El tercer álbum del ensemble Metamorphosen Berlin ahonda en la senda de precisión y entusiasta frescura a la que nos tiene acostumbrados. En el primero, Inspiration (Sony, 2015), incluían las serenatas de los compositores checos Dvorák y Suk; el segundo álbum, Serenade (Sony, 2017), un homenaje a Chaikovski, continuaba con la Serenata en Do mayor opus 48 y el Souvenir de Florencia. Turno ahora para otros clásicos del repertorio de cuerdas y un cuarteto de compositores, británicos esta vez: la Serenata para cuerdas en Mi menor opus 20 de Elgar, la Sinfonía simple opus 4 de Britten, la Suite Capriol de Warlock y el primer y célebre movimiento de «Palladio», de Sir Karl Jenkins; obras que superan en poco el arco temporal de un siglo, pero en estilo apenas separadas por el tránsito que media del posromanticismo al neoclasicismo, incluyendo aquí al contemporáneo y polifacético Jenkins. Su Allegretto de «Palladio» (1993), inspirado en la ordenación armónica expresada en La Rotonda del arquitecto renacentista, después parte de un Concerto grosso (1996), sirvió durante años, variamente reformulado, como jingle en la campaña publicitaria televisiva de la controvertida firma de diamantes De Beers. Peter Warlock, seudónimo de Philip Arnold Heseltine, da a su SuiteCapriol (1926) el nombre del discípulo aspirante a bailarín de Arbeau, autor de la Orchesographie, principal fuente documental para el estudio de la danza del Renacimiento, y de la que el inglés toma y adapta, junto con otras piezas, la emotiva Pavanne á 4 «Belle qui tiens ma vie». Para la Sinfonía simple (1934) Britten reunió páginas compuestas entre los 12 y 14 años, desarrollando tan precoz inspiración en pasajes de brillante contrapunto, como el fugado del enérgico Bourrée bullicioso inicial. La Serenata (1892) de Elgar atesora algunos de los momentos más inspirados de la historia de la música. La inocencia conmovedora del Allegretto piacevole, la delicada e íntima fragilidad del Larghetto, se redescubren en esta interpretación del Metamorphosen Berlin con renovado asombro. Y qué decir del Salut d’amour opus 12, versionado para chelo por Schmidt. Maravilloso.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
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