Título: The Witch (La bruja)
Director: Robert Eggers
Compositor: Mark Korven
The Witch: Una composición para el terror
Fue una inteligente elección por parte de Robert Eggers debutar en el largometraje cinematográfico con una historia como The Witch, con la que creó un plotwist al propio género de terror del que muchos se han influenciado posteriormente.
Nueva Inglaterra, 1630. 60 años antes del comienzo de los juicios a las brujas por parte de la Inquisición, una familia de colonos es expulsada de su comunidad, viéndose obligada a establecerse en el bosque. Sus desgracias comienzan con la repentina desaparición del menor de los hijos, un inocente bebé. A partir de aquí, una serie de eventos extraños van a desatar la paranoia de la familia, centrada en las acusaciones de brujería hacia Thomasin (Anya Taylor-Joy), la hermana mayor. Bajo un perturbador clímax, la tragedia y desconfianza van a desgarrar a una familia acechada por la sombra de un poder aterrador.
Un minimalismo perturbador
La banda sonora, que corre a cargo de Mark Korven, juega un papel crucial en una película llena de simbolismos. La creación de ambientaciones sonoras oscuras se entremezcla con una paleta de colores apagada, generando una constante sensación de desesperanza en el espectador. La elección del minimalismo musical es muy efectiva en una película que cambia el concepto del terror. La partitura, creada principalmente por cuerdas atonales, coros asonantes y atronadores silencios, nos dice que estamos ante una historia compleja, en la que los detalles, la simbología y la banda sonora van a aportar una información imprescindible para conocer diferentes aspectos del filme.
Destaca el uso del waterphone, un instrumento metálico circular con varas de metal de diferentes alturas que puede ser percutido o frotado con un arco. Genera una sonoridad ambiental etérea y perturbadora, cuyo metálico sonido puede variar mediante movimientos que producen la vibración por simpatía del resto de sus varillas. La inquietud que propaga este instrumento complementa la estética visual de la cinta e intensifica la sensación de aislamiento.
En lugar de utilizar un motivo musical específico, Korven prefirió emplear melodías basadas en texturas sonoras que transforman la sensación de terror y peligro hacia un corte más realista. Gracias a esta singularidad, el espectador se siente perdido y desorientado en la inmensidad de un bosque tétrico, integrándose en la cinematográfica como un personaje más.
De este modo, las cuerdas se van a encargar de aumentar la sensación de incomodidad por medio de una serie de sonidos raspados y disonantes. Los coros son los únicos que pueden considerarse un pequeño leitmotiv, ya que van a aparecer a modo de canto distorsionado en los momentos en que salen a escena actos de brujería, como los métodos poco convencionales que emplea la bruja para el engaño, la escena de la seducción a Caleb (Harvey Scrimshaw) o en el inquietante final del aquelarre. El empleo de estas voces disonantes muestra la deformación de la naturaleza que se produce cuando las prácticas de magia negra aparecen en escena, siendo un aliciente del mal que pronto va a provocar. Por su parte, una esporádica percusión va a remarcar los momentos de tensión extrema, sin llegar a ser predecible.
El silencio
Sumamente importantes son los momentos de silencio en la película. De manera estratégica, la ausencia de música permite aumentar la atención en los sonidos naturales que produce el bosque, adquiriendo una cualidad siniestra. Sucede lo mismo en las escenas de interior, donde el silencio remarca algunos de sus frames. La fotografía en estos momentos es tan potente que algunas de sus escenas podrían enmarcarse como cuadros barrocos, ya que el director se basó en los cuadros de Goya y Rembrandt para la ambientación.
Un ejemplo del magistral empleo del silencio se da en la última escena de la película, con la conversación entre Thomasin y Black Phillip (ATENCIÓN SPOILER). Mediante un plano fijo de Thomasin, sin música, en un claroscuro, Phillip (representación del demonio) habla calmadamente, y le ofrece unirse a su aquelarre. Es la ausencia de música la que genera una tensión ambiental que corta el aliento, consiguiendo en el espectador una atención plena en la escena.
Esta banda sonora supuso un precedente de cómo la música puede elevar una película de terror. El compositor ha sido capaz de crear una experiencia auditiva que es tan aterradora como la propia narrativa visual. El innovador empleo de instrumentos y de texturas sonoras, contribuyen a la creación de una atmósfera tétrica, y a la vez fascinante.
Conchi Conchíviri dice
Ya quisieran los críticos de Fotogramas escribir así, que son tan redichos que no se les entiende, y describir planos de forma sencilla, y a la vez , tan profesional. No sólo se describe el desarrollo de una escena a través de la música, sino que, también, con expresiones audiovisuales, y, de esa manera, se completa. Bravo.