La obra de Ponce, como la de Turina, Albéniz, Falla o Granados, no debe estar ausente de las guías docentes de los conservatorios que se precien, españoles o no. Absolutamente contemporáneo del compositor sevillano, nacido en el mismo 1882 que él (también que Stravinski, en otro lado estético del poliédrico modernismo) y fallecido un año antes que don Joaquín (1948), Manuel María Ponce bebe de ese súper Romanticismo que se alinea con el Modernismo como en Los nietos del Cid de Andrés Triapello, con cierto guiño a la fantasía, incluso circense, que podría recordar al seductor Broadway como heredero de aquel Beidermeier, con un nivel de calidad en su elaboración afín a lo que, en mis propias manos, encontré al grabar toda la obra de Turina. No sé cuántos volúmenes ocupará la obra pianística de Ponce, pero me encantaría conocerlo todo. Al escuchar con oídos de pianista quizá algo haría distinto, pero lo que hace Álvaro Cendoya me parece irreprochable. ¡Bravo!
Por Antonio Soria
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