Cansados ya de tanta pandemia, nos apoyamos casi sin resuello en la Columna, para escuchar la Música que el sello catalán nos propone, con texto en el libreto interno firmado por Dragomir Yossifov, originalmente en búlgaro, todo traducido al inglés, al español, y también al catalán (salvo los cirrículum, británicos en exclusiva), con una propuesta interesante de repertorio creado por dos de los grandes compositores rusos como son Igor Stravinski y Sergei Prokófiev (en realidad, este último, nueve años más joven que aquel, nació en Ucrania, que no es lo mismo).
Con eficaz toma de sonido, el disco está grabado en enero de 2020 en el auditorio Pancho Vladigelov de la Academia de Música de Sofía por Kremena Angelova (grabación y edición), sobre un piano cuya marca y modelo no podemos saber porque no se incluye la información —sí la de todos los traductores—, ni por quién está preparado, pero que suena francamente bien, a gran Steinway, con un secondo sólido, artista sugerente que infunde una base impecable a lo largo de todo el programa, nada sencillo para ninguno de los dos pianistas (Emili Brugalla y Vesko Stambolov), tanto en la original Consagración de la Primavera, escrita para piano por el propio autor, como en la admirable versión escrita por Mikhail Pletnev para dos pianos de la Suite para ballet, opus 87 de Prokófiev. La traducción al español del texto original en búlgaro está hecha por el propio Stambolov, y no de forma anodina, sino dando rienda suelta a un lúcido estilo literario no exento de énfasis, con términos tan diáfanos como la ‘forma chapucera’, calificación que dedica a la revisión de la partitura orquestal de Prokófiev antes de su estreno en 1945 en el Bolshói, quizá para justificar su inspiración de ‘manera pianística’ y que una versión para este instrumento (así llama a los dos pianos), ajena al autor, sea valedora de acierto sublime. La versión convence, a nivel de recomposición y a nivel performativo, por lo que no puedo más que celebrar este disco como una apetecible bocanada de aliento para insuflar energía ante el tedio de la obligada quietud por la maldita pandemia. Y que pronto escampe.
Por Antonio Soria
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