Título: Proyecto Lázaro
Director: Mateo Gil
Música: Lucas Vidal
Cuestión de fe
El libro sagrado por antonomasia, sobre todo para los millones de occidentales que profesan la fe del resucitado —a saber: la Biblia—, ha sido, y es, de eso no me cabe la menor duda, una fuente inagotable de inspiración para cientos de guionistas, compositores, directores y productores de las industrias cinematográficas de medio mundo. Solo hay que echar un vistazo a la historia del celuloide para darse cuenta de esta realidad. Las palabras están ahí, pero la forma de narrar y actualizar esas historias tan visuales cambia según quien las ‘manipule’. Esto solo es una forma de hablar. Uno de estos textos, el referente a la resurrección de Lázaro de Betania (Juan 11:28-44) ha llevado al cineasta Mateo Gil a confeccionar su particular versión de este extraordinario acontecimiento salvífico.
‘¡Lázaro, ven fuera!’. Estas fueron las palabras que el galileo pronunció frente al sepulcro de su amigo; palabras que denotan una fe incondicional en algo que se escapa a nuestro entendimiento; verbo que colma de fe las páginas de una historia que a lo largo de los siglos ha tenido un sinfín de interpretaciones. El cine, garante de nuestra historia más reciente, no ha sido ajeno a esta cuestión llevando a la gran pantalla numerosas producciones que, de una u otra manera, han intentado explicar ese renacer que el ser humano tanto anhela. En estas lides se desarrolla Proyecto Lázaro, la penúltima película del director palmense Mateo Gil, cineasta sumamente interesante que para su particular interpretación ha profesado una fe ciega en el compositor Lucas Vidal (La fría luzdel día, Palmeras en la nieve, Nadie quiere la noche, etc.), baluarte del nuevo retoñar de la música cinematográfica patria. El amor, la vida y la muerte
—metáfora cristológica— son los ‘mortales’ argumentos sobre los que ambos cineastas construyen su discurso; elementos narrativos que Vidal utiliza a través del cedazo de la inspiración. El amor, la vida y la muerte son esculpidos por las sutiles manos de un creador colmado de matices que reinterpreta con acierto la increíble historia del resucitado de Betania.
Madurez… Estado mental en el que el artista es capaz de ‘mirarse el ombligo’. No es esta una forma poética de ver las cosas, pero sí define la realidad creativa del compositor.La partitura de Lucas Vidal evidencia que el músico madrileño anda buscando nuevos caminos por los que transitar. Alejado de los sonidos industriales
—Denominación de Origen Hans Zimmer— que han acompañado buena parte de su producción, Lucas se sumerge en un cálido y frío universo minimalista cercano a las texturas que definen las obras de compositores como Michael Nyman (Gattaca) o Max Richter (Disconnect), músicos que mantienen intacta esa esencia de mínimos que ha caracterizado a este movimiento musical surgido en la década de los 60. Mateo Gil le ofrece a Vidal la oportunidad de realizar un cambio tan necesario como acertado, canje que el músico solventa con madurez escribiendo una obra ejemplar. Las melodías se suceden sin solución de continuidad de una forma liviana y desoladora acentuando las hondas emociones del protagonista, paradigma de la atroz soledad —vida y muerte— del nuevo Adán.
Delicada, elegante y muy sincera, la música de esta producción futurista ideada por el realizador se desarrolla a través de un descarnado leitmotiv que tiene la capacidad de emocionar —Life’s Theme (Flashback)—, un canto a la vida que el músico encarna en las emocionadas cuerdas de su pequeña orquesta. La profundidad emocional en la que se mueve el músico se aferra a los recuerdos de tal manera que las melodías viajan hacia el pasado henchidas de vida. Es en los anhelos (nostalgia) donde la música de Lucas Vidal pone los acentos, lugar donde la existencia del protagonista cobra sentido. ‘La inmortalidad dura un segundo’, y es en este preciado tiempo donde la música se hace eterna… Delicada, elegante y desgarradora es la melodía de una vida que no es tuya, de un regalo que Lucas nos ofrece en tan solo tres minutos. Tres son suficientes para comprobar la madurez de un músico que está llamado a hacer grandes cosas. La conmovedora partitura de Realive es, como solía loar el poeta, un canto a la vida, al amor…
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