Shadows
Lorenzo Meseguer, violonchelo
Mario Mora, piano
Eudora EUD-SACD-2204
Melómano de Oro
Estamos ante ‘una grabación que aglutina a cuatro compositores denostados históricamente por motivos diversos’ y que pretende ‘reivindicar y visibilizar’ la música ‘ensalzando lo primordial, su calidad’.
Así define Lorenzo Meseguer el concepto inspirador de Shadows, un proyecto —otro más— que, recuperado el ritmo vital y artístico tras la moratoria pandémica, llega felizmente a nosotros. Para el chelista murciano no es este el primer encuentro discográfico con la música de cámara de los hermanos Mendelssohn Bartholdy. El cálido acento de su Robert Duke (Londres, 1770) acompaña al violín de Alejandro Bustamante y al piano de Alberto Rosado en el Trío en Re menor opus 11 de Fanny (que firmaba su producción musical con el nombre de casada, Hensel), y en el Trío núm. 2 en Do menor opus 66 de Félix, además de en el Capriccio para violonchelo y piano en La bemol mayor, también de Fanny, en un reciente registro de Play Classics.
Para el pianista conquense Mario Mora, Shadows es el tercer disco, después de Spanish Rhapsody (2017), un homenaje a nuestra música de inspiración folclórica, y de London Recital (2014), que incluye composiciones de Bach, Mozart, Brahms y Liszt, editados ambos por KNS Classical. Mora ofrece la clave del presente trabajo cuando afirma que este ‘busca escarbar en las sombras del repertorio del siglo XIX a través de obras bastantes desconocidas, que estuvieron ocultas por otras más célebres’. Obras, por tanto, pertenecientes a las sombras. Ocultas sombras ellas mismas surgidas al amparo de obras mayores, sin por ello renunciar a la esencia de toda música maravillosa. Sin duda porque también el genio habita entre las sombras. Fue en Grecia, deseando encontrarse con un amigo a la sombra de los plátanos (donde los jóvenes soñaban con la fama, conquistaba Sócrates corazones y Platón forjaba paraísos), cuando Hölderlin contempló fluir el Ilisos entre las flores. Fue en Buenos Aires, donde otro Homero, ‘vivo entre formas luminosas y vagas | que no son aún tiniebla’, inspirado por la Musa de la Ceguera, cantó entre amigos sin rostro, páginas de libros sin letras, el conmovedor Elogio de la sombra.
A la sombra de Brahms se referirá Mora como ‘más que alargada’ al proyectarse sobre la Sonata para violonchelo y piano en Re mayor (1901) de Gustav Jenner, alumno del hamburgués en sus últimos años. Sombra a su vez del largo crepúsculo romántico, la Sonata pugna con heroísmo por aferrarse a una contemporaneidad que ya ha resuelto desplazarla. Conocedores profundos de esta obra de singular belleza, Meseguer y Mora se entregan a una interpretación apasionada y luminosa, convirtiendo cada remanso de diálogo íntimo entre los instrumentos, especialmente numerosos en el Andante con variazioni, en un pretexto para el deleite.
Ensombrecida por el astro cegador de Robert, así como por la condición de mujer, Clara Schumann, compositora excepcional, renunció a la creación tras el deceso de su marido. Las Tres romanzas para violín y piano opus 22 (1853), aquí en transcripción magistral para violonchelo, son una muestra notable de su, con toda justicia, vindicable talento. El fraseo limpio y cómodo de Meseguer confiere cierto grado de reflexión sublime a una melancolía que, interpretada con el violín, transciende apenas lo hermoso.
La chispa del álbum es sin duda la compleja Sonata para violonchelo y piano en Remayor opus 58 (1843) de Félix Mendelssohn. Chispa opacada, cabe añadir, pues pese al desbordante empuje y virtuosismo de los movimientos extremos, esta poco interpretada pieza carece del brillo apreciable en el repertorio camerístico con piano del período de madurez de Mendelssohn, en concreto del Trío opus 49, y del ya mencionado opus 66. A continuación del delicioso Allegretto scherzando, donde los staccati del piano y los pizzicati del chelo alternan en traviesas entradas imitativas, encontramos un Adagio en verdad sorprendente (‘experimento en coral instrumental’, Mercer-Taylor), con el piano sempre arpegiando y el violonchelo solemne, absorto en una dolorosa melodía que por momentos asemeja un recitado. En la sucesión de arpegios, que en ocasiones alcanzan las diez voces, Mora es preciso y lírico; precisión que se despliega enérgica en el Allegro assai vivace inaugural y en el Molto allegro e vivace conclusivo.
Abre este excelente compacto una breve maravilla de Fanny dedicada al hermano nacido después de Félix,Paul, consumado chelista amateur: la Fantasía en Sol menor (1829), una alternancia de pasajes lentos y rápidos cuya forma se inspira en el comienzo de la Sonata para violonchelo en Do mayor opus 120 de Beethoven.
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