Dong Hyek Lim, piano
Martha Argerich, piano
BBC Symphony Orchestra
Alexander Vedernikov, dirección
Warner Classics 0190295455514
Dieciocho años han llovido desde que la diosa argentina del piano presentase al joven Lim, quien se marcó el récord de ser el más joven en firmar un contrato EMI, grabando para este sello su primer disco a los 18 años con obras de Chopin, Schubert y Ravel (La Valse inclusive). Hoy es otro gran compositor el protagonista, con su archigrabado Concierto núm. 2 opus 18 para piano y orquesta y las Danzas sinfónicas opus 45 en versión original del autor para dos pianos junto a su mentora, Martha Argerich.
También en Seúl, ciudad natal de Lim (1984), nació Kun-Woo Paik (1946) que, en la madurez de sus 52 años, nos dejó la reconocida grabación en RCA Victor de la obra completa para piano y orquesta de Rajmáninov, producción que recomendé en su día en páginas de varios medios, inclusive la decana Ritmo. Ahora, bajo la sombra de la oscarizada Parásitos, la visión artística surcoreana emerge a la superficie, desde lo profundo de sótanos e instintos ajenos a un plan determinado, aunque sí determinados por un plan que no se sabe quién o para qué lo escribe, entre lo más primario o lo más inverosímil. Quien haya visto la peli comprenderá lo que digo: este disco huele bien.
Sentir debilidad ante este repertorio no es raro. Su escucha da placer fácil, incluso si la calidad de grabación no corresponde al esperado nivel del sello Warner (toma de sonido y afinación de los pianos notablemente mejorables).
Allende las páginas más oídas de la mal llamada música clásica, el segundo de los conciertos, tocado con buen gusto por Dong-Hyek Lim en buen entendimiento con la BBC Symphony Orchestra bajo la batuta de Alexander Vedernikov, la colaboración de Argerich en el disco es primordial, llevando a su mentado al Olimpo sobre la pura esencia de esas subyugantes tres notas de cromatismo indeterminado que culminan el motivo de la sección central de la primera de las danzas. Por más que se escuche no deja de impresionar y, a quien escribe, poner el alma en vilo. Bien habría servido de banda sonora este fragmento, y las secciones 1 o 3 de la misma danza, a más de una escena de la mencionada película.
Por Antonio Soria
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