Sonata di concerto
Guillermo Pastrana, violonchelo
Daniel Blanch, piano
IBS Classical IBS72019
El presente registro discográfico comprende el resultado artístico concebido a partir de la colaboración del violonchelista granadino Guillermo Pastrana, uno de los más destacados instrumentistas de su generación, con el pianista catalán Daniel Blanch. El planteamiento temático en torno a los autores de origen catalán contiene una propuesta de repertorio con la Sonata di concerto opus A-42 de Joan Manén, la Sonata de Robert Gerhard y la Sonata concertante de Xavier Montsalvatge, creadores que configuraron su producción artística durante los primeros años del siglo XX, siendo reconocida a nivel internacional e iniciada en cada uno de los casos desde la perspectiva de diferentes concepciones estéticas con el propósito de definir su propia personalidad individual. Las tres sonatas fueron compuestas partiendo de una combinación entre la tradición del folclore español, el Postromanticismo alemán, el Nacionalismo español, el estilo novecentista, que buscaba fomentar el contacto con los auténticos orígenes, y las corrientes europeas de las vanguardias, comprendiendo enfoques relacionados con sus respectivas sensibilidades que conformaron una auténtica aportación original al incremento del impulso creador durante este período.
La Sonata di concerto opus A-42 para violonchelo y piano de Joan Manén muestra una importante herencia postromántica de estética nacionalista catalana y española, así como una considerable influencia germánica en el desarrollo de la forma mediante un destacado énfasis en el lirismo sentimental de sus materiales melódicos. La propuesta interpretativa muestra a un violonchelo completamente temperamental, con una personalidad cambiante entre el profundo dramatismo o la energía rítmica en contraposición al Romanticismo con el que se caracterizan las melodías, profusamente arrebatadoras pero con un permanente colorido nostálgico revestido por momentos de una delicada sonoridad impresionista. Por otro lado, el piano sugiere los sucesivos caracteres afectivos con una exquisita delicadeza, proporcionando una ejecución precisa en el acompañamiento de las diferentes secciones.
La Sonata para violonchelo y piano de Robert Gerhard se encuentra determinada por una influencia claramente nacionalista que se traduce en el fundamento de muchos materiales temáticos de su corpus, con reminiscencias conclusivas de otros compositores nacionales que confluirán, mediante una técnica compositiva elaborada, en algunos de los elementos y de las tendencias representativas del panorama de la música europea en la primera mitad del siglo XX. El planteamiento interpretativo en este caso fomenta de manera particular los impactantes contrastes de los planos del discurso sonoro, destacando la definición de las articulaciones en el primer movimiento, que proporciona una incesante tensión entre los dos instrumentos, frente al desolador dramatismo del canto oscuro del violonchelo en el segundo movimiento o al carácter burlesco del tercer movimiento.
La Sonata concertante para violonchelo y piano de Xavier Montsalvatge, única obra del autor para esta formación, también representa una de sus creaciones comprendidas a partir de la estructura de la forma sonata, conformando una composición en la que demuestra conocer a la perfección tanto los recursos como las posibilidades idiomáticas de ambos instrumentos a través de un lenguaje que mezcla la tonalidad con la incipiente atonalidad e incluso con ciertas incursiones en el Dodecafonismo. La propuesta de la interpretación se encuentra centrada en un especial cuidado tanto de las texturas como de los colores del sonido, otorgando al impacto de las armonías ajenas a la tonalidad una continuidad en el espectro sonoro que se relaciona con el carácter afectivo de los diferentes movimientos, introduciendo un compendio que comprende desde la suntuosidad de la solemnidad hasta la intrascendencia de lo simple, integrando parámetros de la transparencia impresionista, la densidad romántica o la claridad neoclásica.
Por: Abelardo Martín Ruiz
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