Reseña | Qvid est veritas

Los Músicos de Su Alteza, bajo la dirección de su fundador, Luis Antonio González, nos presentan un interesante programa barroco titulado ‘Qvid est veritas‘. Se trata de música del Seicento italiano, con compositores como Monteverdi, Ferrari, Merula y Cazzati y otros menos conocidos como Giovanni Felice Sances. Cabe destacar el bello sonido del órgano histórico Bartolomé Sánchez, tañido por Luis Antonio González en el bello y desconocido Stabat Mater de Sances. En el programa de mano, el propio director habla de aspectos muy interesantes en torno a la interpretación histórica y al sonido captado por los micrófonos en una grabación. La verdad es que el temperamento particular de ese órgano o su sonido mecánico no requerirían justificación alguna en el librillo de un disco, pero es verdad que en pleno siglo XXI sigue siendo necesario para los «reticentes», a los que les molesta cualquier ruido o sonido que no friegue esa mal denominada perfección de una grabación de estudio. Lo mismo podríamos decir del temperamento de ¼ de comma mesotónico empleado en la grabación, el sistema de afinación de la época de Monteverdi, que nos hace gozar de acordes dulces o amargos en función de cada tonalidad empleado, cosa que nos permite aproximarnos de una forma más fiel a la sonoridad de la época y cosa que nos recuerda a la variedad de ingredientes incompatibles entre sí que podemos encontrar en una ensalada, pero que nos ofrece una variedad de sabores fantásticos.

Destaca la bella voz de Olalla Alemán a lo largo de este difícil programa, que requiere de una expresividad y control de la teoría de los afectos máximos, especialmente en los papeles ‘dolorosos’ de Monteverdi y Sances. Los instrumentistas son de primer nivel y destaca el buen empaste y ornamentación de los violines y la combinación de clave, órgano de cámara y chitarrone en las piezas instrumentales, cosa que nos ofrece un bajo continuo rico y pleno. La alternancia de violonchelo barroco y viola da gamba en función de la pieza también da una variedad de colores tímbricos.

Por Àngel Villagrasa Pérez