El álbum ‘Im-posibles‘, editado con el sello discográfico Lindoro, es el resultado de un trabajo que surgió en tiempos difíciles y cuyo fin es provocar felicidad a quien lo escucha. Leyendo esta entrevista descubrirán a una artista con una gran sensibilidad y una innegable vocación por el arpa que la ha llevado a recorrer el mundo, a investigar sobre el instrumento y a descubrir un sinfín de posibilidades. Con ‘Im-posibles’, Sara Águeda y sus compañeros de Tañer —Belisana Ruiz, guitarra barroca, y Pere Olivé, percusión— nos llevan a una emocionante sensación de bienestar uniendo la música antigua con los sonidos más actuales y llegando, como ellos querían, al corazón.
Por Ana R. Colmenarejo
¿Cómo empezaste con el arpa?
No tengo el recuerdo de qué me hizo querer tocar el arpa, pero con 6 años ya les decía a mis padres que quería aprender a tocarla. Siempre ha sido un camino que he elegido yo y que mis padres, por suerte, han abrazado. Nadie de mi familia es músico, pero en mi casa siempre había música. Mi padre todas las mañanas encendía el tocadiscos y nos despertaba con un vinilo de Deutsche Grammophon de clásica para ir al cole. Curiosamente, justo donde viven mis padres había una academia de música muy pequeñita donde impartían clases de arpa. Empecé con 7 años, como si fuera el destino. Cuando tenía 13 años la profesora me animó a hacer las pruebas del Conservatorio de Arturo Soria y entré directamente en Grado Medio.
El arpa es un instrumento muy minoritario, ¿cómo ha sido desarrollar carrera en esta especialidad?
Era la única niña que estudiaba arpa en el conservatorio y solo había otro en Madrid donde se impartía también el instrumento. Tengo programas en los que canto y toco porque es una práctica que he hecho desde pequeñita al no tener compañeros muchas veces. Los primeros compañeros de arpa los tuve en Zaragoza cuando estudié el Grado Superior de arpa moderna. En Barcelona cuando estudié música antigua era la única del itinerario; de hecho, soy la única persona en España que tiene la titulación de arpas históricas. Esa carrera se abrió por mí y de momento no ha habido nadie que haya terminado el grado.
Tienes un largo recorrido profesional, ¿cómo ha sido ese camino?
Mi formación ha sido muy intuitiva, he ido llegando a los sitios de una manera natural. Si alguien me hubiera preguntado de pequeña si quería ser artista y dedicarme a los conciertos yo jamás hubiera dicho eso porque para mí tocar el arpa no era un medio de vida, era mi extensión, una cosa que me acompañaba y con la que era muy feliz, pero jamás me habría visualizado haciendo lo que estoy haciendo ahora. Al final hice educación especial. En mi familia me decían: ‘Muy bien, tocas el arpa pero, por la universidad, pasas’.
Entraste en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, un golpe de suerte, ¿no?
Empecé a trabajar en la Compañía Nacional de Teatro Clásico con 21 años, justo cuando acababa de terminar el Grado Medio. Mi profesora, Beatriz Millán, me llamó para que la sustituyera en dos o tres actuaciones con la compañía en el Teatro Cervantes en Alcalá de Henares. Me invitó a ver los ensayos y el proceso y Alicia Lázaro me hizo una prueba.
¿Cómo fue ese primer contacto con la compañía?
En aquel momento estaban ensayando Viaje del Parnaso, que era con títeres de madera. Tenían como setenta peluches que habían cogido cada uno de su casa para simular todos esos títeres. Yo había tocado en el Conservatorio y con la Orquesta de la Comunidad, pero nunca había visto una cosa de este calibre, me llamó la atención al ser algo tan diferente. Fui a todos los ensayos del montaje y los grabé en un minidisc. Me lo sabía de memoria, de hecho, todavía me lo sé. Cuando terminó la producción pensé que ahí acababa, y a la semana me llamó el director porque iba a hacer un montaje nuevo, solo con arpa, y eso que iban a ser tres días en Alcalá de Henares acabaron siendo ocho años en la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
¿Cómo has podido compaginarlo todo?
Cuando iba al teatro me reunía con el jefe de producción y le decía que me daba igual lo que me pagara, tenía 22 años, lo que necesitaba era poder estudiar en todos los teatros, y me lo concedían siempre. Era una condición indispensable para que yo pudiera trabajar porque siempre he estado muy concienciada de que necesitaba estudiar para ser buena. Ellos alucinaban, y era muy gracioso porque era la más pequeña de la compañía y todo el mundo vivía con fervor mis estudios. Los días libres los utilizaba para examinarme, y las funciones estaban siempre por encima de todo. Era muy duro, pero tenía mucha energía, era muy joven y fue una gran experiencia.
¿Qué has sacado de este momento tan activo de tu vida?
Trabajar con ellos me ha dado toda la visión del teatro y de cómo es la profesión, por eso para mí es muy importante la escena cuando se hace un concierto, cuidar la estética y que no sea solamente un concierto, que sea un espectáculo. Este año he impartido clase en Musical Arts Madrid en el itinerario de arpas históricas y les propuse hacer una asignatura nueva que se llama Creación escénica. Ahora estamos haciendo un cuento de Chéjov con sombras y músicas que van creando ellos. A mí no me faltó porque tuve la experiencia del teatro y para mí eso es más grande que hacer una asignatura en el conservatorio, pero creo que falta en el itinerario hacer una asignatura de creación escénica.
A la hora de interpretar, ¿te defines como clásica y conservadora o eres más del perfil de improvisar?
En música antigua hay muchos tratados con digitaciones específicas y hay una vertiente muy purista. Yo creo que hay que conocerla y hay que estudiarla muy bien, pero sin olvidarse de que el intérprete es un artista. Tenemos ese concepto del músico teórico y el músico práctico, y este último es una persona que es como una obrera de la música y tiene que tocar lo que está escrito. Puede ser una opción, pero para mí no lo es. En mi caso, la conciencia de decir ‘yo soy música’ me vino con 24 años, pero siempre me he sentido artista, desde pequeña. Para mí es muy importante dejar libertad artística al intérprete.
¿Tiene alguna relación el hecho de que estuvieras en la Compañía de Teatro Clásico con tus estudios de arpas históricas?
Sí, el hecho de entrar en la Compañía hizo que quisiera investigar y estudiar el Superior de arpas históricas. Ese fue el giro de la vida fortuito que me llevó donde estoy ahora.
En el trabajo de fin de grado de arpa moderna en Zaragoza hice una investigación sobre la importancia del teatro del arpa del siglo XVII. Mi primer disco, ‘Un viaje a Nápoles’, fue mi trabajo de fin de carrera en Barcelona; y en el máster también tengo un proyecto pendiente de grabación.
Tienes mucha experiencia en el mundo discográfico, ¿cuáles son los títulos que has publicado hasta la fecha?
Como te decía, el primero fue ‘Un viaje a Nápoles’. En él quería demostrar que podía tocar dos arpas al mismo nivel, el arpa de dos órdenes y el arpa doppia. Es todo ese proceso histórico maravilloso que pasa en Nápoles durante los doscientos años que es colonia española. Incluye música que viaja desde España a Nápoles y se fusiona, y toda la música puramente napolitana, dificilísima, de Gesualdo.
El segundo disco, ‘El Teatro del Arpa’, son todas esas obras que empecé a tocar en el Clásico cuando entré y a las que luego he dado forma; cada una de las obras está vinculada a un texto poético y la música es repertorio original de arpa.
El tercer disco fue con Luz y Norte —Celia Álvarez Dotres, viola da gamba, y Víctor Sordo, tenor— en torno a textos poéticos también de Cervantes.
El cuarto disco, ‘Stravaganza‘, es dificilísimo y estoy muy orgullosa de él, fue con el clavecinista Javier Núñez, a los dos nos apasiona la música napolitana del siglo XVII.
Y llegamos al quinto disco, ‘Im-posibles’, que acabas de publicar como parte del grupo Tañer con el sello Lindoro, ¿de dónde surge la idea?
Este disco lo hemos pensado desde el principio como un objeto artístico. Lo hemos hecho los tres, Belisana Ruiz, Pere Olivé y yo, a partes iguales. Si saco un disco es para que todo el conjunto del álbum sea una decisión mía con ayuda de otros artistas, amigos, que he ido conociendo a lo largo del camino, pero que cuente una historia. Este es el quinto disco que grabo produciéndolo yo. La primera canción, Los Impossibles de Santiago de Murcia, es la que iba a dar nombre al disco, pero como surgió en pandemia y al final ha sido posible, decidimos separarlo, ‘Im-posibles’ y que el posible estuviera muy presente y cobrara fuerza.
Belisana y Pere son compañeros míos; siempre hemos tocado muy bien juntos y decidimos que era el momento de crear un disco. Empezamos a hacer unos cuantos conciertos y nos vimos preparados para grabar. Nos pilló todo el confinamiento en medio, pero lo utilizamos para hacer todos los arreglos, dar forma a la idea y hacer un trabajo muy cuidadoso. La mayoría son piezas que están ya grabadas y de las que se han hecho muchas versiones con distinta instrumentación, pero tiene algo nuevo que es mucho más fresco a nuestros oídos; no sé qué es y no sé cómo lo hemos conseguido, pero de repente hay algo que a mí me suena actual. Creo que la música antigua tiene sonar en nuestros oídos de ahora.
¿Cómo fue el proceso?
Hemos cogido las variaciones que más nos gustaban de las tres Marionas pero entre medias hemos tejido nuestro propio entramado. Hicimos una cosa muy compleja que fue escribirnos todo en partitura y sobre ello trabajar haciendo contrapuntos, dinámicas, ver dónde se metía la percusión. Las cosas que hace Pere son fascinantes, realmente tiene un toque que dentro del estilo que sea se mete con unos ritmos que siempre son súper originales. Primero nos mandábamos todas las ideas por WhatsApp y ya para grabar nos fuimos los tres a mi pueblo una semana, a Alconadilla, en Segovia, y fuimos juntando los audios que nos habíamos mandado y vimos si funcionaban o no.
¿Cuál era el objetivo que perseguíais al grabar este disco?
Queríamos hacer un disco que dejara el corazón blandito, que tuviera su función terapéutica. Hay una anécdota muy bonita sobre esto: tengo una prima que es médica, es mi madrina, y ha estado de labor humanitaria en muchos sitios (Siria, Sudamérica…) viendo cosas muy duras. Hablé por teléfono con ella y, como está acostumbrada a tratar con la muerte a diario, siempre me da mucha paz. Por aquel entonces ella estaba mal. Decía que era muy duro ver a la gente irse sin poder despedirse de sus familiares. Me pidió que le mandara música y durante esos días le mandé cosas del disco y ella se las ponía a los pacientes. Entonces pensé que teníamos que hacer un disco que ayudara a la gente a sentirse en paz, que se quedaran alegres al oírlo. Es un repertorio con melodías muy bonitas, pegadizas, y surgió de ahí. Ser artista también es acompañar el momento vital que estás viviendo.
¿Cómo definirías lo que sientes al tocar?
Para mí es sosiego. Si estoy triste, me encanta tocar; si estoy contenta, también. Hace cuatro años empecé a hacer yoga, era súper descreída, y ahora me encanta. Cuando me explicaban el proceso meditativo me di cuenta de que yo eso ya lo hacía al tocar. Es una meditación consciente que hago todos los días. Quizá es el único momento en el que me siento concentrada y en paz. Me encanta también subirme al escenario, sentir esa energía brutal, siempre arriesgo.
¿Te has inspirado en algún arpista?
Siempre he escuchado mucha música; cuando no había Spotify sacaba toda la bibliografía de arpa que había en la Biblioteca de Conde Duque. Hay arpistas muy buenos que me han gustado mucho, de todas las ramas, desde Park Stickney a todos los grandes arpistas de arpa moderna que ha habido en Europa. De arpas históricas admiro muchísimo a Nuria Llopis, que fue la primera maestra que tuve, que me ha inspirado siempre a tocar y a seguir los caminos correctos, y Mara Galassi, que tiene un nivel de conocimiento que pocas veces te encuentras en un maestro. Recuerdo que venía a Barcelona a darme clase y traía una maleta y todo era para mí. Una vez me enfadé porque me trajo un montón de artículos y en la reprografía hubo un problema y tardé mucho en tener los materiales. Ella me dijo que eso que había tardado cuatro horas en fotocopiar, ella llevaba ya treinta años, biblioteca a biblioteca, recopilando cada uno de los artículos. Es muy generosa, seguimos en contacto, para mí es una grande. También tengo compañeros a los que admiro mucho.
¿Hay alguna pieza que sea tu favorita del disco?
Una pieza que nos ha gustado a todos como ha quedado, no tanto porque sea difícil sino porque nos toca un poco más, son las Marionas. Beli siempre dice que cada vez que la escucha se pone a llorar de lo bien que le hacen sentir. El Villano de Francesc Guerau también ha quedado muy bonito a nivel rítmico. El Fandango de Santiago de Murcia ha sido especial tocarlo porque es una pieza para guitarra, pero me ha encantado experimentar. El Tiento de Falsas 1º tono de Cabanilles es súper sosegado, muy sensible; a nivel armónico es la pieza más interesante del disco, es de tecla pero funciona muy bien en el arpa.
El disco es una obra de arte en sí misma, ¿habéis realizado también el diseño?
El dibujo de la portada lo ha hecho un súper artista, actor y director:Miguel Cubero. Es un gran amigo. Hace poco estuvimos en la entrega del Premio Cervantes en Alcalá de Henares. Se hizo un homenaje a Francisco Brines en el que Miguel recitó su poesía y yo toqué el arpa. Nunca le pido nada porque quiero que sea libre a nivel creativo como yo lo soy interpretando, solo le dije que no fuera triste, que tuviera movimiento y color, porque todo son danzas. Él se pone el disco, coge la brocha y empieza a pintar escuchando la música. El dibujo del arpa y de la guitarra son de dos tratados antiguos, ha hecho como un collage que creo que refleja lo que es el disco, la parte moderna es un dibujo contemporáneo, con movimiento, sin mucha definición. Me lo envió, lo vi y dije: ‘Esta es la portada’.
¿Dónde te podemos ver próximamente?
Recientemente hice una lectura dramatizada sobre la figura de Emilia Pardo Bazán. También he hecho espacios sonoros de obras de teatro y en este caso he tocado repertorio del siglo XIX con Nacho García, que es el director de Teatro Clásico de Almagro, en el Palacio Lázaro Galdiano de Madrid.
Llevo el coaching español de la ópera Coronis de Durón en un festival en un castillo en Normandía donde iré con Le Poème Harmonique, y además todos los músicos daremos conciertos solos. Con ellos también estuve hace poco grabando en la Ópera de Versalles, y nos iremos en septiembre a Holanda y a finales de año a Rusia. También estamos con un proyecto nuevo que se llama Le Mariage Royal, que luego se grabará.
Este verano tocaré en el Festival Renaixement en Valencia, en el Festival EnClaves en Huesca y en la Catedral de Burgos. Acompañaré a la soprano Rocío de Frutos en los Jardines del Real Alcázar en Sevilla y en Música Ficta en Castellón. En septiembre tocaré en Navarra, La Rioja y el País Vasco en distintos festivales de música antigua y en Sant Joan de Mediona (Barcelona) donde presentaremos ‘Im-posibles’ con Tañer. Me emociona en especial esta fecha y me haría mucha ilusión veros allí.
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