Romeo & Juliet
Director: Carlo Carlei
Música: Abel Korzeniowski / James Horner
Korzeniowski vs. Horner
En el mercantilizado y productivo universo de la música cinematográfica acontece un extraño y curioso fenómeno ‘sobrenatural’ —algunos piensan que es humano, demasiado humano…— que, por mor de una serie de estrambóticas decisiones basadas en conceptos monetarios y publicitarios, envía las obras de algunos compositores a la papelera de reciclaje. En el argot audiovisual se las conoce como ‘partituras rechazadas’. La hemeroteca está llena de casos que en mayor o menor medida muestran la cantidad de obras que nunca llegaron a formar parte de las películas para las que fueron compuestas. Hasta donde alcanza mi frágil memoria puedo recordar dos que fueron portada de los rotativos más importantes de este medio. Cómo olvidar la vil tropelía que Stanley Kubrick perpetró con premeditación y alevosía contra Alex North el día del estreno mundial de 2001: A Space Odyssey. Ir a la première de tu película para comprobar in situ que tu partitura ha sido cambiada en su totalidad por música clásica no debió ser plato de buen gusto para el oscarizado compositor estadounidense. Huelga decir que a posteriori el cambio fue más que acertado. Pero esas cosas se avisan antes de enfundarte el esmoquin.
Si la decisión de Kubrick fue controvertida, no lo fue menos la que tomó el realizador alemán Wolfgang Petersen durante el pase de prensa de Troy. El director encargó la partitura un año antes del estreno al compositor libanés Gabriel Yared pero, tras escuchar los comentarios de los asistentes a la première tomó la polémica decisión de quitarla y ofrecerle el proyecto a James Horner. El californiano tan solo tuvo cuatro semanas para escribir la nueva partitura. Todo lo que aconteció después pertenece a la literatura amarilla que especuló con escaso rigor sobre la relación personal de los dos compositores. Pues bien, tras estos dos sonados rechazos, y algunos años más tarde, se produjo otro que sin ser tan mediático fue todavía más extraño.
Esta es la sorprendente y rocambolesca historia de cómo se fraguo la partitura de la última versión de Romeo & Juliet dirigida por el realizador italiano Carlo Carlei. Por alguna extraña coincidencia James Horner vuelve a ser uno de los protagonistas. El desaparecido compositor llegó al proyecto acompañado por la cantante noruega Sissel Kyrkjebø (voz del Titanic) y durante bastante tiempo estuvieron involucrados en el proyecto. La sorpresa fue que unos días antes del estreno se hizo público que el músico polaco Abel Korzeniowski era el autor de la banda sonora en detrimento del californiano. Las noticias eran escasas y las especulaciones múltiples. ‘¿Estábamos ante un nuevo caso Troya?’. ¡No!, no fue así como ocurrió exactamente. La partitura de Horner acabó en algún cajón de la productora durante años hasta que hace unos meses alguien la encontró y la colgó en la red. Para disipar los fantasmas de la especulación un periodista preguntó en un festival a Korzeniowski por esta cuestión. La respuesta del músico dejó sorprendidos a todos los asistentes. Abel develó que le encargaron la música, pero que debía componerla en unas siete u ocho semanas, más o menos. El músico contó que el estrés era muy grande, pero que desconocía que Horner estaba reescribiendo al mismo tiempo la música que le habían rechazado en los pases de prensa previos. También relató que ambos entregaron las partituras, y que luego supo que los productores y el director hicieron diversos pases de prueba con público para tantear cuál de las dos gustaba más, algo insólito hasta la fecha. Después se limitaron a preguntar a los asistentes sus sensaciones. Lo que vino después ya se sabe. Vuelvo a apelar a mi memoria y no encuentro un caso parecido. ¿Dos músicos escribiendo lo mismo simultáneamente con el beneplácito del director? Dudo mucho que haya ocurrido más veces. La cuestión es que ahora, y gracias a la arqueológica labor de algunos piratas cibernéticos, podemos disfrutar de las dos partituras.
Una década después del estreno es posible y, hasta cierto punto lógico, comparar ambos trabajos —solo existe un montaje—, y con ello comprobar que los dos son excepcionales. Korzeniowski escribió una partitura ‘a la polaca’, es decir, tan elegante y aterciopelada que en algunos pasajes parece algo artificial. En algún lugar leí que su ‘Romeo & Juliet parecía la música de un anuncio de perfume’. No creo que sea para tanto, pero en ocasiones da esa sensación. Ahora que ya sabemos hacía dónde fue la música de Horner es más fácil entender la decisión del director y los productores. A primera vista la impresión que provoca la música del polaco es más cálida que la de Horner. El elegante uso del piano y la cuerda es tan emotivo que golpea sin piedad al espectador. El trágico y eterno amor entre Romeo y Julieta yace sobre los funestos pentagramas de esta historia del mismo modo que la lucha entre los Montescos y Capuletos se escapa entre los silencios de una partitura más descriptiva que analítica. La de Horner es otra cosa. La intención de Korzeniowski es la de ensalzar sobre cualquier argumento narrativo el amor que se profesan los desdichados amantes, y a fe que lo consigue, pero sacrificando los aspectos más sombríos del drama shakesperiano que quedan algo deshilachados. Aun así, la edulcorada belleza del leitmotiv principal es arrebatadora. A la música de Korzeniowski le sobra fuerza y le falta narrativa, o, en otras palabras: es tan bonita que adolece de pasión, elemento que define en última instancia la sempiterna relación de los amantes. Al final el director hizo caso a los comentarios del respetable y acabó eligiendo la partitura de Korzeniowski. Tiempo después el músico afirmó que si hubiera sabido que Horner estaba al otro lado del espejo escribiendo al mismo tiempo la partitura no habría aceptado el encargo. Huelga decir que el trabajo de Horner estuvo a la altura de las circunstancias.
Una de cal y otra de arena —en clara referencia a todo lo que sucedió durante la accidentada producción de Troy—. Quizá, Romeo & Juliet es la partitura que a lo largo de los últimos años más interés ha suscitado entre los seguidores del maestro. No obstante, han tenido que pasar nueve para poder escuchar los acordes hornerianos. No es plato de buen gusto que te rechacen un trabajo, aun a sabiendas de que este está hecho a la medida de tus posibilidades. Como he anotado unas líneas más arriba eso es lo que ocurrió con la música de Horner. Para esta nueva versión del clásico el músico escribió una interesante partitura repleta de auto-referencias que no debió gustar, ni a los productores, que son los que al final ponen la pasta, ni a todos los que decidieron, por alguna razón que se me escapa, que la composición del músico polaco Abel Korzeniowski era la que mejor se adaptaba a las imágenes. Para poder opinar en una u otra dirección sería necesario visualizar los dos montajes, algo que a día de hoy es imposible. Aun así, no es difícil adivinar las intenciones del compositor estadounidense. Por lo mismo, tampoco es este el foro idóneo para realizar una valoración entre ambos trabajos —’me gusta o no me gusta’—, pues para eso ya están las redes sociales, lugar donde se libran esas encarnizadas batallas dialécticas que no conducen a ningún sitio. Pero, lo que sí se puede argumentar sobre la obra de Horner es la similitud que tiene con otros trabajos suyos, como, por ejemplo: Sneakers, Apollo XIII o New Word —casi idéntica en la melodía principal—, obras que el californiano adapta con su particular estilo utilizando la voz de Sissel como principal argumento del drama. Los dos componen una conmovedora aria que pone voz al trágico desenlace y que cierra la historia de la mejor manera posible. Un lamento eterno… Vista con cierta desgana, quizá la película demanda una partitura más luminosa y efectista, características que no abundan en la obra de Horner, más oscura y criptica que la de Korzeniowski. Tiendo a pensar, habida cuenta de la información disponible, que esta debió ser la razón principal del cambio. En esencia la música de Korzeniowski es más pueril que la de Horner, quizá, motivado por la corta edad de los protagonistas principales.
Ha tenido que pasar casi una década para comprobar que la partitura de James Horner para Romeo & Juliet, no solo es bellísima en su conjunto, sino que también es perfecta como elemento narrativo.
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