De los tres títulos que forman la conocida como ‘Trilogía Tudor’ de Gaetano Donizetti, sin duda Roberto Devereux es el menos conocido. Escrito en una época convulsa para el compositor, la ópera recoge algunos de los pasajes más elaborados de su producción, así como un libretto que, más allá de la trama, presenta un extraordinario análisis psicológico de su protagonista, la reina Isabel I de Inglaterra.
Por Alejo Palau
El cierre de la trilogía
Ópera en tres actos, Roberto Devereux fue estrenada el 29 de octubre de 1837 en el Teatro San Carlo de Nápoles. Por entonces Donizetti, que tenía 40 años, había ya escrito algunos de sus títulos más conocidos, como Lucia di Lammermoor, Lucrezia Borgia, L’elisir d’amore, Maria Stuarda o Anna Bolena. De hecho, en relación con estas dos últimas óperas, Donizetti retornó a la Inglaterra del XVI, tan en boga en aquel tiempo gracias a las novelas de Walter Scott, y decidió escribir una cuarta ópera en torno a la figura de la reina Isabel I. Porque, pese a que se hable siempre de ‘Trilogía Tudor’, deberíamos referirnos a ‘Tetralogía Tudor’, pues su primera incursión en esta temática fue en 1829 con Elisabetta al castello di Kenilworth. Fantástica ópera que vive hoy completamente olvidada pese a que fue desempolvada por Mariella Devia a final de los años 80. Tras ésta, vinieron las archiconocidas Anna Bolena (1830) y Maria Stuarda (1835), piezas cumbre de la historia lírica.
Donizetti firmó el contrato con el San Carlo en 1837 y eligió como libretista a Salvatore Cammarano, que se inspiró en Isabel de Inglaterra de Jacques Ancelot y en La historia secreta de los amores de Isabel y el conde de Essex de Jacques Lescene des Maisons. El drama estaba servido.
.La historia
La acción transcurre en Londres en el año 1598. Roberto Devereux, Conde de Essex y antiguo amante de la reina Elisabetta, ha sido suspendido de su cargo de gobernador de Irlanda, debido a irregularidades de su administración. Por ello, ha sido acusado de traición y sometido a un proceso del cual se espera una condena a muerte.
La ópera empieza en la Gran Sala del Palacio de Westminster. Sara, enamorada de Roberto y casada contra su voluntad con el duque de Nottingham, llora su situación personal y el peligro que se cierne sobre Roberto. Entra en escena la reina, quien confía a Sara que ha concedido una entrevista a Roberto y que, si detecta en él la lealtad amorosa que ella espera, hará borrar los cargos que hay en su contra. Así, cuando Lord Cecil presenta a la soberana la sentencia de muerte dictada por el Consejo Real, esta se niega a firmarla. Llega Roberto y la reina le promete que si alguna vez necesita su ayuda, deberá mostrar el anillo que en el pasado ella le obsequió. Pero Roberto no puede ocultar su amor secreto por Sara. Ante esto, la reina, furiosa, abandona la sala con la intención de firmar su condena. Entra ahora en escena el duque de Nottingham, que trata de consolar a Roberto asegurándole su amistad. Luego le confiesa que está preocupado de que su esposa se pase el día llorando y tejiendo una bufanda azul. En los apartamentos de Sara, Roberto Devereux la visita a escondidas y la acusa de infidelidad. Ella replica que fue obligada a casarse con el duque por la propia reina, cuyo anillo, por otra parte, ella ve en la mano de Roberto. Este le asegura su fidelidad quitándose el anillo y entregándoselo a Sara, quien a su vez, regala a Roberto la bufanda que había estado tejiendo. Ante las inciertas perspectivas de su amor, Roberto y Sara deciden que lo mejor es huir.
El segundo acto empieza en la Gran Sala de Westminster donde el Consejo Real ha insistido en mantener la pena de muerte para Roberto. Elisabetta aparece justo en ese momento y Sir Walter Raleigh le informa que ya se ha detenido al culpable, a quien han encontrado portando una bufanda azul. La reina llama a Roberto, mientras Nottingham hace un desesperado intento por lograr la clemencia de la soberana. Cuando entra Roberto, en presencia también del Duque, Isabel le muestra la bufanda, dejando atónito a Nottingham, quien reconoce la prenda y entiende cuánto esta significa. La reina interroga a Roberto sobre el significado de la prenda, pero este se niega a responder y, en un ataque de furia, firma definitivamente la sentencia de muerte de Roberto.
En el tercer acto Sara se encuentra en sus apartamentos y recibe un mensaje de Roberto en el que le ruega a su amada que lleve el anillo a la reina para implorar su perdón. Pero llega el Duque, le arranca la carta de las manos y la deja encerrada en su casa.
En la Torre de Londres, Roberto Devereux aguarda con esperanza que las gestiones de Sara lo libren de la muerte. Su esperanza es vana, pues llega Sir Walter Raleigh para conducirlo al patíbulo. En ese momento, Isabel se encuentra en la Gran Sala del Palacio de Westminster, llena de remordimientos por haber firmado la sentencia, y aguarda impaciente que este le haga llegar el anillo. Pero pasa mucho tiempo antes de que Sara, que ha logrado escapar de su casa, llegue con la joya. La reina recibe el anillo y quiere interrumpir la ejecución, pero un cañonazo le da a entender que ya es demasiado tarde. En su furor, la soberana castiga al duque y a la duquesa a la pena máxima por su retraso. Convencida de que su reinado ha tocado a su fin, se quita las joyas y la corona, mientras lamenta el triste final de sus sueños de amor.
Psicología de la obra
Como vemos, la trama sigue la misma estela retorcida de otros títulos del periodo, si bien el tratamiento que se hace de los personajes es mucho más intenso de lo hasta entonces visto en las óperas de Donizetti.
El compositor busca en Roberto Devereux evocar el contexto histórico que se vivía en la Inglaterra del siglo XVI. Por ello, concentra la acción en dos lugares de naturaleza muy diferenciada: el que representa la vida pública (la gran galería del Palacio de Westminster) y el que representa la vida privada (los apartamentos de la duquesa de Nottingham y la celda de la Torre de Londres).
Estos espacios encerrarán el desgarramiento de cuatro personajes que terminarán por acabar los unos con los otros y a los que inicialmente unía una fuerte amistad: dos hombres (Roberto Devereux y Nottingham) y dos mujeres (Elisabetta y Sara). Ellos moverán la acción de una de las creaciones más dramáticas de Donizetti hasta el punto de prescindir prácticamente tanto de secundarios como del coro, reducido a la máxima expresión. Habrá extraordinarios duetos, como los protagonizados entre Roberto y Sara ‘Dacchè tornasti, ahi misera’ o ‘Nascondi, frena i palpiti’, entre Elisabetta y Roberto, ambos del primer acto. Aunque Donizetti desarrollará mucho más la individualidad de cada personaje, huyendo de concertantes complejos como el sexteto del segundo acto de Lucia o de las grandes escenas de Bolena o Borgia. Sin ir más lejos, el extraordinario final de la ópera, habitualmente dedicado al virtuosismo de la prima donna, viene aquí convertido en un momento crucial para la comprensión de un drama que termina.
Con la gran aria ‘Vivi, ingrato’ y la consiguiente cabaletta ‘Quel sangue versato’, se pasará por la incertidumbre del Consejo, la inquietud pasiva de la reina, la ejecución de Roberto, la revelación de hechos anteriores y la abdicación de Elisabetta. Ahí la reina se desnuda, dejando ver su parte humana, que se retuerce ante su propia crudeza y ante la fatalidad de su destino.
Estas dos grandes escenas se reflejan mutuamente y liberan la gran tensión acumulada durante todo el pasaje, recreándose en el lirismo, dando total protagonismo al aspecto más interno de Isabel y presentando una de las melodías más bellas de la producción donizettiana. Pero esto no es todo, pues este final muestra también la moraleja de la historia, cuando el coro durante la cabaletta dice a Elisabetta “Chi regna, lo sai, non vive per sé” (“Quien reina, lo sabes, no vive para sí”). Tras delirar entre visiones espantosas Elisabetta termina diciendo “Dell’anglica terra sia Giacomo il re” (”Que Jacobo sea el rey de Inglaterra”).
Esta última frase, que a simple vista podría parecer insignificante, es muy importante en cuanto a la aproximación histórica comentada anteriormente. Durante el reinado de Isabel estuvo siempre muy latente el tema de la sucesión al trono, si bien, en realidad, no proclamó heredero a James hasta dos años después de la muerte de Devereux. Licencias que se tomó Cammarano para hacer de este un texto rico y atractivo en una época en que el público demandaba dramas pasionales y muertes por amor..
God Save the Queen
Mucho se ha discutido sobre el interés musical de los momentos orquestales de las óperas de Donizetti. Sin embargo, parece claro que, para el autor, estos momentos de protagonismo orquestal resultan imprescindibles en el desarrollo del diseño músico-dramático de los personajes de sus obras. En Roberto Devereux el ejemplo más notable lo encontramos en la Obertura, compuesto para el estreno parisino de 1838. Es un modelo de lúcida exposición, estableciendo el lugar, el tono y el conflicto. Tiene dos temas, una variante del célebre God Save the Queen (nuevamente un guiño histórico) y la impetuosa melodía de la cabaletta de Roberto en la Torre, que contrastan contundentemente mostrando la gloria de la reina y presagiando el triste destino de todos los protagonistas.
Impresionante es también la larga introducción de la escena de la Torre, que tiene cierto sabor beethoveniano. De hecho, la introducción de este pasaje recuerda al comienzo del segundo acto de Fidelio, la escena en la celda de Florestan. El adagio que sigue sugiere que Donizetti estaba familiarizado con los movimientos lentos de las sonatas del último Haydn y el primer Beethoven, todo ello ávidamente influido por su maestro, Johannes Simon Mayr, que había estudiado en la escuela vienesa.
Y todavía hay más, pues los ocho compases del primer acto en los que Elisabetta ordena a sus cortesanos que se retiren para quedarse a solas con Roberto, son muy parecidos a los utilizados por Verdi en el momento en que Amneris corona a Radamés vencedor durante la escena triunfal de Aida. Incluso podemos ver cierta analogía entre los pasajes, pese a la distancia cronológica entre los títulos, pues tanto Elisabetta como Amneris se hallan radiantes ante su amado.
Un éxito recuperado
En el momento en que escribió Roberto Devereux, Donizetti se encontraba en una complicada situación personal. En 1836 fallecieron sus padres, con pocas semanas de diferencia, y Virginia, su esposa, había dado a luz a una hija muerta. Después, en junio de 1837, nació otro hijo muerto y Virginia, con la que el compositor estaba muy unido, falleció el 30 de julio víctima de una epidemia de cólera que asoló Nápoles.
Pero ello no empañó el éxito que recibió el estreno en el San Carlo, que llevó rápidamente el título a ciudades como París, Barcelona (1838), Milán, La Habana (1839), Londres (1841), Viena (1844), San Petersburgo (1845) o Buenos Aires (1854). El último estreno del siglo XIX tuvo lugar en Pavia en 1882, donde parece que quedó enterrada hasta que Leyla Gencer recuperó el título en un aclamado reestreno en el San Carlo en 1964. Desde entonces hasta ahora, solo dos cantantes han afrontado con verdadero éxito este rol: Montserrat Caballé y Beverly Sills. De hecho, con su humor habitual, la soprano catalana dijo en una ocasión: ‘Gencer descubre las óperas de Donizetti, Sills las graba y yo las canto’.