Zaruk. Agua
Iris Azquinezer, violonchelo
Rainer Seiferth, guitarra
María Berasarte, voz
Andreas Prittwitz, saxofón y clarinete
David Mayoral, percusión
Rosevil RSV53000
★★★★★
Las primeras palabras que vienen a la cabeza tras escuchar este nuevo disco de Zaruk es que se trata de un trabajo muy bonito, cuidado y mimado. Se compone de una poética selección de obras breves, elegidas con esmero y tratadas con cariño, que incluye grandes autores, música popular, composiciones propias y alguna improvisación. Todo ello bajo un hilo conductor común, el Agua, que da nombre al disco.
Esta conversación con el agua comienza con Lluvia en la ciudad, una íntima improvisación que da paso a la tradicional sefardí Si la mar era de leche, obra que hace de puente entre Hagada, el disco anterior de Zaruk, y este. Continuamos con Aguas arriba, juguetona composición de Rainer Seiferth que cuenta con la siempre magistral aparición de Andreas Prittwitz y David Mayoral, y que es la antesala de Lela, icónica obra de la cultura gallega en la que María Berasarte pone voz a los versos de Castelao en una bella versión que justifica por sí misma la escucha de este disco.
Dos obras de grandes autores nos llevan a la parte central de este disco, Lágrima de Francisco Tárrega y la Danza de las Náyades de Jean Sibelius, justo antes de El lago, una nueva improvisación que enlaza con La fuentecilla, pieza basada en una tradicional jota aragonesa, que en este caso escuchamos interpretada con un cambio de compás gracias al cual nos transmite un aire nuevo.
Entre dos nuevas improvisaciones, Copos de nieve y la breve Botijo, encontramos la íntima Dame una gotinha d’agua, obra instrumental tradicional portuguesa con la que entramos en la recta final del disco. También de tradición popular, en este caso búlgara, encontramos Protekla e mutna voda y a continuación el personal Vals amniótico compuesto por Iris Azquinezer. El disco cierra con A la mar, pequeña canción basada en la melodía de una nana tradicional murciana a la que María Berasarte pone voz.
Agua es un disco bello e íntimo, en el que destaca el delicado diálogo entre la guitarra y el violonchelo y que, junto a sus acertadas colaboraciones, hace que su escucha se haga corta y totalmente recomendable.
Por Pedro Téllez
Antonia dice
Es un trabajo delicado y lleno de matices.
Mis felicitaciones