Una nueva producción de Ibs Classical a la que muy gustosamente un servidor valora con 5 estrellas por la excelencia del pianismo y la música que refiere, si bien, cosa extraña, la preparación del instrumento, por problemas fundamentales de afinación inestable queda a la zaga de la calidad de la pianista arandina Patricia Arauzo, formada en el Conservatorio Superior de Música de Castilla y León con Patrín García-Barredo (antes de obtener la Cátedra en Madrid), Claudio Martínez Mehner y Kennedy Moretti, en la Academia Franz Liszt de Budapest con András Kemenes y becada por la Fundación Albéniz en el Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid, Escuela Superior de Música Reina Sofía, bajo la dirección de Eldar Nebolsin y Ralf Gothóni (con quien tuve el gusto de compartir jurado en el Concurso Internacional de Piano Clara Haskil de Vevey). El disco es una joya musical hecha para escuchar.
Por aquello de ‘no hay mal que por bien no venga’, el defecto que le impide a este disco la excelencia como producto final, abre la puerta a un posible ejercicio del escuchante, más activo, que puede dar más placer venciendo la barrera del defecto e imaginando (como hacía Glenn Gould tocando a ‘sordas’) una afinación a la altura, pues las cualidades del pianismo de Arauzo son múltiples y ricas en virtud. Patricia toca con gran intuición ‘informada’ (como diría John Rink), con sensibilidad y destreza, dominando planos dinámicos, agógica, transmisión de peso, pedal, tipos de ataque, moviéndose como ‘pez sin escamas ni río’, capaz de llegar al fondo. Como diría Lorca, a ‘la oscura raíz del grito’, ¿el de Munch?, no sé, pero Szymanovski, nacido en 1882, como Stravinski y Turina, diecinueve años más joven que Edvard Munch, falleció siete años antes que el impactante pintor noruego. Y la música de Szymanovski que nos sirve aquí Arauzo en 31 tracks va de las tres Masques opus 34 (no mascarillas de las que estamos bien hartos), hasta las Variaciones opus 3, pasando por 20 Mazurkas opus 50 (las primeras dedicadas a Arthur Rubinstein), dos Mazurkas opus 62 y el expresionista Vals romántico, cuyo la bemolfinalresulta desconcertante por lo dicho.
Por Antonio Soria
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