El director de orquesta Salvador Vázquez afronta esta temporada su primer ciclo al frente de la Orquesta de Córdoba. Con un planteamiento adaptado a las necesidades de la formación y toda su energía puesta en desarrollar un proyecto de calidad para la ciudadanía, nos descubre cómo equilibrar una programación en la que quedan patentes sus intereses: dar espacio a artistas españoles, a jóvenes, al descubrimiento de nuevos repertorios para los músicos y el público y a la lírica, su gran pasión.
Por Susana Castro
¿Qué objetivos te has marcado para las dos temporadas que estarás al frente de la Orquesta de Córdoba?
Fundamentalmente, consolidar una programación acorde a la plantilla de la orquesta. Que eso cale en el público y, de esa forma, que cada vez haya más abonados. Esta primera temporada hemos conseguido doscientos nuevos más y una renovación del ochenta por ciento de los antiguos abonados. Esto ya es un logro, y es, precisamente, lo que motiva el lema de la temporada, ‘Esencia’. Se trata de traer a la orquesta a su propio ecosistema sonoro y estructural, incluyendo obras nuevas, un gran reto, si tenemos en cuenta los problemas de financiación que arrastra la orquesta.
Veo que tienes los pies en la tierra…
No me queda otra. La Orquesta de Córdoba necesita que tanto el gerente, Roberto Pálmer, como yo tengamos los pies en el suelo. He dirigido muchas veces la orquesta como invitado y considero que he hecho programas que no son para esta formación. Eso genera otro tipo de gastos que, si los analizamos desde el punto de vista artístico, no tienen sentido. Si queremos llegar a la excelencia debemos ver qué tenemos y con qué podemos ir hacia adelante, y a partir de ahí, construir. En ese sentido, siempre digo que estoy encantado con Roberto, ya que es una persona con los pies en el suelo que ha venido atajando un montón de problemas que tenía la orquesta y que los está arreglando poco a poco. Es algo que lleva mucho tiempo y evidentemente afecta a la programación, pero estamos trabajando en hacer un proyecto responsable.
Es muy interesante que hables de programación ‘responsable’ porque cuando recibimos en Melómano la información sobre la temporada 2024-25 lo primero que pensamos fue que tenía mucha coherencia y que hacía una gran apuesta por el talento nacional, algo que es parte de tu marca personal.
Creo que estamos en otra época; mientras que antes se necesitaba traer muchos artistas extranjeros para vestir las programaciones de nivel, hoy ese nivel lo tenemos en casa. Hay que recordar que la European Union Youth Orchestra (EUYO) tiene un treinta por ciento de españoles en sus atriles, es el país con mayor porcentaje, lo que da cuenta de que el nivel que hay ahora mismo en España es muy alto. Tenemos que empezar a romper barreras y darnos cuenta de que no necesitamos artistas extranjeros para hacer que nuestras temporadas sean interesantes. Como director, a mí me cuesta acceder a ciertas programaciones por ser joven, español y no tener cierta trayectoria internacional, pero los resultados y la crítica son buenos, por lo que considero que hay que consolidarlo y darle espacio. Hay que normalizar que haya españoles en las programaciones de las orquestas porque el nivel es muy alto. Esto no quiere decir que no se invite a artistas extranjeros, por supuesto, pero no mayoritariamente, porque las orquestas se pagan con dinero público del contribuyente español.
¿Cuáles crees que son las claves para asentar el número de abonados y atraer nuevo público a la temporada de la orquesta?
Estoy llegando a la conclusión de que no hay claves predefinidas, cada orquesta tiene su propia idiosincrasia. Tras haber diseñado esta temporada en tiempo exprés, puedo afirmar que en la Orquesta de Córdoba una de las claves es tener a un súper gerente al lado, que sepa equilibrarlo todo, mirar hacia delante y ver dónde van a estar los problemas para poder esquivarlos y que la orquesta no se vea afectada. Es fundamental trabajar con gente que rema en la misma dirección que tú. La programación está firmada por mí, pero detrás de eso hay un montón de gente trabajando con el mismo objetivo. Como director artístico puedes tener todo tipo de ideas, pero te vas encontrando con barreras que hay que salvar.
También he buscado intercalar el revisitar grandes clásicos con repertorios que la orquesta nunca ha afrontado, así como incluir obras actuales, como el estreno absoluto de Le rêve de Daphne de la cordobesa María Jesús Amaro que ya hemos abordado o El jardín de Baco de Lorenzo Palomo que haremos por primera vez en Córdoba en enero con el marimbista Conrado Moya. Encontrar el equilibrio puede ser una de esas claves, el tiempo nos lo dirá.
Hasta el momento habías dirigido gran cantidad de orquestas, pero la figura del director invitado no es la misma que la del director titular. ¿Cómo te ha cambiado la perspectiva?
Pienso mucho en cómo estará la institución el día que se termine mi trabajo. Llevo diez años dirigiendo como invitado la Orquesta de Córdoba y sé que es una formación con muchas ganas, pero ha pasado por gran cantidad de vicisitudes que se han traspasado al ánimo general. Trabajo con la idea de que el público aumente, pero también con que los propios músicos se sientan mejor y más felices dentro de la institución a nivel artístico. Es difícil, pero al programar pienso en todo esto y en tener a gente joven, españoles y artistas internacionales de cierto peso para que los músicos se sientan motivados, siempre imaginando el medio plazo.
En una formación como esta también tienes que bajar a pie de calle, implicarte muchísimo con el público y hacer cosas que van más allá de dirigir, como ofrecer charlas, encuentros con músicos en formación, etc., cuestiones que te exigen mucho más de lo que dice tu contrato. Pero si quieres que salga bien, te tienes que implicar, y a mí no se me caen los anillos.
¿Qué otros compromisos tienes para este 2024-25 al margen de Córdoba?
Estaré en la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con la Sinfonía núm. 8 de Beethoven y con la soprano Beatriz Díaz interpretando un par de arias de Mozart y Beethoven. Es la tercera vez que dirijo en Murcia y me siento muy cómodo. También volveré a dirigir en el Premio ‘Jaén’ de Piano.
Uno de los grandes momentos de la temporada serán las funciones de Carmen de Bizet en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. La lírica es lo que más me tira, vengo de ahí, primero como pianista acompañante de cantantes, después como director de coros, director asistente en óperas y ya como director en el foso. Estar en el Maestranza haciendo una Carmen me ilusiona muchísimo.
¿Vas a tener la posibilidad de hacer repertorio lírico con la Orquesta de Córdoba?
Sí, ahora en diciembre tenemos la Messa di Gloria de Puccini, que, aunque no es una ópera, nos permite trabajar con cantantes. Lo mismo sucede con el concierto extraordinario de Navidad, para el que contaremos con la soprano Leonor Bonilla. También interpretaremos el Réquiem de Fauré en Semana Santa. Me encanta trabajar con cantantes, lo tengo en las venas.
Otro de tus rasgos distintivos es trabajar en alianzas con los demás, trazar puentes en un sector que a veces peca de individualista. ¿De qué manera crees que puedes ayudar a generar un ecosistema sano desde la titularidad de una orquesta?
A veces tengo la sensación de que en nuestro sector hay una liga A, una liga B y después todos lo demás. Hay gente que está en esa liga B, pero no consigue acceder a la liga A, a pesar de que son grandísimos artistas, músicos y profesionales. Ahora que me han dado esta oportunidad —que casi ni me lo creía cuando sucedió— quiero aprovechar para dar empuje y visibilidad a todas esas personas a las que les cuesta tanto trabajo mantenerse ahí. En esta profesión nunca sabes por dónde vas a poder hacer tu carrera, por dónde seguir, es todo muy complicado y hay unos vaivenes extremos. A veces trabajas muchísimo pero no acabas de despegar, y eso te lleva a hacerte preguntas sobre en qué estás fallando, cómo resolverlo, no te queda otra que tender puentes. Este limbo permanente también te distrae de tus propios objetivos.
¿Cómo lidias tú con esta incertidumbre constante?
No lo sé, es muy difícil. Me considero muy optimista, tengo un sentido del humor brutal y todo me lo tomo así, porque en la vida hay problemas mucho peores que este. Si algún día tengo que cambiar de rumbo, ya se verá. Evidentemente me asusta porque tengo dos niñas, pero no sé cómo afrontarlo. Hay que ver la situación con optimismo, aquí no vale rendirse ni caerse. Aunque también ha habido momentos en los que he pensado en dejarlo todo y reinventarme.
Estamos en un momento en el que se habla de la salud mental con muchísima mayor normalidad que hace apenas cinco o seis años. Hay muchos artistas que ya han hablado de ello sin tapujos, pero, ¿crees que esa normalidad ha llegado a la música clásica?
Absolutamente no. Hay muchísima gente con muchos problemas, miedos, frustraciones que en la mayoría de ocasiones no se deben a su valía como artistas, sino a lo que genera el propio trabajo: decepciones, metas que no llegan, etc. Cuando decides embarcarte en esta profesión debes tener claro que la meta nunca se alcanza, porque siempre aparece algo nuevo. El día que yo me di cuenta de esto me encontré al borde de un precipicio del que no se veía el fondo y empecé a hacerme preguntas sobre hacia dónde llevar mi vida. Creo que a muchos artistas les pasa lo mismo. Y el componente suerte, aunque se dice que no influye, sí lo hace, es un factor importantísimo, y en la dirección, muchísimo más.
Hablando de metas, si pudieras pedirle al futuro todo lo que quieras, ¿qué metas te gustaría haber cumplido dentro de unos pocos años?
Haber dejado una buena Orquesta de Córdoba, que ya lo es, es una orquesta fantástica y la aprecio mucho, pero quiero dejarla funcionando, en una buena senda. También quiero tener mi agenda de conciertos dirigiendo ópera y zarzuela, ser feliz con esta profesión y estar abierto a lo que venga. Es algo un poco utópico, porque tener una agenda es muy difícil, y conlleva mucho desgaste.
Deja una respuesta