Grabado en el Auditorio de Zaragoza en 2020, el sello Eudora nos presenta en este disco una sugerente interpretación a cargo del pianista Javier Laso de la Sonata D. 960 de Schubert y las dieciocho piezas que componen las Davidsbündlertänze (Danzas de David) opus 6 de Schumann.
La preciosa sonata de Schubert que aquí escuchamos fue la última compuesta por el compositor. Aunque es inevitable tener en mente la grandiosa interpretación de Richter cuando nos acercarnos a esta obra, la versión de Laso es emocionalmente fantástica, con un fraseo y dinámica muy cuidados, equilibrio sonoro y consistencia métrica. En las manos del pianista el devenir de la música se produce de manera natural, observándose en todo momento direccionalidad. El scherzo está interpretado con un brío comedido que le otorga una gran elegancia.
Davidsbündlertänze (Danzas de David) opus 6 fueron compuestas en 1837. El tema está basado en una mazurka de Clara Wieck. Se trata de dieciocho piezas características donde se observa el inspirado equilibrio entre los personajes del mundo de Schumann, Florestán y Eusebius, o lo que es lo mismo, entre la euforia y la melancolía. La lectura que hace Laso de la partitura nos cautiva por completo desde que escuchamos los enérgicos acordes iniciales. El pianista es plenamente consciente de la dificultad contrapuntística que caracteriza a estas piezas y resalta con gusto las diferentes texturas, además de transmitir a la perfección los diferentes estados de ánimo gracias a que utiliza el virtuosismo como un recurso que está siempre supeditado a la expresividad. Precisamente, esta música exige una interpretación ágil, además de fluidez rítmica y variedad sonora, características que muestra poseer el pianista. En este sentido podemos destacar la octava pieza, «Frisch», o la decimotercera «Wild und lusting», por el carácter apasionado que tienen.
El libreto que acompaña al disco contiene textos escritos por el pianista Josep Colom. Sin duda, esta versión está llena de momentos sublimes que no nos podemos perder. ¡Bravo!
Por Francisco J. Balsera
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