En el océano de las últimas melodías —allí donde habitan las notas más hermosas— se mueven las ideas del pianista y compositor argentino Silas Bassa. No hay una razón para no caer bajo el embrujo de sus sentidas armonías; no, hay 88 razones, y alguna más, para sentir que a través de sus habilidosas manos la fantasía hurga allí donde la razón no alcanza. Sus composiciones arriban con frescura a la quebrada costa de los náufragos, lugar de hondas emociones al que llegan los últimos románticos buscando la belleza que ya casi nadie conoce. Silas pertenece a esa numantina raza de creadores que se resiste a desaparecer entre tanta mediocridad. No hay mayor acto de libertad poética que desnudarse sobre las imaginativas teclas del piano para encontrar una nueva senda por la que pasear…
‘Imagino sus pasos sonando sobre la hojarasca húmeda que se acumula yerma en otoño sobre la ribera del Sena’. Esa es la quijotesca forma de entender la creatividad que define las nueve piezas de Self. En ellas, el músico da rienda suelta a la inventiva para componer un majestuoso retablo de ilimitadas posibilidades que gira en torno a un leitmotiv, el movimiento… Self es la circulación de las ideas, un viaje sin itinerario (libre) que hiere de muerte al oyente. No hay otra forma de enfrentarse a las melodías de esta obra. Morir para volver a nacer de otra manera. ¿Cómo? —pregunta aquel que escucha. De una forma más intensa, emotiva, y, si la razón no lo impide, imaginativa. En su interior todo fluye alrededor de ese mar de la consciencia que sin artificios (edulcorantes) devuelve hasta la orilla las ideas que brotan libres de la agitada mente del compositor. Allí aguardan los hombres que entienden la ancestral y única lengua que hay garabateada en los pentagramas de Self. Todo lo demás pertenece a un mundo cada vez más frío en el que el ruido y la vulgaridad campan a sus anchas.
Su música no solo se escucha, también se sueña… y en ese viaje de anhelos perdidos se colorean los sentimientos más sinceros. Self es ese viento azul cálido y henchido de nostalgia que trae la extraordinaria música de Silas Bassa.
Por Antonio Pardo Larrosa
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