Concebido como homenaje al compositor brasileño Heitor Villa-Lobos, Tuhu —nombre con el que era apodado com carinho por su madre— consigue encender en nosotros esa ‘pequeña llama’ —o tuhu en lengua Tapi—. La guitarra de Gaëlle Solal nos lleva de la mano por Brasil, al ritmo de Río de Janeiro y a través de la quietud de su naturaleza. Su sonido cristalino y su musicalidad nos conducen a su antojo y nos atrapan suavemente de principio al fin a través de múltiples conexiones con los grandes músicos que rodearon a Villa-Lobos.
El álbum se vertebra a partir de las obras más interpretadas del repertorio para guitarra de Villa-Lobos. Al Choro núm. 1, obra fundamental de la literatura para guitarra, Gaëlle nos enfrenta la obra de su dedicatario, Ernesto Nazareth, Brejeiro. Desde la Suite Popular Brasileña y rondando su época de composición, encontramos Carinhoso de Pixinguinha. Gaëlle traduce a la guitarra varias canciones de Villa-Lobos y alguna de sus contemporáneos como Garoto. Estos arreglos son de una calidad muy destacable: desarrollándose en una línea muy personal y a través de la esencia brasileña, tanto los originales como los que parten de la base de grandes conocedores de esta música. Las sonoridades de Villa-Lobos fueron inspiración para grandes compositores como Tom Jobim, Guinga y Roland Dyens, autor del fragmento que da nombre a este álbum, Tuhu, de la obra Hommage à Villa-Lobos y de la Saudade núm. 3 que se presenta como un doble homenaje: de Gaëlle a Dyens —quien fuera uno de sus maestros— y de Dyens a Villa-Lobos. Gaëlle nos presenta una de las versiones de la Saudade núm. 3 que más se acercan a la concepción del autor ya que —como podemos valorar los que tuvimos la suerte de tener alguna clase con el maestro— nos transmite la sensación de ‘improvisación exacta’ tan característica de Dyens.
A través de este álbum en el que cada obra es una raíz que nace de otra anterior y todas se nutren de la savia de Heitor Villa-Lobos, escuchamos Brasil y la saudade de muchos cantos y músicas que hoy llegan a nosotros con tanto cariño y tanto simbolismo desde la guitarra de Gaëlle Solal.
Por Sara Guerrero Aguado
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