
Título: Proyecto Lázaro
Director: Mateo Gil
Música: Lucas Vidal
Cuestión de fe
El libro sagrado por antonomasia, sobre todo para los millones de occidentales que profesan la fe del resucitado —a saber: la Biblia—, ha sido, y es, de eso no me cabe la menor duda, una fuente inagotable de inspiración para cientos de guionistas, compositores, directores y productores de las industrias cinematográficas de medio mundo. Solo hay que echar un vistazo a la historia del celuloide para darse cuenta de esta realidad. Las palabras están ahí, pero la forma de narrar y actualizar esas historias tan visuales cambia según quien las ‘manipule’. Esto solo es una forma de hablar. Uno de estos textos, el referente a la resurrección de Lázaro de Betania (Juan 11:28-44) ha llevado al cineasta Mateo Gil a confeccionar su particular versión de este extraordinario acontecimiento salvífico.
—metáfora cristológica— son los ‘mortales’ argumentos sobre los que ambos cineastas construyen su discurso; elementos narrativos que Vidal utiliza a través del cedazo de la inspiración. El amor, la vida y la muerte son esculpidos por las sutiles manos de un creador colmado de matices que reinterpreta con acierto la increíble historia del resucitado de Betania.
—Denominación de Origen Hans Zimmer— que han acompañado buena parte de su producción, Lucas se sumerge en un cálido y frío universo minimalista cercano a las texturas que definen las obras de compositores como Michael Nyman (Gattaca) o Max Richter (Disconnect), músicos que mantienen intacta esa esencia de mínimos que ha caracterizado a este movimiento musical surgido en la década de los 60. Mateo Gil le ofrece a Vidal la oportunidad de realizar un cambio tan necesario como acertado, canje que el músico solventa con madurez escribiendo una obra ejemplar. Las melodías se suceden sin solución de continuidad de una forma liviana y desoladora acentuando las hondas emociones del protagonista, paradigma de la atroz soledad —vida y muerte— del nuevo Adán.
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