Viola Sonatas: Hindemith, Schubert, Glinka
Randolph Kelly, viola
John Novacek, piano
Ibs Classical IBS122020
Poco tiene que envidiar la viola respecto a su hermano de familia el violín, dos instrumentos con evidentes paralelismos técnicos y equivalentes formas de ejecución. Lo cierto es que aunque hay muchas menos obras para viola solista (conciertos o sonatas) que han logrado consolidarse en el repertorio respecto al instrumento rey de la cuerda, el tratamiento dado a aquella por los compositores a lo largo de la historia ha sido quizá más refinado y sugestivo, viéndose un tanto atemperada la gratuidad del componente virtuosístico tan caro al violín.
Ese carácter amable y apacible, alejado de todo artificio retórico, parecen compartirlo las tres sonatas que nos proponen en este disco de Ibs Classical el violista Randolph Kelly y su compañero de viaje, el pianista John Novacek. Todo gira en torno a la obra maestra que se erige como elemento nuclear del trabajo, el mejor ejemplo que podamos encontrar de mera aproximación interpretativa respecto a su transcripción musical, pues la Sonata Arpeggione D. 821 de Franz Schubert es una especie de antisonata al haber escasos indicios de cómo debió ser ejecutada en su tiempo por ese extinguido instrumento para el que fue concebida y así poder dar pistas al intérprete actual. Junto al de chelo, el arreglo para viola es la opción válida, y aquí el discurso cantabile y el fundamental aspecto rítmico y saltarín de los tiempos extremos está deliciosamente subrayado por la viola de Kelly, con un timbre cálido de reflejos oscuros y leves pizzicatos. Modélica lectura que calificamos de nueva referencia de una sonata cuyo melancólico ambiente comparte con la coetánea Sonata en Re menor en dos movimientos de Mikhail Glinka, tan schumaniana y prebrahmsiana, hermosa rareza por su condición de obra ‘coja’, que es otro paradigma de cantabilidad en manos de ambos intérpretes, quienes comienzan el recorrido cronológicamente a la inversa, con la rapsódica Sonata para viola opus 11 núm. 4 de Paul Hindemith, de 1919, un ejemplo del arte de la variación libre que no pierde ni un ápice de su continuidad en un sobresaliente manejo de los cambios de ritmo.
Por Germán García Tomás
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