Ripples over time es el nombre de la pieza de Michael Thomas que abre este disco del flautista catalán Luis Orden. Una pieza que no representa más que una décima parte del total estético que se nos muestra, pero que nos define con exactitud lo que experimentamos en su escucha, lo que hemos experimentado en el mundo de la música a lo largo de estas últimas décadas.
Lo que el flautista nos propone es una recopilación de obras de diez compositores diferentes, españoles en su mayoría, que abarcan setenta años del lenguaje no solo de su instrumento, sino del lenguaje de la música que, desde hace ya demasiado, hemos llamado actual. Las ondas tan características de este instrumento de viento que recorren esta historia reciente y sus diferentes interpretaciones, puntos de vista, reflexiones…
En este disco podemos encontrar obras extremadamente diatónicas, centradas en la melodía y la dulzura que la flauta travesera nos puede transmitir con sus registros intermedios; obras muy interesantes que entrelazan lenguajes populares y folclóricos como el flamenco o la música celta con el idioma barroco o vanguardista (obras como la de Krzystof Zgraja y Salvador Espasa); obras más radicales en cuanto a la técnica instrumental y la estructura, o incluso las que pretenden acoger este lenguaje y hacerlo propio y singular, como Trazos, de Manuel Castillo.
Una elección de repertorio muy interesante que nos ayuda a comprender este recorrido, y que lo hace empezando desde el final, con tres primeras obras de los últimos veinte años con un lenguaje claramente accesible, que se contrapone con las tres siguientes en una estética más radical, más propia de mediados del siglo pasado. Una ondulación en el tiempo que no siempre es lineal, como nos demuestra la pieza Argos, que con un espectacular gusto y técnica aúna en un mismo instrumento lenguajes que por él han pasado en siglos.
Sin duda un gran disco en el que Orden demuestra su ya amplia experiencia en el repertorio actual y sus ganas e intención de llevar a los escenarios la música de nuestro tiempo.
Por Pablo de Diego
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