
La soprano Ruth Iniesta se enfrenta a un nuevo reto en su carrera con el debut del papel de Aspasia en Mitridate, re di Ponto, que llega por primera vez al Teatro Real. En esta entrevista, la artista reflexiona sobre su evolución desde el teatro musical hasta la ópera, su conexión con la música de Mozart y la magia irrepetible de cada función sobre el escenario
Por Ana Nasarre
Estudiaste danza clásica y flamenco y debutaste en varios musicales antes de pasarte definitivamente a interpretar ópera y zarzuela. ¿Hubo algún hecho especial que te motivara para dar un cambio tan trascendental en tu vida profesional?
El cambio se gestó por dos grandes motivos: mientras trabajaba en teatro musical, fui avanzando en mis estudios en el conservatorio y eso me hizo descubrir todo un universo musical que me cautivó. A esto se sumó que por aquel entonces en los musicales no me consideraban con un físico apto para la gran mayoría de los papeles y eso pesaba más que mi preparación artística.
¿La experiencia adquirida en los musicales te sirvió de base o te supuso algún obstáculo para afrontar tu carrera como cantante lírica?
Definitivamente, mi experiencia en teatro musical me nutrió como artista y me dio mucha seguridad escénica. Tuve que trabajar mucho a nivel estilístico y aprender a adaptar mi registro medio, por supuesto, pero fue una influencia positiva.
Has recibido muchos reconocimientos, el último ha sido el Premio Talía a Mejor Intérprete Femenina de 2024, concedido por la Academia de Artes Escénicas. ¿Qué suponen para ti los premios? ¿Han tenido repercusión en tu carrera?
Los premios obtenidos en concursos de canto me abrieron puertas a nivel de estudios en el extranjero y de pequeños pero importantes debuts. Los obtenidos ya estando en carrera, como El Ojo Crítico o el Talía, han tenido un gran impacto mediático y, lo más importante, me han llenado de orgullo, que se transforma en energía para seguir creciendo y avanzando.
¿Qué es lo que más te motiva y emociona cuando subes a un escenario?
Billy Eliot decía ‘electricity’ y lo entiendo muy bien. Pero yo diría que me lanzo a volar, dejar que la música y la historia usen mi cuerpo entero como vehículo para transmitir emociones al público. Es una sensación tan embriagadora como adictiva. Siento un desdoblamiento en el que, por un lado, soy yo disfrutando y (sobre todo al inicio) pasando nervios, mientras que, por otra parte, soy el personaje expresando sus emociones. Sentir después la respuesta del público entregado, es el mejor regalo.
¿Y lo más difícil de gestionar en tu carrera?
La crítica interna y externa. Esa búsqueda de la inalcanzable perfección puede ser un gran motor, pero también crearte el mayor lastre y hacerte pequeño. En cuanto salimos a escena estamos totalmente expuestos y nuestra pasión por esto hace que volquemos todo nuestro ser en el escenario en cada función y eso puede hacerte perder la perspectiva. Diría que aprender a relativizar es una tarea imprescindible. Hace poco leía unas palabras de una gran cantante que decía después de una de sus funciones: ‘hoy estuve peor de voz, pero no se notó’. Nosotros notamos mil cosas durante la función que, dentro, pueden parecer un mundo y hay que aprender a no dejarse arrastrar por ellas, ni durante ni después de la misma.
¿Qué es lo que más valoras cuando te ofrecen participar en una ópera, zarzuela o recital?
Que sea una música con la que sienta conexión.
Recientemente, has obtenido un gran éxito en el Gran Teatre del Liceu con La traviata, ópera que has representado en varias ocasiones. De tu actuación como Violetta en esta producción, ¿que destacarías en relación a otras que has representado?
Debuté este rol en el Teatro Massimo di Palermo, con toda la tradición que existe allí sobre Verdi y sobre todo con un personaje tan icónico como Violetta. Fue muy bien recibido.
Mi segunda producción fue en el Teatro Real de Madrid, siendo la primera cantante española en representar una ópera con público tras la pandemia, con la emoción que ello conlleva, teniendo además el final tan trágico como es el de Violetta y lo que acabábamos de vivir.
Tras haberla cantado en otros escenarios como la Arena de Verona, Trieste, Marsella y Hamburgo entre otros, siento que he llegado a esta Traviata del Liceu con un entendimiento mucho más profundo de sus muchos matices y la siento más ‘mía’. He disfrutado enormemente esta producción cantando junto a Xabier Anduaga y Mattia Olivieri y será un recuerdo muy preciado en mi memoria. Cantar Violetta en este templo de la ópera que es el Gran Teatre del Liceu ha sido un sueño hecho realidad.
¿Existe algún personaje que desees especialmente debutar y que todavía no se te ha presentado la ocasión?
Manon de Massenet siempre está entre mis favoritos, así como la Juliette de Gounod. ¡Ojalá lleguen en algún momento!
Próximamente, debutarás con el papel de Aspasia en la ópera de Wolfgang Amadeus Mozat Mitridate, re di Ponto, que a su vez es estreno en el Teatro Real de Madrid. ¿Qué nos puedes contar de esta producción y de tu papel? ¿Es un reto importante incorporar un nuevo rol en tu trayectoria?
Se trata de una nueva producción de un Mozart muy poco representado. Fue su primera ópera seria y se compone casi en su totalidad de números solistas, a excepción de un dúo y un pequeño coro al final. Son arias brillantes con demandantes pasajes de agilidad en su gran mayoría.
Para mí supone mi primer debut en este ‘bloque mozartiano’, como estoy llamando a mis próximos meses, visto que, tras Aspasia en el Teatro Real, debutaré el rol de Konstanze en El rapto en el serrallo en la Opéra de Saint-Etienne.
El universo musical de Mozart me crea fascinación y, a nivel de mi propio instrumento, supone siempre un reto a la vez que un bálsamo.
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