Como obertura de la grabación encontramos la Rossiniana núm. 1 de Mauro Giuliani. Considerándose la obra más popular dentro de sus obras más populares, esta composición se muestra como un brillante desarrollo virtuosístico y teatral del bel canto italiano desde el lenguaje de la guitarra del siglo XIX. Del empeño de Andrés Segovia por mejorar la calidad del repertorio de guitarra nacen las dos obras que completan el disco. Segovia encargó las Variaciones sobre un tema de Scriabin —Preludio núm. 4, opus 16— a Alexandre Tasman, no obstante su revisión de esta obra fue más pasiva de lo habitual y deja margen al intérprete para comprender, interpretar y culminar esta pieza, sumando un plus de dificultad. La Sonata Romántica no obstante es uno de los mejores ejemplos —y menos interpretados— de la constante y prolífica comunicación entre Segovia y Manuel Ponce.
He de destacar la deliberada elección de repertorio para este disco ya que cada obra representa un salto de madurez para el repertorio de guitarra en su época. A grandes rasgos: la Rossiniana en crecimiento técnico, las Variaciones exponen al intérprete a un profundo estudio de las grandes capas y pequeños eslabones que vertebran la obra y la Sonata Romántica es tal vez una de las piezas —junto con la Sonata de Antonio José— de una envergadura y densidad propias de las grandes composiciones en esta forma de la historia de la música.
Como dos caras de la misma moneda, se superponen la esencia y su desarrollo, la idea primaria y su inspiración posterior. Todo ello desde una interpretación magistral en la que destacan el control de planos sonoros y estructurales, la limpieza y precisión en los pasajes más comprometidos y la absoluta delicadeza en las melodías más sutiles. Sin duda, será un disco de referencia para este repertorio y para el propio concepto de álbum.
Por Sara Guerrero Aguado
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