Saint-Saëns: Orchestral Works
Guillermo Pastrana, violonchelo
Orquesta Sinfónica de Euskadi
Jun Märkl, director
Naxos 8.573732
Melómano de Oro
El invaluable esfuerzo que tradicionalmente viene haciendo Naxos por recopilar obras y repertorios poco habituales, le viene como anillo al dedo a un compositor tan célebre pero, sin embargo, tan poco explorado como es Camille Saint-Saëns. Y es que de las más de cuatrocientas obras que culminó en vida, tan solo son tenidas en cuenta un pequeño puñado de ellas. A pesar del título del disco, aquí no encontraremos ninguna sinfonía o gran obra orquestal, sino tres sencillas suites y una serenata.
De las mencionadas suites que contiene el disco, solo una aparece en su versión original. Las dos restantes son arreglos del propio autor para orquesta y para violonchelo y orquesta, respectivamente. Quizá la obra más popular que vamos a encontrar sea la Suite Argelina opus 60, que fue concebida en 1873 en uno de los numerosos viajes del compositor a este país africano. Märkl ofrece una versión expresiva y expansiva del primer movimiento, que no solo hace las veces de preludio de la suite sino del disco entero. En la “Rapsodia morisca” se hacen latentes esos ecos árabes que, según el propio autor, tomó de cantos locales reales. El tercer movimiento, “Ensueño nocturno”, es el más lírico e inspirador, con sus líneas sinuosas y ondulantes, en la que pequeños fragmentos melódicos van apareciendo como destellos luminosos sobre la base de un pizzicato impasible. La obra cierra con una triunfal “Marcha Militar Francesa,” que hace rememorar el espíritu nacionalista de Berlioz.
La Suite en Re Mayor opus 49 está compuesta por cinco movimientos, todos ellos estereotípicos de las suites barrocas francesas. Este opus tiene su origen en una obra para armonio solo, y lo cierto es que está perfectamente evocada su sonoridad en la paleta orquestal, especialmente en el primer movimiento, donde cumplen un especial papel los largos y profundos bordones que aluden al instrumento original. El segundo movimiento, “Sarabada”, se sitúa entre la danzable y lo piadoso, pues el uso que hace de los acordes acordes y su textura polifónica, recuerdan más a un himno que a un baile. La “Gavota” del tercer movimiento, es el perfecto precedente de la “Romanza”, que engloba todo el carácter dieciochesco de la obra aunque con toda la expresividad del siglo XIX. La suite culmina con un vigoroso movimiento final en forma de toccata. Obras como esta, adelantan de alguna manera esa moda de fijar como referencia la música del pasado y que serviría de antesala para que, años más tarde, se desarrollara una corriente tan preponderante en el siglo XX como fue el neoclasicismo.
En la Suite en Re menor opus 16a, Bach se hace presente. La línea inicial del violonchelo en el “Preludio” recuerda a las propias suitesbachianas para este instrumento. El segundo movimiento, de tintes exóticos, da paso a un curioso tercer movimiento que fue añadido cuando Saint-Saëns orquestó la obra casi medio siglo después de que la original fuera compuesta, y que, sin embargo, logra integrarse a la perfección en el total de la suite. La “Romanza” evoca a esos profundos movimientos lentos de concierto, donde Guillermo Pastrana ofrece un despliegue de emoción y lirismo, y donde Märkl logra mantener a la orquesta en un perfecto segundo y delicado plano. Podría decirse que el único momento realmente virtuosístico en todo el disco es el movimiento final, “Tarantela”, aunque no se queda en el simple virtuosismo vacuo, sino que contiene una riquísima carga musical. Cabe destacar que en su versión original, esta era una obra para violonchelo y piano, y no se puede negar que Märkl ha comprendido el papel que debe cumplir la orquesta esencialmente de acompañamiento, dándole todo el protagonismo al solista.
Por último, de la Serenade en Mi bemol Mayor opus 15 también debe acotarse que su versión original es para conjunto de cámara y llama la atención cómo, a pesar de multiplicar el número de ejecutantes de la obra, esta no pierde su carácter intimista. En este sentido, vuelve a jugar un papel decisivo la mano de Märkl, que es capaz de sacar los colores más finos y sutiles a la Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Por: Lucía Martín-Maestro Verbo
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