que no te dé tiempo a ver las ciudades… Es un trabajo muy solitario; cuando cae el telón hay mucha lágrima de muchos cantantes.
¿Se da importancia al físico?
El currículo y el aspecto físico son muy importantes, hay que cumplir unos parámetros para el director de escena, hay que estar físicamente en forma porque te graban en vídeo y es muy importante, cada vez más.
¿Qué género prefieres cantar?
Mi trabajo es más operístico, pero me encantaría volver a cantar en el Teatro de la Zarzuela. Siempre he defendido en todos los países a los que voy la zarzuela y nuestro patrimonio. Me encantaría que hubiese un resurgimiento de este género y que contasen con los artistas españoles consolidados y con los emergentes.
Considero que tiene mayor dificultad cantar un concierto sinfónico que una ópera, porque en la ópera te puedes escudar, tienes más elementos, pero un recital es un cristal, se ve todo, no tienes una peluca, no tienes una espada, estás solo acompañado por el piano.
¿Tienes predilección por algún idioma?
Tenemos que estar abiertos a todo, quién me iba a decir a mí que iba a cantar en chino, checo, hebreo, gallego… Parece que, sin darme cuenta, por las obras que te he dicho, es el alemán. Pero el castellano me encanta y también el valenciano. Da igual el idioma para cantar, lo importante es la transcripción fonética.
Has trabajado con directores de escena y directores musicales muy reconocidos, ¿hay alguno que te haya marcado especialmente?
De todos los directores con los que he trabajado he aprendido algo. Los directores transcendentales para mí han sido Cristóbal Soler, con él hice mi debut en el Teatro de la Zarzuela, confió en mí cuando era un niño para darme un papel; en lo sinfónico me apoyó Víctor Pablo Pérez, he hecho prácticamente mi carrera sinfónica en España gracias a él, incluido mi debut en el Auditorio Nacional; y en ópera Christof Loy, por quien debuté en el Teatro Real y volveré en la nueva temporada y estoy en la ópera de Zúrich. Ellos me han dado la oportunidad y les estoy muy agradecido.
¿Has encontrado diferencias con otros países?
Sí, está muy bien trabajar y ver mundo, pero para mí no deja de ser una tristeza saber que pago mis impuestos en España pero que nunca he cantado en el Liceu, ni en Valencia, ni en Sevilla, y me encantaría. Se premia más al cantante que viene de fuera que al que es de aquí. Muchos de los cantantes líricos españoles están en los mejores teatros del mundo, tenemos a los mejores barítonos. Yo tengo como ejemplo a Juan Jesús Rodríguez, Carlos Álvarez, y Ángel Ódena.
Has estado dos años en Düsseldorf colaborando con la Deutsche Oper am Rhein, ¿cómo has vivido esta experiencia?
Es uno de los teatros más grandes de Europa. Yo estaba en una ópera estudio y cuando me llegaban propuestas de otras óperas me reemplazaban por otra persona, eso me permitió seguir en contacto con España, hacer conciertos con la Orquesta de la Comunidad de Madrid y en el Auditorio Nacional o el proyecto en la Ópera Nacional de Holanda.
Fue una gran experiencia cantar allí, aprendes a normalizar lo que es cantar. Allí ni vocalizan porque saben que lo hacen bien. La chica que canta el papel más importante de la ópera, por la mañana está paseando a sus niños con una bici; Rigoletto antes de cantar está fumándose un cigarro… Allí me di cuenta de que cantar es un trabajo más. La lección más importante que me llevo es que hay que cantar habiendo discutido con tu pareja o habiendo enterrado a un familiar, he aprendido a quitarle un poco de misterio.
Y hablando de experiencias, has sido el único español invitado al iSING! Festival de China este año. Supongo que es todo un halago.
Me ha gustado ver una cultura totalmente diferente. Tienen teatros, tienen medios, tienen ganas. Siempre me encontraba a alguien cantando pronto por la mañana, y volvía por la noche y seguían. Vocalmente tienen una resistencia que nunca he visto. Su vida se basa en lo que quieren ser, si quieren ser cantantes están allí todo el día practicando. Aunque no tienen la tradición histórica que tenemos nosotros, la vieja Europa, por lo que yo vi están importando a los mejores profesores y los están llevando allí. Hay muchas ganas de aprender.
Viajas por todo el mundo pero aquí en España también tienes proyectos, ¿cuáles han sido los más recientes?
En mayo de 2019 hice mi debut en el Teatro Real con un pequeño papel en Capriccio de Strauss y me ofrecieron cantar en la siguiente temporada Rusalka de Dvorák en checo, que se estrenará en octubre del 2020.
También he interpretado a Sharpless en Madama Butterfly de Puccini con la Orquesta Reino de Aragón. He formado parte del estreno de la primera ópera en gallego del siglo XXI, A Amnesia de Clío de Buide, interpretando a George Bush, y he realizado con la Orquesta y Coro RTVE la grabación de Anatomía de la Zarzuela. Además, cuando he tenido tiempo, he organizado con algunos amigos la auto-producción de The Telepohne de Menotti, dentro de nuestro proyecto de la Ópera de Cámara de Valencia. Si la ópera no viene a nosotros, nosotros la creamos.
¿Tienes en mente la idea de grabar pronto algún disco?
Me gusta más la magia de lo vivo, en los directos hay veces que las cosas te quedan mejor o peor. Un cantante es alguien que siempre está al pie del cañón a través de los años, esto es una carrera de fondo, no es un sprint. Pero me has dado tú la idea y puede que me lo piense.
¿Ha afectado mucho a tu agenda el confinamiento?
Me pilló la alarma en Düsseldorf, estaba cantando el Lohengrin de Wagner y me empezaron a cancelar en 48 horas la programación de todo el año e incluso el concierto que tenía con Ainhoa Arteta y Ramón Vargas, dirigido por el maestro Gómez-Martínez, en la Gala Anual de RTVE, que era un sueño para mí. Te rompe los planes y te fastidia, pero al día siguiente me llegó un contrato en el Theater an der Wien que entrará en vigor el 1 de enero de 2021.
Enhorabuena por el contrato en Viena, ¿qué representarás allí?
He tenido mucha suerte porque el Teatro an der Wien lo construyó el primer Papageno. Este señor era empresario, se llamaba Schikaneder y era muy poderoso. Mozart le compuso un papel para él muy cómodo vocalmente. Fue una audición muy emotiva porque el teatro tiene la puerta del Papageno y era muy arriesgado cantar este repertorio en Viena. Pero, finalmente fue un acierto, me seleccionaron y haré de Fígaro en El barbero de Sevilla y Don Giovanni. Son dos óperas ambientadas en España, no sé si me eligieron por eso… Seré el único español allí.
¿Has podido sacar algo provechoso de este tiempo de parón? ¿Es difícil estudiar en casa?
En mi casa salen los peores sonidos porque tienes que ensayar, probar. Pero siempre he tenido mucha suerte con mis vecinas, me mandan WhatsApps el día que no he ensayado para decirme que estudie. Yo no tenía frustración de no cantar en Valencia pero me da pena cuando me quieren ir a ver y canto a miles de kilómetros.
He aprovechado para hacer un reciclaje técnico y también he hecho un canal de YouTube que se llama Musicasa, y grabo entrevistas, edito vídeos, he entrevistado a un mánager, a un otorrino, a una foniatra… Lo hago altruistamente y por el placer de transmitir mis conocimientos. Pero quiero destacar que lo más importante del confinamiento es tener salud, y desde aquí aprovecho para dar el pésame a las personas que han perdido a algún ser querido.
¿Qué proyectos te gustaría realizar en el futuro?
Me gusta vivir el presente y ser feliz con lo que hago. Me encantaría volver al Teatro de la Zarzuela y cantar en Les Arts, pero doy gracias a Dios de que tengo la agenda llena y puedo pagar mis facturas. Paralelamente a mis proyectos como cantante estoy fomentando una academia online que se llama OCaVal, Ópera de Cámara de Valencia, donde quiero ofrecer todo lo que sé.
¿Qué consejos les darías a los jóvenes que empiezan ahora?
Que se preparen para los noes, este trabajo es muy duro porque hay muchísima competencia, es muy importante que aprendan a gestionar las adversidades. Se tienen que hacer fuertes, no te puede hundir una crítica, hay que prepararse mentalmente para tener una piel gruesa. Esta es una carrera de fondo que implica mucha pasión, detrás de una gran voz también hay una persona. Hay muchas horas de solitud. Es muy duro, pero a la vez es apasionante.
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