La mezzosoprano Elina Garanca (Riga, Letonia, 1976) es una de las grandes cantantes actuales. Voz oscura de bellísimo timbre aterciopelado, con un extenso registro, desde poderosos graves, pasando por un ancho centro y un brillantísima franja aguda, manteniendo homogeneidad de color, y todo ello unido a su bellísima presencia.
En esta grabación destaca el bloque de siete canciones napolitanas: Core ‘ngrato de Salvatore Cardillo, Torna a Surriento y Non ti scordar di me de Ernesto de Curtis, Musica proibita de Stanislao Gastaldon, Non t’amo più y Marechiare de Francesco Paolo Tosti y Voce’e notte de Ernesto de Curtis. Todas ellas interpretadas con magnífica línea de canto, aunque faltando en algunas más variedad de acentos. De todas ellas cabe destacar su interpretación de Non t’amo più con un canto lleno de musicalidad y Voce’e notte con bellas inflexiones; y, sobre todo Marechiare, donde brillan sus notas en pianissimo y los fáciles ascensos al agudo.
Interpreta magníficamente Granada de Agustín Lara. En la canción tradicional La llorona y en Gracias a la vida de Violeta Parra utiliza muy bien las medias voces. Bellísima interpretación de la canción de Edvard Grieg titulada en noruego Ein Traum, en este caso cantada en catalán con el título T’estimo.
Realiza una gran interpretación llena de sentimiento de la canción Lela de Rosendo Mato Hermida, con la emisión de notas agudas en pianissimo. Una de las interpretaciones más logradas es la del tango María de Buenos Aires: Yo soy María de Astor Piazzolla, con un excelente registro grave, y dotando a su canto de un aire arrabalero. Menos lograda su versión del tango popularizado por Carlos Gardel El día que me quieras. Destaca la gracia con la que interpreta la tradicional gallega Vai lavar a cara, resultando menos lograda la famosísima Brazil de Ary Barroso. Magnífica su interpretación de la romanza «No puede ser» de La tabernera del puerto de Pablo Sorozábal.
Buen acompañamiento de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria dirigida por Karel Mark Chichon, marido de Garanca.
Por Diego Manuel García
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