
Título: The Grand Hotel Budapest
Director: Wes Anderson
Música: Alexandre Desplat
Paul Klee, Kandinsky, Klimt o Jackson Pollock fueron artistas que durante años desarrollaron una nueva forma de entender el lenguaje de las emociones. Sus sempiternas obras se proyectan más allá de lo racional, de lo intuitivo, configurando un collage visual que muestra la ilimitada genialidad del ser humano. Esta particular forma de entender el arte puede ser extrapolada al cine para entender la irreverente obra del director tejano Wes Anderson. Su puesta en escena hace que su obra sea tan original como sincera. La caricatura se hace real… En obras como Moonrise Kingdom, Fantastic Mr. Fox o The Grand Hotel Budapest sus personajes son de carne y hueso. En sus complejas historias los protagonistas carecen de ironía. Son lo que son. Ahora bien, más allá de toda duda queda la caricatura inspirada en los profundos personajes de Dickens, trazos en los que el melodrama y la comedia juegan con las emociones del espectador.
La trama de The Grand Hotel Budapest se desarrolla en los países del este de Europa, espacios que Desplat recrea utilizando temas tradicionales, como el Traditional Arrangement: Moonshine, melodía inspirada en la canción popular rusa Светит месяц, donde el violín, la balalaika, la mandolina y el címbalo sirven para contextualizar la historia situando a los personajes dentro de un espacio y un tiempo determinado. Las continuas referencias a la música popular búlgara y la cuidada instrumentación típica de esa zona (Öse Schuppel) lo impregnan todo de autenticidad, consiguiendo que la narración sea creíble.
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