Sherrill Milnes, Joan Sutherland, Luciano Pavarotti, Martti Talvela y Huguette Tourangeau.
Ambrosian Opera Chorus
Orquesta Sinfónica de Londres
Director: Richard Bonynge
Decca 414 269-2 AAD2 CDs
Cuarenta días fueron suficientes para que Verdi escribiera Rigoletto, una de sus obras maestras, aunque habría que añadir que esos cuarenta días estuvieron precedidos de un largo proceso creativo y que los problemas para la puesta en escena y el estreno de la ópera no terminaron con su composición.
La historia de Rigoletto está basada en el drama Le roi samuse, de Victor Hugo, estrenado en 1832, ante un público que acogió mal la obra que, por otra parte, fue inmediatamente retirada de escena, considerada inmoral por las autoridades. Verdi no llegó a verla representada, pero se entusiasmó con el tema y alimentó durante años la idea de ponerle música. Sin embargo, sería el encargo del Teatro de la Fenice de Venecia, tras el éxito de Ernani, basada también en Victor Hugo, el que promovió definitivamente la composición de Rigoletto.
El libreto fue confiado, una vez más, a Francesco Maria Piave, que tuvo que realizar varios cambios hasta conseguir la aprobación de la censura austríaca, que ejercía un control férreo, y no estaba dispuesta a autorizar la representación de una ópera en la que un rey sufría un atentado y, además, era un libertino. Francisco I de Francia desapareció de la historia y dio paso al duque de Mantua, modificación que motivó otras muchas, empezando por el propio título. La ópera se estrenó, finalmente, el 11 de marzo de 185 l.
Rigoletto resulta fascinante desde cualquier punto de vista. Es una obra perfecta, emocionante, equilibrada, bellísima.
Es evidente que puede hablarse de momentos culminantes (como el impresionante cuarteto del acto III) pero también es cierto que casi te sorprenden cuando llegan, porque no estabas aburrido esperándolos, sino disfrutando de cada aria, de cada escena.
Todos los personajes están perfectamente dibujados, tanto vocal como dramáticamente y, desde luego, revisten una gran dificultad.
Rigoletto, un barítono, necesita una voz grande y poderosa para encarnar la tragedia del personaje, pero tiene que ser capaz también de mostrarse íntimo y delicado. Gilda es un papel para una soprano coloratura, es decir, con facilidad para los agudos y las agilidades, pero la voz de una soprano lírica le da una mayor profundidad al personaje y lo mismo sucede con el duque, cuyas dificultades no residen únicamente en los agudos.
La grabación que les proponemos, efectuada en Londres en 1971, tiene un reparto de lujo que responde plenamente a las expectativas que crea.
Estamos hablando de Sherrill Milnes (Rigoletto), Luciano Pavarotti (el duque) y Martti Talvela (Sparafucile), cuando tenían treinta y seis años, de una Joan Sutherland (Gilda), de cuarenta y cinco o de Kiri te Kanawa a los veintisiete, haciendo méritos al final del reparto como condesa de Ceprano. Todo es perfecto. Y a esa perfección contribuyen (desde mi punto de vista) los pequeños defectos que podamos encontrar, como que Pavarotti, asombroso a lo largo de toda la grabación, pueda tener algunas dificultades, con las agilidades de Possente amor mi chiama. De verdad, no importa. Con este Rigoletto se puede disfrutar sin reservas.