Hablamos con el pianista de cantantes por excelencia en España: Rubén Fernández Aguirre. Tiene la capacidad de encontrar el repertorio que mejor se adapta a cada cantante, aun cuando este ni siquiera se lo había imaginado. Pero también encuentra siempre al cantante que mejor se adapta a cada repertorio. Este mes ve la luz su último proyecto discográfico para el sello IBS Classical, Carnerniara, junto al tenor catalán David Alegret.
Por Susana Castro
Este año celebra sus primeros veinte años de carrera. Quizá es un buen momento para hacer balance. ¿Cómo resumiría usted su trayectoria?
Es difícil hacer un resumen, pero me considero un afortunado por haber elegido este camino de forma muy clara. En España, la profesión de pianista de cantantes no ha sido muy conocida, y quizá tampoco ha habido nombres muy destacados, más allá de los extraordinarios Félix Lavilla, mi maestro, y Miguel Zanetti. Elegí dedicarme a algo que no entendía nadie cuando estudiaba, ya que en la educación se defiende únicamente la figura del solista, y yo nunca tuve intención de serlo. Mi aventura vital me ha traído hasta aquí y me produce un orgullo inmenso haber apostado por esta profesión.
En el año 96, cuando llegué a Viena, descubrí un país en el que la figura del pianista de cantantes —es el término que me gusta emplear— era fundamental en la vida musical, y eso me ha traído hasta hoy, también con todas sus desventajas, como no haber tenido nunca un trabajo fijo.
Este viaje ha merecido la pena, ya que me dedico a lo que quería y he conocido mucha gente. Pretendo seguir provocando y agitando musicalmente a las personas con las que trabajo otros veinte años más.
En cuanto a la profesión de pianista de cantantes, ¿cree que ha cambiado la percepción de ella en España en estos años?
Creo que sí. Con todos los respetos hacia nuestro país, la diferencia en la consideración de la profesión comparándonos con Inglaterra, Alemania, Austria o Francia, es abismal, ya que el pianista de cantantes allí es una figura fundamental. En el año 96 esta figura casi no existía en España, únicamente vinculada a cantantes concretos, ya que los pianistas de cantantes somos lo que somos dependiendo de los cantantes con los que trabajemos; esto es algo que he entendido con el paso del tiempo.
En 2002 hice mi primer concierto con Carlos Álvarez e inmediatamente me convertí en ‘el pianista de Carlos Álvarez’. Creo que se ha evolucionado mucho y hay centros en España en los que se defiende esta figura, pero sigue habiendo muchos sinsentidos, como la dificultad para los pianistas acompañantes de especializarse en un repertorio porque cada año les cambian el instrumento a acompañar.
Algún día me gustaría crear una fundación que se llamase Lavilla-Zanetti para becar todos los años a una persona que se quiera especializar en esto. Es algo que no existe en España y me gustaría ayudar a que suceda; tengo el convencimiento de que llegará pronto.
En estos años ha trabajado con una gran cantidad de cantantes, pero los más habituales han sido Ainhoa Arteta, Ismael Jordi o Carlos Álvarez. ¿Qué ha aprendido de figuras tan importantes?
El origen de todo esto tiene que ver con una persona fundamental en mi carrera: Félix Lavilla. La primera vez que toqué para él me dijo que le recordaba mucho a él mismo tocando, lo cual me supuso una emoción muy grande. Me dijo una cosa que se me quedó grabada a fuego: que era fundamental, si me quería dedicar a esto, trabajar con muchos cantantes para ser capaz de adaptarse a cada situación, cada sonido, cada timbre y volumen, cada personalidad, ya que eso es lo que iba a hacerme diferente.
Tomando todo esto como base, si haces en torno a 200 conciertos con Ainhoa Arteta, con lo que ella supone en el mundo lírico, lo que compartes son muchos escenarios y viajes, y aprendes a manejar la tensión. Lo que más me gusta es que vive mucho del directo, escénicamente es muy potente, y con ella siempre suceden muchas cosas, me ha aportado mucha seguridad en el escenario. Con Carlos Álvarez ofrecí mi primer concierto en Santiago de Compostela en el año 2002, después de haberle conocido en Viena como estudiante dos años y medio antes. Imagínate lo que supuso para mí, tan poco tiempo después, estar compartiendo escenario con él… Ser el pianista de Carlos Álvarez para mí fue un plus casi sin saberlo. En él encontré a un amigo, a un hermano mayor —como a él le gusta decir—, y fue un privilegio, ya que muchos cantantes de todo el mundo me conocían por ello, porque es una persona muy amada y respetada en la profesión.
Además he trabajando mucho con María Bayo o Isabel Rey, y también con gente de mi generación, como Ismael Jordi, que es íntimo amigo y con él he compartido toda la carrera, así como otros muchos cantantes con los que ha sido un regalo trabajar. He tenido mucha suerte de estar al lado de figuras que ahora son amigos, como Carmen Solís o Berna Perles. Me hace mucha ilusión ver que su carrera está funcionando y que yo he tenido vinculación con ese proceso.
¿Qué cree que le aporta usted a ellos?
Desde muy joven tengo claro que la música es compartir, es mi lema. En mi casa, gracias a mis padres, se ha escuchado siempre mucha música, y he estado muy vinculado al mundo coral. Mi primer recuerdo en el escenario es como monaguillo en El caserío de Guridi. He cantado en muchos coros y he acompañado a muchos coros. La música siempre me ha ayudado a estar vinculado a los demás y a compartir mi vida. Haberme dedicado a esto es algo absolutamente natural; mi instrumento preferido, con mucha diferencia, es la voz, aunque yo sea pianista. Mariola Cantarero siempre me decía que yo era el pianista más cantante que conocía.
También he estudiado canto para conocer a los cantantes e intento ponerme en su lugar. Entiendo lo complejo que es a nivel psicológico llevar el instrumento dentro del cuerpo, es algo excepcional. Creo que toda esta experiencia hace que sea alguien afín a los cantantes y que se puedan sentir a gusto conmigo. Berna Perles me dice que siente que es mejor cantante cuando está conmigo, es algo muy bonito.
Mi concierto más importante es el siguiente, el que sea. En mi debut con Carlos me dijo que él tenía la teoría de que había que disfrutar de cada concierto como si fuera la última vez que sales al escenario porque no sabes dónde te va a llevar la vida. Mi implicación siempre es absoluta, independientemente de la circunstancia. Me equilibra mucho trabajar con gente muy importante y con gente joven al mismo tiempo. Empiezo a tener más experiencia y a ser un vínculo entre nombres más conocidos y gente que comienza su carrera.
Hablando de nuevos fichajes, acaba de empezar a trabajar con la soprano Lisette Oropesa. ¿Cómo se incorpora una nueva voz a su lista de habituales?
Nunca sabes dónde puede aparecer algo así. En el caso de Lisette sucedieron dos casualidades: por un lado, Daniel Bianco se pone en contacto con la agencia de Lisette para hacer un concierto (que ha tenido lugar el diciembre) en el Teatro de la Zarzuela con música de zarzuela, cubana y española, y me llama a mí para acompañar; por otra parte, al llegar la pandemia, la ABAO cancela su temporada y Cesidio Niño se pone en contacto con distintos cantantes para hacer un ciclo especial y me habla de Lisette. La conexión comenzó por la Zarzuela pero se adelantó lo de ABAO en el tiempo. Después de ese concierto de Bilbao, su agente me llamó para ofrecerme un recital en la Staatsoper de Viena, otro en Praga… Lo importante, como decía Félix Lavilla, es estar preparado para lo que pueda pasar. Lo de Lisette para mí ha sido un regalo, ya que encontrarme con alguien que está en un momento tan top de su carrera después de tantos años de profesión, es muy especial. Además, conocerme a mí ha incitado a Lisette a querer hacer más recitales, y me encanta que se reconozca mi faceta de ‘provocador’ musical. Estamos descubriendo mucho repertorio de música española y cubana que no se transita tanto a nivel internacional y que nosotros podemos defender bien, lo que no quita para que hagamos música francesa, alemana, etc.
Como decía antes, acompaña también a una generación de cantantes españoles más jóvenes. España ha sido un país que ha dado al mundo grandísimas voces líricas, ¿cree que tenemos relevo generacional?
Ese es el problema: en España venimos de una época de cantantes que no va a suceder de nuevo, lo tengo claro. Que a la vez estuviesen haciendo carrera Pilar Lorengar, Montserrat Caballé, Teresa Berganza, Victoria de los Ángeles, Plácido Domingo, Jaume Aragall, Alfredo Kraus, Josep Carreras o Josep Pons, entre otros, no va a volver a suceder. Por poner un ejemplo, que dos de Los tres tenores fueran españoles era algo increíble. Sí hay ahora mismo cantantes con enorme proyección internacional, pero el número es menor. Hay y habrá voces muy importantes, pero será complicado llegar a ese número tan alucinante.
Cambiando de tercio, ha elegido usted como foto destacada para esta entrevista una en la que está trabajando con el maestro Antón García Abril, que hace poco nos dejó. ¿Cuál es su relación con su música y con su figura?
Creo que una de las obligaciones de los músicos es defender nuestro patrimonio musical; es algo que hago constantemente y lo seguiré haciendo hasta que tenga fuerzas. Lo he hecho con las óperas de cámara de Manuel García, con la integral para voz y piano de Enrique Granados, lo voy a hacer con Emilio Arrieta y Xavier Montsalvatge… Creo que es fundamental que los músicos actuales hagamos esta defensa, como se hace en otros países. Parte de mi trabajo con los cantantes es elegir las voces adecuadas para realizar determinados proyectos vinculados a compositores.
Antón y yo nos conocimos en un recital en Murcia con Ainhoa Arteta y nos hicimos íntimos amigos desde el principio. Comencé una relación muy cercana con él y su familia, hasta el punto de que mi hija se llama Adriana, como la hija de Antón. Hablamos de grabar la integral de su música para voz y piano, que cristalizó en una caja de cincos discos, y Antón, con toda la confianza, me pidió que yo seleccionase a los cantantes para el proyecto, aunque él me dio algunos nombres que no podían faltar.
La foto que he seleccionado se hizo en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) en 2019 en un curso sobre sus canciones para voz y piano que fue una de las experiencias más bonitas que he vivido en mi vida, y seguramente para los alumnos también.
La figura de Antón ha sido fundamental para mí precisamente por creer que es importante defender nuestro patrimonio, pero no solo en el escenario. Ha sido una relación de amistad y cariño, llegó a dedicarme un ciclo de canciones que grabé con Miren Urbieta, y también tengo mucha vinculación con sus hijos. Para mí es una responsabilidad ser transmisor de todo lo que he aprendido sobre su música con él, y lo digo desde la humildad y el orgullo. Siempre trato de incluir alguna de sus canciones en los recitales. Con Javier Camarena lo hicimos en la Catedral de Burgos y ahora cierra muchos de sus recitales con ‘Canto porque estoy alegre’ del Homenaje a Gayarre.
Próximamente va a realizarle un homenaje musical.
Sí, en el Auditorio de Zaragoza haré en mayo un par de recitales con cuatro cantantes españoles. Se le hacen muchos homenajes porque la obra de Antón es infinita.
En lo que respecta a su actividad de grabaciones discográficas, hace años que empezó a colaborar con el sello IBS Classical. ¿Cuándo comenzó su relación con Paco Moya y Gloria Medina, directores del sello?
Nos conocimos a raíz de un recital con Ainhoa Arteta en el Auditorio Manuel de Falla de Granada y nos enamoramos rápidamente. Con ellos he aprendido a hacer todo lo que te estoy contando de preservación del repertorio musical español en relación al disco. Nunca me lo había planteado, pero gracias a Paco y Gloria han surgido varios proyectos, como la primera grabación mundial de la integral de canciones de Granados. Mi objetivo de divulgación y defensa de nuestro patrimonio musical tiene mayor trascendencia si se deja grabado, ya que el alcance a nivel internacional es muy grande, merece la pena.
Detrás de sus proyectos siempre hay un hilo conductor que vertebra el repertorio, ¿es una condición indispensable para sacar adelante un programa?
Sí, el disco-recital lo odio. Me gusta que haya un hilo argumental, cierta lógica y sentido, ya sea temporal, poético, etc.
Es curioso que, en un momento en el que el disco físico tiene unas cifras de ventas mínimas, los artistas se afanen en publicar nuevos proyectos discográficos. ¿Por qué cree que sucede esto?
Por la trascendencia de la que hablaba antes. Me escriben desde Sudamérica para pedirme, por ejemplo, las partituras de alguna obra de Lecuona que han escuchado en el disco con María Bayo. O voy a Colombia y me piden que hagamos alguna de las canciones vascas que se grabaron con Miren, aunque no entienden nada porque alguna es en euskera… Eso a mí no me había sucedido hasta ahora. Te das cuenta de que, aunque las cifras de venta de los discos físicos sean muy pequeñas, sí hay que creer en el disco físico y en el libreto.
El último de esos proyectos con IBS Classical es Carneriana, junto al tenor David Alegret, dedicado al poeta catalán Josep Carner.
David Alegret es otro de los cantantes con los que llevo trabajando mucho tiempo. Carneriana nace de la figura de Eduard Toldrà, un músico absolutamente exacerbado. Sus canciones para voz y piano son de las mejores de la literatura musical de este país, pero quizá no ha trascendido tanto porque tiene mucha obra en catalán. David y yo hacíamos algunas de estas canciones en nuestros recitales y nos dimos cuenta de que diez de ellas tenían textos de Josep Carner, considerado el príncipe de los poetas catalanes. Empezamos a indagar en su obra y aparecieron composiciones de Serra, Mompou, Rodrigo, Montsalvatge, etc. Lo que en principio era un proyecto pequeño se convirtió en un homenaje a Carner a los 50 años de su muerte (se conmemoraban en 2020) con 50 canciones con sus textos en un doble disco.
Pensamos que el viaje sería redondo si vinculábamos el proyecto con compositores actuales. Finalmente es un tránsito por 120 años de la historia y la cultura catalanas en el que hay veinte compositores, entre los que están también Ros-Marbà, Guinovart, Ortega o Magrané. Creo que puede ser un disco importante por el recorrido que realiza y por la defensa de la composición actual. Tengo muchas ganas de que el público lo descubra. David es la figura perfecta para este proyecto e IBS Classical es la discográfica idónea; me siento muy bien rodeado y protegido.
Antes de que finalice 2022 se publicará otro proyecto suyo con IBS Classical, ¿qué nos puede contar sobre él?
El año pasado se cumplieron 200 años del nacimiento de Emilio Arrieta y he hecho algunos recitales con Sabina Puértolas descubriendo canciones en italiano y castellano. Ese proyecto se llevará al disco en junio. He aprendido que cuando llegas al estudio de grabación tienes que tener los deberes hechos, no solo se trata de saberte las canciones, sino que hay que haber llevado esa música a los escenarios para que funcione mejor.
Además, habrá otro proyecto con las canciones de Montsalvatge y Núria Rial. Tuve la posibilidad de conocer al compositor y trabajar con él sus Cinco canciones negras y soy buen amigo de sus hijos. Me apetece mucho enfrentarme al proyecto, aunque seguramente se materializará en 2023.
¿Cuáles son sus próximos proyectos en vivo más destacados?
La presentación de Carneriana tendrá lugar el 9 de febrero en la Biblioteca de Catalunya y el día 20 haremos un concierto en el Auditorio Manuel de Falla de Granada. Este mes también estaré con Joan Martín-Royo en Barcelona con la Associació Joan Manén haciendo canciones de Pedrell, Alió, etc., un repertorio muy interesante.
Marzo será un mes muy particular porque me llevará, de forma circular, a debutar en la Stasstsoper de Viena con Lisette Oropesa. En mis tres años de estudios en Viena asistí allí a más de 150 representaciones de ópera y veinte años después la vida me lleva a este debut. Antes pasaremos por Les Arts con el mismo recital, con música francesa, alemana y española. Asimismo, el 17 de marzo estaré en un homenaje a Luis Mariano en el Teatro Arriaga con Ismael Jordi.
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