Victoria. Motecta, 1572
Musica Reservata de Barcelona
Pedro Teixeira, director
SEdeM 40
★★★★
Con la calurosa brisa mediterránea, recibimos el último trabajo de Musica Reservata de Barcelona, con título Motecta 1572, que se centra de nuevo en la figura musical del Siglo de Oro, Tomás Luis de Victoria. El conjunto, formado en 1991, invoca con su dilatada experiencia la integral de la colección del primer libro de motetes del maestro español. Considerado uno de los conjuntos más destacados del mundo en polifonía ibérica renacentista, en este nuevo trabajo ha contado con el fichaje de Pedro Teixeira para aportar un enfoque nuevo a una música que «puede interpretarse de muchas maneras», tal como comenta Jordi Abelló, cantante de la agrupación. Ya en su juventud, Victoria empezó a desarrollar su estilo propio, y durante toda su vida se dedicó a componer una música capaz de «tocar las sensibilidades de aquellos que siguen la fe y de los que no», en palabras de la musicóloga Soterreña Aguirre Rincón.
El conjunto sobrepasa las expectativas en este reciente trabajo al contar con la excelente acústica de la Iglesia de la Esperanza, en el corazón del barrio gótico barcelonés, que acogió las dos sesiones de grabación. En los motetes a cuatro partes destacan ya, por supuesto, algunos de sus más relevantes, como O magnum mysterium y O vos omnes, con interpretaciones que consiguen apaciguar algunas durezas rítmicas y realzar la polifonía de manera natural. En el gran grueso de a 5, podríamos subrayar Gaude Maria y Tu es Petrus, en los que constan algunos de los más bellos contrapuntos del disco. En cuanto a las 6 voces, el famoso Salve Regina capitanea la bancada del segundo de los discos, y hace de pórtico al célebre Ave Maria, que cierra el disco con su virtuosa polifonía a 8 voces.
Oportunamente, se podría comentar que alternar las piezas puede ser para el oyente algo más interesante que ordenarlas según el número de voces. Sin embargo, este criterio es comprensible al tratarse de un rigoroso integral, que transportará al oyente al contrapunto del siglo XVI.
Por Carlos García Reche
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