¡Vida Bona! Luis de Briceño, sus sones y sus canciones
La Sonorosa
Edwin García, director
la mà de guido LMG2158
Hay un vínculo mágico, como un túnel del tiempo, entre la música del Siglo de Oro español y el folclore hispano. En cada inmersión en la música de Luis de Briceño o de Gaspar Sanz encontramos rasgos similares a las tradiciones musicales americana e ibérica: la voz y las coplillas populares, protagonistas y acompañadas de instrumentos de cuerda pulsada, con armonías sencillas y patrones rítmicos de diversas danzas. Folías, zarabandas, seguidillas o villanos se vuelven inmortales haciéndose un hueco en las danzas rurales.
Tanto es así que, en el Metodo mui facilissimo para aprender a tañer la guitarra a lo español de Luis de Briceño (1626), se puede leer «Volaba la palomita / por encima del verde limón, / con alas aparta las ramas / con el pico lleva la flor». Una cancioncilla que todos hemos escuchado en la infancia y que se recoge como folía gallega en este mismo tratado.
Pero Briceño no solo recopila canciones que han trascendido las épocas y los continentes, sino también algunas que, por ser tan famosas en su momento, no consideró necesario copiar la melodía: solamente el texto y los acordes, como en los cancioneros actuales. Valiéndose del bagaje y la intuición de un grupo de cantantes especializados en música barroca, Edwin García presenta en este disco una reconstrucción de algunas de estas piezas.
Ensanchando aún más los vasos comunicantes de la tradición y el Seiscientos hispánico, la plantilla no puede ser más propia: no falta de nada, desde guitarras, tiorbas, vihuelas o guitarrillas hasta la castañuela, pasando por el violín y sin obviar la voz, en una suerte de rondalla aureosecular en el vértice exacto entre el folclore y la música académica. El violín barroco es inconfundible, si bien la emisión supera en contacto y en peso a lo que solemos escuchar; los cantantes son sin duda solistas con una sólida formación, con un sonido algo más abierto para priorizar en la cristalina comprensión de texto. Los acompañamientos de la cuerda pulsada y las líneas figuradas por los cantantes son de una calidez y naturalidad tan convincentes que, a simple vista, no sabríamos distinguir las melodías originales de las nuevas.
Una versión comprometida, valiente y excelente, que nos recuerda que hay más de una manera de leer la música antigua.
Por: Pablo F. Cantalapiedra
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